Durante casi medio siglo en esta ciudad han esperado un cambio de régimen en La Habana, pero resulta que esa transición está ocurriendo precisamente en Miami.
Este giro, que ya se manifiesta en la dinámica política local y estatal, tiene implicaciones potencialmente históricas.
La manifestación política más visible del cambio que se opera en Miami es que dos, y tal vez hasta los tres legisladores federales cubano-estadounidenses republicanos que representan esta ciudad, y que abanderan la política del bloqueo a la Isla, por primera vez se enfrentan a una competencia real para lo que antes eran reelecciones casi garantizadas.
De hecho, Lincoln Díaz Balart, la figura más conocida, la cual representa el poder conservador de los cubano-estadounidenses, está en grave riesgo de perder su puesto en las elecciones federales en noviembre ante el reto del demócrata Raúl Martínez, según las más recientes encuestas y la opinión de analistas entrevistados.
Mario Díaz Balart —hermano de Lincoln— contiende con Joe García, quien fue líder de la misma organización que inicialmente llevó al poder a los Díaz Balart, la Fundación Nacional Cubano Americana (CANF, por sus siglas en inglés).
Si gana uno solo de los demócratas, dice el analista cubano-estadounidense Francisco Aruca, en entrevista con La Jornada, «eso representaría el principio del fin, el derrumbe de la derecha en Miami».
Aunque todos los candidatos opositores se han definido como críticos del régimen cubano y no abanderan ningún giro radical en la política estadounidense hacia la Isla, sí se atreven a señalar que la estrategia de Washington durante cinco décadas ha fracasado, opinión impensable hace unos años.
Pero, sobre todo, sus campañas ya representan en sí mismas una apertura en Miami que llevaría a cambiar el papel tradicional de este estado en la política nacional y en las relaciones con América Latina.
Sergio Bendixen, encuestador y asesor político del Partido Demócrata, considera que en esta coyuntura se reflejarán en el escenario electoral los cambios que durante la década anterior han transformado a esta ciudad, y que aunque han pasado en gran medida inadvertidos fuera de aquí, «ese es el cambio que viene», advierte.
Los factores que impulsan la transición política en Miami son múltiples, analiza Álvaro Fernández, veterano organizador político aquí, director de la revista cibernética Progreso Weekly.
Por un lado hay un cambio generacional dentro de la comunidad cubano-estadounidense con las principales figuras más influyentes del exilio cubano cada vez más viejas o muriéndose. Las nuevas generaciones junto con inmigrantes que llegaron después de 1980 empiezan a tener posiciones diferentes o por lo menos no comparten las del exilio en los 60. Aún más alarmante para la vieja guardia, cuya relación especial con el Partido Republicano otorgó la única base latina de ese partido, los nuevos migrantes cubanos al convertirse en ciudadanos están optando por inscribirse más como demócratas o independientes que como republicanos, afirma Fernández.
Por otro lado, «Miami es cada vez más latino, pero menos cubano», comenta Fernández al señalar que hay más colombianos, venezolanos, centroamericanos y mexicanos. De hecho, por primera vez, los cubanos ya no son mayoría entre los latinos en el estado, algo que provoca cambios en los cálculos electorales tanto locales como nacionales.
Tanto jóvenes como veteranos de las luchas políticas aquí señalan que el consenso fundamental entre la comunidad es que Cuba y su Revolución no podrían existir sin Fidel Castro. Pero cuando Cuba no solo no se desintegra con la enfermedad de Castro, sino que sigue adelante sin ninguno de los desastres y explosiones que aquí se pronosticaban, la credibilidad de todo un sector conservador empieza a ponerse en duda. Junto con sectores de inmigrantes nuevos que desean mantener vínculos con sus familias en la Isla a través de viajes y envío de remesas, las bases del argumento viejo sobre el embargo y el apoyo anteriormente casi universal para esa política empiezan a desvanecerse.
Fernández comenta que en Miami, por primera vez, ya no existe una sola voz cubano-estadounidense, y mucho menos una latina. De hecho, parte del cambio es que cada vez hay más espacios mediáticos no solo liberados del monopolio conservador, sino que se dedican a denunciar a lo que llaman la «ultraderecha» que ha controlado esta ciudad durante décadas.
Los disidentes de Miami insisten en que una transición aquí ya es una realidad imparable. No pocos expresan su esperanza de que se manifieste en las elecciones en unos tres meses. Hay impaciencia después de casi 50 años de un Miami bajo un solo régimen. (Fragmentos. Tomado de La Jornada)