Como se esperaba, Grecia ha sido el centro de la informal cumbre de la Unión Europea que sesionó hasta el jueves en Bruselas. Pero la difícil ecuación que se abrió en la cita quedó sin respuesta.
Si bien el común denominador que preocupa a los 24 es la posibilidad de debacle abierta con la realización de nuevas elecciones en Grecia y la variante de que gane una izquierda opuesta a los ajustes, el conglomerado no pudo hallar consenso de cara a las dos posiciones que, ante ese panorama, se presentan.
De un lado está la inflexible postura de la Dama de Hielo, la canciller alemana Angela Merkel, imperturbable ante el escarmiento que los griegos dieron en las urnas al ex gobernante Pasok, y quien sigue abogando por los recortes y el cinto apretado, aunque la víctima esté sin aliento. Del otro aparecen ahora quienes, como el nuevo presidente francés, Francois Hollande, o el primer ministro italiano, Mario Monti, entienden que a rajatabla no puede ser, y votan por paliativos como la emisión de eurobonos que repartan solidariamente —es decir, entre todos— la carga de débitos de Atenas.
Aunque no van a ser echadas abajo, es obvio que están en discusión las rígidas recetas neoliberales aplicadas para «salvar» las maltrechas economías del Viejo Continente. (Al menos de algo ha servido el sacrificio griego). Pero todavía no hay consenso en torno a la «solución». El planteo en la Eurozona está trabado entre el ajuste a secas —la austeridad que tanto le gusta proclamar a la Merkel—, o con variables que también permitan el crecimiento (¿Podrá ser?).
Y no es que a los vecinos les preocupen tanto los puestos de trabajo que han perdido decenas de miles de ciudadanos en Grecia ni el encarecimiento de la vida que están padeciendo sus familias. Se trata de que una eventual salida de esa nación de la Eurozona, ya sea por decisión propia o por incumplimiento de sus «obligaciones», no solo traerá sinsabores inmediatos a Atenas: afectará a toda Europa e, incluso, allende sus fronteras.
¡Son los riesgos de la globalización! Y eso explica también la tenaz defensa que el presidente de EE.UU., Barack Obama, hizo en la reciente Cumbre del G-8 para que la fórmula europea sea esa: sanear las finanzas, pero propiciando apenas un hálito para que el producto interno bruto crezca y no retrocedan las economías, como le está pasando ahora mismo, en su conjunto, a la Eurozona.
De cara a ello, la única postura común de sus dirigentes es el acuerdo de que la nación helénica permanezca dentro del conglomerado. El caso es cómo lo van a lograr.
Sin embargo, puede que no resulte tan difícil. Del otro lado de la soga, el panorama preelectoral griego también exhibe matices. Los últimos sondeos ya no ofrecen una ventaja tan abrumadora para la coalición izquierdista Syriza (ganadora del segundo puesto en las elecciones de inicios de este mes), y la muestran seguida muy de cerca por el partido Nueva Democracia, acrítico ante los recortes.
Al mismo tiempo, también hay nuevos tonos —y que parecen inteligentes—, en el discurso del líder de Syriza, el joven Alexis Tsipras. Si le ganó adeptos hasta hoy su actitud intransigente contra los ajustes, y si la tenaz negativa a pactar con sus defensores bloqueó las posibilidades de Nueva Democracia y Pasok de formar un Gobierno de coalición, el leve matiz que impone ahora a sus propuestas parece buscar seguidores —dentro y fuera del país—, entre quienes temen los daños de un giro de timón demasiado brusco. No digamos que declina Tsypras, pero sí que atempera y contemporiza.
Aunque se mantiene renuente al programa impuesto por la troika al Pasok y Nueva Democracia cuando estos se encontraban al frente del ejecutivo, Tsypras, quien está de gira por Europa explicando sus planes a otros partidos de izquierda, ha dejado claro que si su coalición llega al poder no sacará al país de la Eurozona pero, a no dudarlo, renegociará las actuales condiciones del ajuste… así tenga que hacer lo que parece imposible: conmover a la hierática y hermética Angela Merkel…
Alejada del extremo, una postura semejante quizá ayude a los 24 a resolver sus difíciles cuentas.