Tal como ha ocurrido en otros procesos democráticos impulsados por la nación bolivariana, el pueblo venezolano está apto para la defensa de la soberanía y el orden constitucional. Autor: SUNDDE Publicado: 04/01/2025 | 06:17 pm
La toma de posesión de Nicolás Maduro como presidente reelecto de Venezuela convoca a las fuerzas bolivarianas a defender su voto frente a la continuación de la maquinaria opositora que, con el apoyo de Estados Unidos y montada en la tesis del fraude, intentará sabotear ese acto y dar paso, nuevamente, a la desestabilización.
La reiterada intención manifestada por el excandidato opositor Edmundo González —fantoche de la verdadera agitadora, María Corina Machado—, de llegar a Venezuela desde su exilio en España para «tomar posesión», anuncia una provocación que debe ser enfrentada por la movilización pacífica de las masas bolivarianas, convocadas por el PSUV para acompañar a su líder.
Se ha dicho que no hay restricciones para la entrada de González a su país, que abandonó por voluntad propia luego de desconocer las leyes, según las cuales debió presentarse con «sus pruebas» ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo, para ventilar las denuncias del supuesto fraude.
Pero sería difícil pronosticar qué ocurriría en un contexto donde las masas que dieron el voto al chavismo se mantienen firmes en la defensa de su sufragio, y el llamado de sus dirigentes es a mantener la paz.
Las denuncias del presunto fraude siguen contando, obviamente, con el respaldo de Washington, como lo demostró el diálogo telefónico sostenido hace unos días por el secretario de Estado saliente, Antony Blinken, con González y María Corina, ratificándoles el apoyo.
Será peor cuando asuma Donald Trump, gestor de una arremetida contra Venezuela que incluyó sanciones y la fabricación de otro «presidente» falso con el invento del interinato y la figura ya fenecida de Juan Guaidó.
Pero, a diferencia de entonces, cuando una cincuentena de naciones se sumó a la campaña trumpista, todavía hasta fines de diciembre, la Unión Europea, aunque no le escatimó respaldo moral a González, tampoco le había concedido un reconocimiento formal.
De cualquier modo, algunos países se han sumado al carro que lidera Washington, y no puede descartarse que en el transcurso del año que inicia se remprendan y sumen acólitos a nuevos proyectos intervencionistas desde la diplomacia estadounidense, en breve dirigida por el nominado Marco Rubio y por Mauricio Claver-Carone, propuesto por Trump como enviado especial para América Latina, si el Congreso aprueba ambos nombramientos.
Del otro lado, la institucionalidad venezolana se nota confiada en sus potencialidades, partiendo de su defensa de la verdad, del triunfo frente a los intentos violentos y desestabilizadores que siguieron al 28 de julio electoral, y los avances que registra su economía, lo que redundará en un incremento del bienestar social, que es el propósito supremo del proyecto bolivariano.
Piso sólido
Luego de imponerse al impacto de las más de 900 medidas coercitivas unilaterales con que la castigó la administración de Trump en su anterior mandato —gracias a que antes Barack Obama la había declarado «un peligro inusual para la seguridad nacional de EE.UU.»—, Venezuela se encuentra hoy, probablemente, en las mejores condiciones de los últimos años para avanzar hacia la consolidación de su proyecto económico y social.
Para ello ha sido definitorio el esquema de relaciones multipolares gestado desde los tiempos del líder Hugo Chávez y su fomento de nexos con países como Turquía e Irán, China y Rusia, naciones que, entre otras, han desempeñado un importante rol como partners de un país dueño de las mayores reservas de crudo del mundo, cuya industria petrolera sufrió el bloqueo feroz de Estados Unidos que derrumbó su producción y depauperó la maquinaria energética.
Además, el conflicto Rusia-Ucrania y las sanciones que tras esa mampara Occidente aplicó contra Moscú, volvieron los ojos al hidrocarburo venezolano y obligaron a Joseph Biden a hacerse la vista gorda y dejar resquicios a las sanciones que él mismo reimpuso, para que algunas compañías transnacionales de su país y otros lares comerciaran con los combustibles venezolanos.
Obviamente, las medidas de castigo afectaron sobremanera la producción del primer rubro nacional: el petróleo descendió de los tres millones de barriles diarios que PDVSA ponía en el mercado en sus mejores momentos a 400 000 por jornada, la cota más baja; pero logró reflotar a cerca del millón de barriles diarios, con tecnología propia, el pasado octubre, luego de una escalonada recuperación.
Ha habido mucho de esfuerzo nacional. Junto con el sector minero, el desarrollo agrícola, que también tiene base en los proyectos endógenos de que tanto habló Chávez, ha despegado en los últimos dos años, y, según los reportes, provee ya a Venezuela de lo necesario para vivir, en busca de la soberanía alimentaria, propósito común para el mundo de hoy.
Según cifras oficiales ofrecidas por el Banco Central de Venezuela (BCV), el Producto Interno Bruto (PIB) de los primeros dos trimestres de este año fue de 8,4 y 8,7 por ciento respectivamente. En diciembre sumaban los 14 períodos similares en que se mantuvo creciendo, y las expectativas gubernamentales son que el año cerrará con un ocho por ciento de PIB.
La Cepal calcula cifras más conservadoras, en el entorno de un seis por ciento, aunque reconoce que la venezolana será la economía que más crezca en América Latina y el Caribe cuando se saquen las cuentas finales de 2024.
Si se comparan con los discretos índices que se avizoran para los PIB de Estados Unidos y Canadá, Venezuela será el país que más crezca en el hemisferio.
Una economía saludable coloca piso sólido al propósito de que este mandato sea la arrancada de una mejor etapa en la vida nacional, lo que ofrece importante asidero a la estabilidad del país, y lo dota de renovada para enfrentar posibles nuevas arremetidas foráneas.