A veces es sorprendente cómo cambian de opinión en relación con la política hacia Cuba quienes llegan a ocupar puestos en el gobierno de Estados Unidos. Un sinnúmero de políticos de este país se han mostrado favorables a cambiar la política agresiva y fracasada que ha estado vigente por años. Lo hacen antes de llegar al poder y después de salir del mismo, pero cuando han estado ocupando cargos federales, se han mostrado tan o más agresivos que aquellos que los precedieron.
Lo mismo da que sean liberales o conservadores, católicos o protestantes, del norte o del sur, demócratas o republicanos, todos cambian de opinión cuando llegan al gobierno. Definitivamente, la política hacia Cuba no es una política de gobierno, sino una política de estado. No son los gobernantes del país los que marcan las pautas, es el estado el que ha creado la línea a seguir.
Por mucho que se diga o por mucho que lo traten de ocultar desviando la atención hacia otros temas, la realidad es que Estados Unidos nunca ha aceptado, y tal parece que nunca aceptará que Cuba se transformara en 1959 en un país independiente cuya soberanía residiera en La Habana y no en Washington, como ocurrió desde finales del siglo XIX cuando se la arrebataron a los mambises que tanto habían luchado.
Los ejemplos sobran y son muy bien conocidos. Washington le enfiló los cañones a Cuba desde el mismo enero del 59 y hasta la fecha, 50 años después, no los ha dejado de enfilar. No le ha importado que todos sus argumentos para mantener una política tan criminal, abusiva y fracasada hayan sido condenados por el resto de los países del mundo en el seno de las Naciones Unidas; no le ha importado que sus mejores aliados en Europa hayan mantenido una posición diametralmente opuesta y que recientemente todos los países del hemisferio le hayan exigido un cambio radical de actitud hacia la Isla. Nada les ha importado ya que, con más o menos matices, su agresividad sigue en pie.
En relación con Cuba, Obama, el demócrata liberal negro del norte, no se diferencia mucho de Bush, el conservador blanco del sur texano. Hace unos días, Obama le impuso 110 000 dólares de multa a la compañía Varel Holdings por venderle equipos para la industria petrolera al estado cubano, exactamente igual que Míster Bush le impuso en el 2007 una multa de 164 000 dólares a la compañía PSL Energy Services que también comercializa equipos para la industria de hidrocarburos.
Muchos hablan ahora de que Obama está experimentando cambios hacia Cuba y ponen como ejemplo las recientes disposiciones mediante las cuales se han levantado las restricciones que pesaban sobre nosotros con respecto a viajes y envío de remesas. Incluso, hay quienes han pedido que el gobierno de Cuba debiera reciprocar con algunos gestos.
En realidad, lo único que ha hecho Míster Obama fue restituirnos el derecho que tenemos los cubanos que aquí residimos a ir cuantas veces queramos a nuestro país de origen, o sea, el mismo derecho que tienen todos los extranjeros que residen en Estados Unidos. Ha sido un gesto positivo hacia nosotros, que agradecemos y del cual nos sentimos muy contentos. Pero del dicho al hecho hay un gran trecho.
Han vuelto a poner a Cuba en la lista de los países terroristas. A Silvio Rodríguez, cantautor de fama internacional, le fue negada una simple visa para visitar a un amigo norteamericano en Nueva York, y continúan las multas a las compañías cuyas subsidiaras en el extranjero hagan cualquier tipo de transacción con el estado cubano.
Para el gobierno de Estados Unidos nada pasó en la Asamblea General de Naciones Unidas cuando el mundo entero votó en contra de las sanciones a Cuba, como nada pasó cuando el hemisferio completo, desde el Río Grande hasta la Patagonia, le pidió, casi le exigió al Presidente de este país que levantara el bloqueo.
El señor Obama está actuando igual que muchos de los políticos que han llegado al poder en este país: nada de levantar el bloqueo y cambiar la política hacia Cuba. En relación con nuestro país, en nada se parece el presidente Obama al candidato a senador Barack Obama, cuando proclamaba a los cuatro vientos que había que cambiar la política fracasada hacia Cuba. Parece ser que cuando hablan de Cuba, una cosa es con guitarra y otra es con violín. Cosas veredes, Mío Cid.
*Lázaro Fariñas es periodista de origen cubano residente en EE.UU.