Japón pondrá fin a las misiones de reabastecimiento de combustible a buques de guerra de Estados Unidos en el Océano Índico. El hecho hace realidad una de las promesas del Partido Democrático de Japón (PDJ) durante la campaña electoral y confirma las intenciones del nuevo gobierno de una política más independiente. En Washington aumenta la preocupación. A fin de cuentas, el archipiélago nipón ha sido su principal e incondicional aliado en Asia. Pero en el Imperio del Sol Naciente el «cambio», para sorpresa de Occidente, toma formas caprichosas.
No se trata solo de cumplir una promesa electoral. La ley que avala la participación desde 2001 de una flota de la Fuerza Marítima de Autodefensa en esas operaciones, que forman parte de la cruzada contra el terrorismo, expira en enero. El gobierno encabezado por el primer ministro Yukio Hatoyama prefiere reencauzar la contribución de su país a Afganistán —principal afectado con la presencia norteamericana— a través de un plan de apoyo alternativo, encaminado, principalmente, a la reconstrucción de ese país arrasado por la guerra.
Aunque esta había sido una decisión anunciada por Hatoyama, luego de la cumbre del G-20, la confirmación por parte del ministro de Defensa del país asiático, Toshimi Kitazawa, hizo saltar las alarmas. La Casa Blanca insiste en la necesidad del apoyo japonés. Para ellos, en medio de una delicada situación en la nación centroasiática, el retiro de la flota de reabastecimiento de combustible supone una preocupación extra (y ya tienen bastante).
Sin embargo, el ejecutivo japonés, que asumió las riendas del país el pasado 16 de septiembre, tras una histórica victoria frente al Partido Liberal Democrático, al parecer tiene claras las prioridades de su política exterior. Obvio, difieren bastante de las de sus antecesores. Los vaticinios acertaron: las relaciones tienden a cambios sustanciales, especialmente si se tiene en cuenta el total alineamiento de Japón a los designios estadounidenses después de su derrota en la Segunda Guerra mundial.
Ante este panorama, no es que las partes se enfrenten directamente, ni este sea motivo de alejamientos irreconciliables, aunque sí de preocupación para EE.UU. Al contrario, el ejecutivo japonés evita cualquier otro motivo de choque, y se prepara para recibir al mandatario estadounidense, Barack Obama, los días 12 y 13 del próximo mes. Esa será ocasión para el intercambio, y de ahí deben resultar las bases de las futuras relaciones.
Como la élite de poder norteamericana considera la alianza militar con Japón piedra angular de su política en Asia, seguro buscarán afianzar los principales compromisos. Pero, ante el expreso deseo del primer ministro Hatoyama de mantener una relación más independiente respecto a EE.UU. y dar mayor peso a sus vecinos asiáticos… esta vez tendrán que escuchar, una de las habilidades que al imperio le urge desarrollar y no solo para el continente asiático.
Por lo pronto, el retiro de la flota nipona es un adelanto de lo que podría ser el rumbo cambiante de la política exterior de la nueva administración en el Imperio del Sol Naciente.