Pocas cumbres semestrales de la Unión Europea fueron tan esperadas como la que tuvo lugar a finales de la pasada semana en Bruselas. El necesario tirón económico en momentos de crisis, el desafío del cambio climático y el frenazo dado por el electorado irlandés al Tratado de Lisboa, encargado de reformar el funcionamiento del bloque, fueron los platos fuertes de la discusión. Y del consenso...
Hablemos hoy del primero. Un paquete por valor de 200 000 millones de euros (el 1,5 por ciento del Producto Interno Bruto del conjunto de 27 países) es el eje central de un Plan de Reactivación Económica, que pretende, entre otros puntos, promover el empleo, incrementar el gasto público, bajar impuestos, ayudar directamente a los propietarios de inmuebles. Excelentes ideas, ¿no? Pero, ¿para qué? Pues para potenciar el aumento de los niveles de consumo.
En esta dinámica, los bancos recibirán plata para prestar y prestar, y se les urgirá que bajen sus tasas de interés, de modo que la gente se «endeude-endeude» al «consumir-consumir-consumir». En la misma línea va el llamado a que los gobiernos reduzcan el Impuesto al Valor Agregado (IVA), para que decrezcan los precios de los productos, y la gente se lance de cabeza —y sin casco— contra la puerta de las tiendas...
De igual modo, entre los sectores que recibirán su tajada está el del automóvil, que emplea a millones de europeos. El presidente francés, Nicolás Sarkozy, había defendido días atrás el apoyo a estas empresas bajo el principio de que no se les puede pedir que produzcan autos más limpios y energéticamente eficientes, y no darles un «empujoncito» para que lo hagan. Bien, ahí lo tienen. ¿Lo harán?
Estas y otras medidas fueron pensadas, según Bruselas, para complementar las ya tomadas por las autoridades de cada país en su acción particular frente a la crisis. Solo dos ejemplos: El gobierno británico decidió recortar el IVA, así como reducir impuestos por 24 000 millones de libras esterlinas a las capas sociales menos favorecidas, y aumentárselos a los más ricos. ¡Verdadero milagro en tierra de San Jorge!, pues hasta hoy, el gabinete laborista rechazaba subir impuestos a los más acaudalados. Aunque, según analistas, la jugada no tiene nada de sobrenatural y sí de cálculo político —las elecciones generales serán el año próximo, o en 2010—. ¡Malpensados...!
En la otra cara está la canciller federal alemana Angela Merkel. Para ella, como también para el galo Sarkozy, «nananina» de rebajas al IVA, pues «¿qué aporta? Solo precios más bajos. Creemos que otras medidas como las de insistir en innovación e investigación serán más efectivas para nuestras economías».
La vía preferida por Berlín es, según datos de la Deutsche Welle, la adquisición de nuevas maquinarias, el aumento del crédito a las medianas empresas, y otras medidas para asegurar que no se vayan por el caño un millón de empleos. Además, se piensa distribuir «bonos de consumo», papeles por valor de 250 y 500 euros, para que los compradores —en este caso, los que perciben subsidio de desempleo— puedan pagar con ellos en tiendas y mercados. Algo parecido hizo, más al sur, el gobierno del primer ministro italiano Silvio Berlusconi, al proponer una «tarjeta social», que con 40 euros, servirá exclusivamente para hacer compras y beneficiará a poco más de 1 300 000 personas.
Las recetas, como se ve, algunas se parecen. Y en su mayoría, están encaminadas a reavivar el consumo. En eso entroncan con el Plan de Reactivación cocinado por los 27 en la capital belga. Como si el exceso de mercaderías y la maximización de ganancias a niveles escandalosos, no estuvieran en la raíz del descalabro económico y financiero con el que la prensa hace su agosto, mientras los cesanteados hacen su más crudo diciembre.
Y bien, a principios de 2009 habrá otra cumbre para examinar qué tal le ha ido al Plan. Ya se verá cuál es la capacidad de la UE para articular respuestas que no se transformen —horizontes más allá— en crisis aun más agrias.