Al siguiente día de que Juventud Rebelde y numerosos sitios de internet publicaran mi artículo Una injustificable injusticia (5 de febrero), en el que escribía sobre los cinco antiterroristas cubanos injustamente sancionados en Estados Unidos, un amigo me trajo desde La Habana el libro Los últimos soldados de la guerra fría, del escritor brasileño Fernando Morais. De más está decir que, de una sentada, me lo leí. Está escrito en una forma sencilla, sin palabras rebuscadas y resulta muy fácil su lectura.
Morais logra hacer una narración amena de cómo es que los cinco cubanos llegaron a Miami para hacer sus labores dentro de las organizaciones terroristas de la Florida. Describe, una a una, la historia de los Cinco en una forma magistral. Narra acerca de sus vidas en los primeros tiempos de haber llegado a esta ciudad y los trabajos que pasaron para sobrevivir económicamente. Esos jóvenes laboraron cortando césped, fueron mecánicos...
Leyendo en el libro sobre las vidas sencillas que ellos llevaban, el lector se da cuenta de que se trata de verdaderos jóvenes que buscaban información para defender a su patria. Duro tiene que haber sido para esos compatriotas y revolucionarios soportar el dolor de ser vistos como traidores a su país por sus propios familiares, amigos y compañeros ya que, parafraseando al Maestro, en silencio tuvo que ser. No puedo imaginarme lo que se puede sentir en un caso como el de estos cubanos. El simple hecho de saber que estaban realizando una labor patriótica y ser valorados exactamente como lo contrario, incluso por sus seres más queridos, debe haber sido una condena tan grande como la que una jueza federal injustamente les impuso.
Además, debe de ser una vida muy solitaria la de estar infiltrado entre los enemigos de su país, compartir sus opiniones y hasta llevar a cabo acciones en conjunto, como la única forma de hacer la tarea encomendada. Hay que conocer el elemento para entender cómo estos personajes miamenses se expresan y actúan. El odio a cuanto huela a Cuba es tan visceral que les sale por cada poro de la piel, odio que es una constante en sus conversaciones diarias. Como he escrito en varias ocasiones, esta gente empezaron odiando al Gobierno revolucionario y terminaron odiando a Cuba y a su pueblo.
Fernando Morais no se limitó a escribir sobre la vida de los Cinco, sino que describe en detalle los actos terroristas llevados a cabo contra las cadenas hoteleras y puntos turísticos de Cuba por mercenarios centroamericanos pagados por los anticubanos de Miami. Describe cómo la Fundación Nacional Cubano Americana le daba el dinero a Luis Posada Carriles para que los reclutara en El Salvador y Guatemala, y cómo estos llegaban a La Habana para colocar sus artefactos explosivos. Morais detalla los lugares y las fechas de cada uno de los atentados terroristas (víctima fatal de uno de ellos fue el joven italiano Fabio di Celmo, herido de muerte en el vestíbulo del Hotel Copacabana, mientras tranquilamente se tomaba una taza de café). Decenas de cubanos o turistas hubiesen podido correr la suerte de Di Celmo. Bien se sabe que el vestíbulo de un hotel puede estar medio vacío en un momento determinado e instantes después repletarse de personas que se van o llegan.
Con el derrumbamiento de la Unión Soviética, los «comecandela» de Miami empezaron a hacer planes para su regreso a Cuba. Como ellos acusaban a la Isla de ser un satélite de la URSS, les era muy fácil llegar a la conclusión de que la Revolución Cubana se iba abajo junto con aquella. Al fallarles los cálculos de la caída por sí sola, intensificaron sus acciones terroristas, lo mismo con bombas en centros turísticos que con ataques indiscriminados de lanchas rápidas a playas repletas de turistas. El fin era muy sencillo: acabar con la naciente industria turística para que esta no fuera una fuente de recursos para el pueblo de Cuba.
Es en ese medio de violencia terrorista que la labor de los jóvenes cubanos infiltrados en esas organizaciones se tornó más importante para evitar que se siguieran llevando a cabo los planes de los anticubanos de Miami.
En Los últimos soldados de la guerra fría, Morais le da al lector una amplia y detallada historia de cómo sucedieron los hechos que llevaron al Gobierno de Estados Unidos a cometer una gran injusticia. Espero que este libro tenga una gran resonancia mundial, para que se conozca la verdadera historia de esos jóvenes y para que el presidente Barack Obama sienta la necesidad de enmendar tan triste página de la justicia norteamericana.
*Periodista cubano radicado en Miami