Todo sería muy simple por el camino más recto. Y más beneficioso para las dos partes: ganancias allá, ahorros acá. Pero el muro económico, comercial y financiero levantado por el Gobierno de Estados Unidos con una mezcla de resentimientos, rabia y otras «sustancias» retrógradas, obliga a Cuba a buscar en lejanos lares o con la ayuda de intermediarios lo que necesita para seguir, deportivamente hablando, en zona de strike.
El movimiento deportivo cubano ha tenido que «bordear las esquinas» para que el imperio no le «ponche» los proyectos de adquisición de tecnologías, implementos, bibliografía y lo demás que las ajustadas finanzas le permiten para mantenerse en la élite mundial y, sobre todo, garantizarles a todos sus hijos e hijas la posibilidad de practicar deportes gratuitamente.
Quizá algún día el libro Guinnes de récords homologue los desvelos, las estrategias y el vasto repertorio de «lanzamientos» de las autoridades cubanas, pues si repites uno, entonces el adversario más enconado que ha tenido nuestro pueblo lo descubre y la emprende con el otro.
Y otras veces, las más, ese mismo otro acepta «jugar» comercialmente con Cuba, pero le pone precio al riesgo. «Porque si Washington me coge…», dicen con el miedo de quien no quiere líos con el mandamás.
Pongamos algunos ejemplos, porque los numeritos «hablan». Para la preparación de nuestro equipo al III Clásico de Béisbol y la Serie Nacional se necesitaban artículos de fabricación norteamericana. Como el bloqueo nos impide adquirirlos en ese mercado, hubo que hacer una travesía más larga, gracias a los puentes tendidos por terceros.
La máquina de lanzamiento de pelotas ATEC, modelo Casey Pro 3G, pudo comprarse en el país norteño por 20 300 dólares, sin embargo, hubo que gastar 10 000 dólares más para que un socio la comprara como si fuera para él y después nos la vendiera.
Para el campeonato nacional de pelota se importaron 17 juegos de bases por un monto de 10 600 dólares, el doble de lo que se hubiera invertido si se hubieran podido traer directamente de Estados Unidos.
Pero ahí no acaban las más recientes pérdidas ocasionadas a nuestro pasatiempo nacional, pues Cuba no recibió ni un kilo del millón de dólares que acumuló por su participación y resultados en el III Clásico.
Lo que en países desarrollados es una tecnología común para la práctica del atletismo, un fotofinish, aquí no existe dado su alto costo. Tenerlo implica una erogación adicional «gracias» al bloqueo. Lynx System Developers Inc, tiene un representante en México, pero no nos vende este tipo de equipos. Ya usted sabe por qué.
A base de «fintas» por aquí, ayudas por allá, tendremos que desembolsar 19 500 dólares por encima de los 28 700 que nos costaba ese equipo en 2012.
También las velas requieren de implementos de alta densidad tecnológica, cuyo principal proveedor en nuestra región es…, bien, ya usted lo imagina.
Pues Cuba hace un tiempo fue a Europa para ver quién le «tiraba el cabo». Fin del cuento (o mejor, de las cuentas): tuvo que hacer un «paquetico extra» con 8 400 dólares para disponer de lo que hubiese facturado en Estados Unidos por 16 000.
Si fuera la época de Robin Hood, los arcos y las flechas se elaborarían aún con fibras naturales. Pero ahora no es así. Y cada vez los implementos resultan más costosos. El año pasado, por ejemplo, el Inder gastó 6 900 dólares en un lote que a solo 90 millas cuesta 5 200.
Así, el monto de recursos financieros gastados por encima de lo normal crece cada año. Y junto con él, las «curvas» para burlar la causa de ello. Una obra paciente, estratégica, como un juego de ajedrez, para que el deporte cubano, a pesar del bloqueo, siga codeándose con los mejores.
¿Cuántas medallas más se obtendrían en certámenes internacionales si no fuera por esa aberrante zancadilla política de la Casa Blanca?