LONDRES.— Los ingleses son conocidos en el mundo por muchas cosas. Dicen que son puntuales como ninguno. Pasaron a la historia como los padres del fútbol, pusieron su sello a un tipo de salsa, y poseen una de las monarquías más emblemáticas del planeta.
Sin duda, existen muchas otras. Pero tal vez ninguna defina tanto la idiosincrasia de esta nación que ahora organiza por tercera vez unos Juegos Olímpicos, como su legendaria costumbre de consumir té.
Cuenta la historia que la planta llegó a estos lares en el siglo XVII, cuando Carlos II reinstauró la monarquía. Su esposa, la princesa portuguesa Catalina de Berganza, lo hizo popular en el país, pero fue Ana, la séptima duquesa de Bedford, quien estableció a principios de los años 1800 la tradición de consumir la infusión a las 5:00 p.m., acompañada de alguna galleta o alimento ligero.
El hecho se convirtió en un verdadero ritual de la aristocracia británica, y además la excusa para organizar reuniones sociales con disímiles objetivos. Para nosotros será durante estos días el momento de escribir sobre todo aquello que trasciende a los escenarios deportivos, aunque casi nada puede escapar aquí del «embrujo» olímpico.
Así, no existe mejor pretexto para nuestra primera taza simbólica de té que comentar algunas de las particularidades que definen esta cosmopolita urbe. Y comenzamos por los pubs, esos bares típicos que abundan en cada barrio londinense.
Según los historiadores, estos locales donde se suelen consumir increíbles cantidades de cerveza, se derivan de las tabernas y las posadas de la época medieval. Y a diferencia de estas, han adoptado con el paso de los años la costumbre de colocar mesas en su exterior, y en muchos de ellos se sirve comida.
Según datos de la Sociedad Británica de Cervezas y Pubs, en 2010 funcionaban en el Reino Unido alrededor de 52 000 pubs, lo que representaba una proporción de uno por cada 1 197 habitantes. ¡Casi nada!
Refleja la Enciclopedia Británica que pubs es la abreviatura de la expresión «casas públicas», un término que se usaba para diferenciarlos de los clubes privados.
Y si alguien duda de su carácter popular, puede convencerse por estos días de abundantes transmisiones televisivas de deportes, pues algunos pubs de esta ciudad se convierten en verdaderos estadios.