Respeto (respect, en inglés). Esa fue la máxima «empotrada» por la Unión Europea de Fútbol (UEFA) en los brazaletes de los 16 capitanes de equipos participantes en la recién finalizada Eurocopa de Polonia-Ucrania, que cerró con el categórico triunfo de España ante Italia (4-0).
Pero una vez más lo que primó fue el irrespeto. No escarmientan esos hinchas racistas, groseros y perturbadores del orden en las gradas, a quienes poco les interesa que sus disturbios perjudiquen, incluso, a sus propias selecciones.
Por eso, más allá de un vencedor y un vencido, hoy les propongo «dispararle a balón parado» a las sanciones que debió aplicar la UEFA a varias federaciones nacionales.
Año tras año, la FIFA le saca «tarjeta roja» a tales transgresiones. Pero el aire sigue contaminado de ese flagelo en cuanta latitud se mueve un balón de fútbol. Y la Eurocopa, por supuesto, no fue la excepción.
Al compás de la Tango 12, la sanción más fuerte ahora recayó en Croacia, pues sus seguidores lanzaron bengalas hacia la grama en los cotejos contra España e Italia, por el grupo eliminatorio C.
Igualmente, la UEFA multó en par de ocasiones a la federación alemana, debido al uso de símbolos neonazis en el graderío, algo que ya se ha hecho habitual entre sus aficionados.
Rusia y la anfitriona Polonia —léase bien esto— también fueron amonestadas por el comportamiento inapropiado de sus fanáticos, que no solo se agredieron mutuamente sino que, además, la emprendieron contra el grupo de ayudantes en el estadio, en el último cotejo del grupo A.
Entretanto, en el duelo inicial entre Italia y España, la UEFA sancionó a la federación española ya que sus hinchas entonaron cánticos racistas contra el delantero azurri Mario Balotelli. Nada, que a esos ibéricos malintencionados no los controla ni el rítmico toca-toca a la esférica de sus excelentes jugadores.
Pero si en el tema de marras existe un jugador polémico en ligas mundiales, ese es Balotelli. El talentoso ariete nació en Palermo, en la isla de Sicilia, el 12 de agosto de 1990, de padres ghaneses, pero luego fue adoptado por la familia italiana Balotelli.
Impetuoso en su juego, el chico nunca ha cerrado la boca ante los términos discriminatorios que recibe o frente a las burlescas caricaturas aparecidas no solo en su natal Italia, sino también en cualquier cancha foránea.
Los seguidores del fútbol aún recuerdan su paso por el club Inter de Milán —ahora se desempeña en el Manchester City— y los insultos racistas que le recetaron los hinchas del club Juventus de Turín, que fue obligado a disputar un partido a puertas cerradas.
Y en esta Eurocopa, Balotelli también sufrió los embates del volcánico graderío.
En el duelo de semifinales ante Alemania, el joven fue el héroe italiano, al marcar los dos goles estratosféricos del triunfo (2-1). Entonces, la prensa y quienes lo repudian en su país lo elogiaron sin mesura. Y es que, al final, goles son amores y él firmó tres en el certamen.
Pero —como se apreció— al celebrar el segundo de esos goles, se quitó la camiseta y exhibió su torso desnudo. Ese gesto se interpretó por algunos como una respuesta del delantero a la viñeta publicada días atrás por La Gazzetta dello Sport, el principal diario deportivo italiano, en la que se le veía subido al Big Ben londinense, al modo del célebre King Kong en un rascacielos estadounidense —otra burla más—, con motivo del duelo que Italia le había ganado a Inglaterra en cuartos de final.
Realmente, la FIFA ha mostrado mano dura ante los disturbios en las gradas de los mal llamados «fieles seguidores» de equipos. ¡Ojalá y las próximas bengalas lanzadas sean para iluminar la correcta postura en las gradas! Ah, y esperemos que esta alerta también llegue a ciertos aficionados cubanos, en busca de conservar la actitud más apropiada en nuestros estadios. ¿Qué me dicen?