Los tres Reyes Magos. Autor: JAPE Publicado: 02/01/2025 | 07:56 pm
No tengo nada en contra de los Reyes Magos. Fui de los pocos niños que, en mi pueblo, recibían la visita de Gaspar, Melchor y Baltasar. Recuerdo con agrado el automovilito de pedales que me dejaron junto a la cama un año en que me había portado bien y que coincidió con que a papá le pagaron unos atrasos que le debía el gobierno de Machado.
Ya por aquella época, algunos niños, mayores que yo, me habían dicho que los Reyes Magos no existían, que eran los padres quienes ponían los juguetes, lo cual provocó ciertas dudas en mi mente infantil: la primera que me asaltó fue que vinieran en camello. No fue hasta muchos años después que en Cuba se utilizaron los «camellos» como medio de transporte, por lo que me resultaba extraño tener que ponerles a los de los Reyes Magos mazos de hierba junto a la cama, para que se alimentaran y pudieran proseguir su viaje. Los «camellos» que vinieron después se alimentan con petróleo.
Cuando la crisis de los años 30 me convencí de que Gaspar, Melchor y Baltasar eran analfabetos. Por lo menos, no sabían leer. Yo les pedía, en mi cartica, que me trajeran una bicicleta, y ellos me dejaban una pistolita de fulminante, que nosotros llamábamos de misto, abollada e inservible. Para jugar a la policía y los ladrones, teníamos que hacer los disparos con la boca: «pum… pum». Fue la primera vez que pensé que los Reyes eran unos cicateros. Al hijo del alcalde no; al hijo del alcalde siempre le traían lo que pedía en su cartica. Parece que se portaba mejor que yo.
Yo me resistía, sin embargo, a reconocer que fueran los padres. Si eso hubiera sido verdad, todos los niños, sin excepción, hubieran recibido sus juguetes. Porque, ¿qué padre deja sin juguete a su hijo? Y yo veía que los Reyes no le dejaban nada al hijo del carretillero del central, o al del clarinetista de la banda municipal. No, no podían ser los padres.
Fue por eso que, un año en que me había portado muy bien y solicité una carriola, formé tremendo escándalo cuando se me aparecieron con un calzoncillito de lienzo gallego, del más barato, como único regalo. Grité que era ridículo alquilar un camello en Belén y venir hasta Cuba para dejarme esa mierda. Que el año siguiente me iba a portar más mal que nunca. Que yo no necesitaba ningún calzoncillo, que me había habituado a andar sin ellos y que era más fresco y más barato. Y que lo que yo quería era una carriola, no esa basura. Entonces, mi madre que me observaba silenciosa, exclamó angustiada:
—No fueron los Reyes, fuimos tu padre y yo. No teníamos dinero para más. Y rompió a llorar.
Ese 6 de enero de mil novecientos no me acuerdo cuántos, estrené mi primer calzoncillo. Y me sentí el niño más feliz del mundo. Empezaba a hacerme hombre. Los Reyes no vinieron más. Y me alegro.
Enrique Núñez Rodríguez, Periódico Juventud Rebelde, 14 de enero de 2001
Lacoste, Palante, 2018
Enrique Lacoste Prince. Caricaturista, historietista e ilustrador. Es también una de las firmas que caracterizan a Palante y que se hace popular en cada entrega. Su obra está esparcida en muchos de los medios nacionales como Bohemia, Habanera, Tropicana Internacional, Granma, El Economista, Trabajadores… y en una considerable cifra de volúmenes de historietas, generalmente de corte histórico. Ha colaborado con varias publicaciones foráneas, y es ganador de múltiples premios nacionales e internacionales. Por su vasta experiencia y recorrido en el gremio, a menudo funge como jurado de importantes eventos de las artes gráficas.
Postalitas de año nuevo
I
¡Felicidades, pistero
que sirves el carburante
al automóvil flamante
y al ancho camión de acero.
Piensa que no es el dinero
estatal, privada mina;
trabaja con disciplina,
haz de tu trabajo un arte
y, si no quieres quemarte,
no juegues con gasolina.
II
Burócrata: te deseo
que realices lo que anheles
eliminando papeles
que llevan al papeleo.
Por tu diario zigzagueo
la economía se agrava.
Acaba, compay, acaba
de entender mi diccionario
—el trámite innecesario—
no es trámite, sino traba.
III
Querido administrador,
sonríate la ventura;
pero procura, procura
no ser adminis-traidor.
Piensa, pues, en el sudor
noble de cada cubano.
Y sé guardián cotidiano
de la colectiva plata,
nunca metiendo la pata
y mucho menos… la mano.
Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí)
Del volumen Epigramas de Juan Claro.
Selección de María Eugenia Ascuy.
Editoral Sanlope, Las Tunas 2004.