Las pequeñas cosas que hacen grande la vida de Manuel. Autor: Adán Iglesias Publicado: 04/01/2025 | 08:08 pm
La Tierra, el planeta, no ha parado de dar vueltas alrededor del Sol y por ende la vida ha seguido su largo viaje. Cambian los tiempos, las cosas, la modernidad arranca de un tirón las viejas costumbres… pero no siempre es así.
Hoy estamos celebrando el cumpleaños 82 de nuestro querido Manuel, de Matanzas, del dedeté, de todos… como siempre digo; y porque sé que Manuel es de esos hombres que el tiempo llena de experiencias, pero no cambia sus costumbres y su pensamiento, puedo asegurar que los años no han borrado ni han cambiado la forma de pensar y de asumir la existencia de este pequeño gigante de la gráfica y del arte cubano. Así dije, y así presenté a Manuel hace algún tiempo. La vida y este suplemento del dedeté me han dado la inmensa oportunidad de volver a presentarlo entonces:
Manuel comenzó a hacer caricaturas desde muy joven, cuando estaba en el Servicio Militar. Al licenciarse, el dedeté se convirtió en su casa, en su hogar de siempre. Cuando llegó el retiro y regresó a su Matanzas natal. Aunque en los últimos lustros ha dedicado mucho más tiempo a la cerámica y la pintura, nunca ha dejado de hacer caricaturas.
—¿Por qué?
—Por el rigor del trabajo. La caricatura prescinde de la labor constante. Es un proceso difícil que si te separas del medio puedes perder el olfato. Es algo incontrolable: presientes que hay un buen chiste, que está en un lugar, y que hay que hacerlo. Así es de compleja la caricatura. En otra modalidad la creación es la felicidad. La caricatura es un látigo. Solo la disfrutas cuando está hecha.
—¿Ahora cómo ves esa relación de la caricatura con tu vida?
—Es fundamental. Es la formación. La medida de tener un concepto real y profundo de la realidad y la sociedad. La caricatura es participante y protagonista de mi vida. Me siento privilegiado por haber contado siempre con un espacio en los medios donde mostrar mi trabajo. Ha sido mi mayor compromiso.
—¿Y la pintura, la cerámica, la han desplazado?
—Son cosas diferentes. Esas no te llevan a compromisos sociales inmediatos. De igual forma requieren de gran responsabilidad, pero la dinámica es distinta.
«La cerámica es un juego. Pintar es el relajamiento, donde te puedes recrear… aunque a veces el cuadro te arremete, te ataca. La caricatura es una lucha constante. Un enfrentamiento para el que se requiere un fuerte poder intelectual. Cada una tiene su espacio, y a la vez ellas se alimentan entre sí.
—¿Qué papel le asignas a la caricatura en el mundo actual?
—El humor es fundamental, algo que hay que cuidar y darle protagonismo y fuerza. No se debe dejar al margen. No siempre tenemos a mano alguien con ojo agudo, capaz de ver lo más complejo de la sociedad. No se puede dejar perder a un solo humorista, más en nuestro país donde hay tantos y tan buenos.
—¿Qué es lo que más disfrutas fuera de la creación?
—Pescar, leer, estar con los amigos, ver televisión… No soy exigente. Las pequeñas cosas hacen una gran cosa que es la vida, en la que siempre hay que buscar, y tengo más de lo que me pertenece. No he perdido la capacidad de sorprenderme y no soy ambicioso. Vengo de la tierra. Nunca cambiaré mi espiritualidad por confort. Soy incapaz de trabajar en otro sitio que no sea mi lugar, mi país.
—¿Qué recuerdas como lo más importante que te haya sucedido a lo largo de todos estos años?
—La primera vez que publiqué algo en un periódico. Fue mágico aparecer en las páginas de Juventud Rebelde, de Palante… No suelo discernir entre lo bueno y lo malo que me ha pasado. Al final siempre son más las cosas agradables. El mundo del periódico y la caricatura es inigualable y compensa todo lo malo que te pueda pasar. Es un desquite. No se pueden separar vivencias ni etapas. Es solo un gran camino. Como un largo día.