Con profunda vocación martiana convido a nuestro pueblo a pensar el futuro de Cuba; ello desde la realidad cubana del presente, con sus interesantes matices, sus múltiples colores sociales y sus legítimas aspiraciones, anhelos y esperanzas. Somos responsables de los destinos de Cuba, los retos que se nos presentan son resultado de un singular y complejo proceso revolucionario que ha tenido y tiene en su esencia primera, la aspiración martiana, devenida praxis de nuestra nación: el culto de los cubanos a la dignidad plena del ser humano.
Ahí, en la república de José Martí, se encuentra el epicentro de un sistema económico, político y social cuyos fundamentos no son otros que la salvaguarda del ser, el apostar por lo humano en nuestras vidas, por la sensibilidad que ha de guiar la lucha por el bien de todos los cubanos, con el concurso de todos aquellos que sean consecuentes con los principios que por bases ha de tener la república. Recordemos a Martí cuando en su discurso de Tampa, 26 de noviembre de 1891, Con todos y para el bien de todos, expresó: «O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio integro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, —o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos».1
Vivimos en una sociedad que se debate fuertemente en uno de los más grandes desafíos que ha conocido la humanidad: el del yugo y la estrella. Hemos apostado siempre por el yugo para sobre él ponernos de pie y hacer lucir mejor la estrella que ilumina y mata. He ahí la elección martiana, síntesis de lo más autóctono del método electivo de la filosofía cubana; punto de partida para entender el presente cubano, de la mano de nuestra historia y con la mirada puesta en el futuro de la nación. El socialismo en Cuba tendrá necesariamente que repensarse ante nuevas coyunturas y circunstancias en el ámbito nacional e internacional. En un constante ejercicio del pensar, estamos obligados a adecuarnos al momento presente; ello por supuesto, siguiendo la definición de política de Martí, sin que la adecuación cueste la merma importante del ideal que se persigue.
Quiere decir que ante cambios y transformaciones económicas, en un escenario que marca uno de los acontecimientos de indiscutible trascendencia como lo es la apertura al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, y en un momento histórico donde prevalece a nivel mundial una cultura que tiene en el mercado, en las tenencias materiales y en el egoísmo personal, sus principales valores; nosotros los cubanos debemos mantener, a toda costa, los valores que nos distinguen, los que promueven la defensa de la Revolución, de la cultura y las ideas, del socialismo como alternativa para refrendar los derechos humanos que son flagrantemente vulnerados en el capitalismo.
Este tema obliga a pensar y a tomar partido desde el pensamiento martiano para descifrar los peligros que se nos acercan, para prepararnos cada día más y hacer de la ideología y la cultura cubanas un escudo protector ante las dosis penetrantes de las toxinas imperialistas, contra las que hay que seguir luchando.
Si queremos ser prósperos, vivir en una sociedad que garantice la conquista de sus derechos, que se fortalezca económicamente y mantenga siempre sus páginas de gloria histórica, no podemos olvidar nuestra historia, la lucha heroica del pueblo por la independencia, por su soberanía, por la defensa de los niños, ancianos, jóvenes, por dotarlos de derechos políticos en un modelo de democracia que si bien hay que continuar perfeccionando, es antítesis de aquel del que mucho nos alertó Martí para no sucumbir bajo sus alas: el de la democracia representativa burguesa.
Vivió mucho tiempo el Apóstol en Estados Unidos y ello le permitió conocer de cerca la realidad anglosajona, las pretensiones expansionistas y los peligros que para nuestra América ello representaba. El Apóstol asumió, derivado de su estancia en Nueva York y de su conocimiento y análisis de aquel entramado social, ante la convocatoria a la Conferencia Internacional Americana de Washington en los años 1889 y 1890, que: «Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia».2
Luego nos encontramos en una América más fortalecida, con importantes desafíos en materia de integración, de solidificar los valores que nos unen a pesar de nuestras diferencias, y sobre todo de seguir las enseñanzas de los padres fundadores y guías del pensamiento y la acción latinoamericanista. En este contexto, y ante una crisis humanística que pone en peligro la condición humana del hombre, se ha anunciado desde el pasado 17 de diciembre, día histórico por el regreso de nuestros hermanos Tony, Gerardo y Ramón, que se iniciarán los pasos para el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Ello suscita múltiples interrogantes a la vez que dignifica al pueblo heroico de Martí y Fidel en esta nueva victoria de la Revolución.
En este sentido, nuestra dirección histórica, ha sido tradición, ha mostrado siempre su intención de dialogar con el Gobierno de Estados Unidos para alcanzar, que ha estado en juego durante tantos años, el equilibrio entre ambas naciones. Este diálogo ha de estar provisto del respeto a la soberanía, la autodeterminación y a la no injerencia en nuestros asuntos internos; pues como expresara el compañero Raúl en la clausura del IV Período Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular: «(...) siempre estuvimos dispuestos al diálogo respetuoso, sobre la base de la igualdad para tratar los más diversos temas de forma recíproca, sin sombra a nuestra independencia nacional y autodeterminación, y como Fidel señalara, sin renunciar a uno solo de nuestros principios».3
Sobre esa base, y conscientes de que el camino es largo y complejo, y que el bloqueo económico, comercial y financiero al que hemos estado sometidos desde hace más de 50 años se mantiene haciéndonos daño, se tendrá que andar en este momento, en el que se define un futuro que ha de ser consecuente con la tradición de lucha del pueblo cubano. La batalla ideológica que libramos se intensifica, es un deber de las distintas generaciones de cubanos refrendar los valores del socialismo, ir a las esencias que nos mueven desde el corazón y la razón, para así ser inmunes a la penetración cultural que representa el capitalismo. De ahí que, tal cual dijera el General de Ejército en la Asamblea Nacional: «No debe pretenderse que para mejorar las relaciones con los Estados Unidos, Cuba renuncie a las ideas por las que ha luchado durante más de un siglo, por las que su pueblo ha derramado mucha sangre y ha corrido los mayores riesgos. Es necesario comprender que Cuba es un Estado soberano cuyo pueblo, en libre referendo para aprobar la Constitución, decidió su rumbo socialista y sistema político, económico y social».4
Fieles seguidores de Martí y Fidel, abracemos junto a cinco hermanos que devienen paradigmas de lucha en los jóvenes, que demostraron con su heroicidad que por amor a la patria se entrega hasta la vida si fuese preciso, la causa que continúa despertando conciencias: la justicia social, la salvación de la humanidad ante el ingente peligro de perecer y el equilibrio del mundo como soñó un joven de 162 años que acompaña a los cubanos en la batalla de ideas que ha liderado Fidel junto al pueblo del decoro y la Isla de la dignidad. Pensemos el futuro de Cuba, mientras yo sigo apostando como Martí por la utilidad de la virtud y a echar mi suerte con los pobres de la Tierra. En este y cualquier otro escenario de lucha: «Mi honda es la de David».
1 Martí, José: Discurso Con todos, y para el bien de todos, Tampa, 26 de noviembre de 1891, Obras Completas, tomo IV, p.270.
2 Congreso Internacional de Washington, Nueva York, 2 de noviembre de 1889, Obras Completas, Tomo 6, p.46.
3 Discurso pronunciado en la clausura del IV Período Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular el 20 de diciembre de 2014.
4 Ídem.
5 MARTI, José: Discurso Con todos, y para el bien de todos, Tampa, 26 de noviembre de 1891, Obras Completas, tomo IV, p. 270.