Un pueblo que ha luchado tanto no debe resultar engañado, y merece darse una buena elección. No solo quedaron de algún modo sorprendidos quienes conocen la beligerancia del pueblo ecuatoriano contra el entreguismo, la corrupción y los gobernantes anti-pueblo, y confiaban en los sondeos que arrojaban una intención de voto mayormente favorable a Rafael Correa. En la intimidad, incluso algunos dirigentes que se adivinaban ligados al surgimiento de la recién estrenada Alianza País, parecían frustrados...
Lo que menos se esperaba, en verdad, era que el conteo —accidentado por la rotura del sistema computadorizado E-Vote, las denuncias de fraude y acusaciones de parcialidad contra los observadores de la OEA— mostrara al magnate Álvaro Noboa como el candidato que más puntos ganó entre los 13 que se presentaron a la contienda.
Eso, y la existencia de cerca de un 40 por ciento de incrédulos que no votó, lo hizo en blanco o anuló la papeleta, fueron los resultados más visibles de la primera ronda por la presidencia ecuatoriana, que vuelve a disputarse este domingo.
Y, ¿qué haría revertir hoy los resultados del 15 de octubre?
Por un lado, la conciencia popular de que Noboa sería un más de «lo mismo» rechazado por los indígenas cuando sacaron del gobierno a Jamil Mahuad, en acción reeditada luego por las amplias masas al asumir el «Que se vayan todos» del pueblo argentino, tomar las calles pacíficamente, y expulsar a Lucio Gutiérrez.
El otro toque de gracia sería la incorporación de quienes no votaron en la primera vuelta: ese conglomerado que algún analista ha identificado como el verdadero vencedor de aquella ronda electoral —ni Noboa ni Correa llegaron al 30 por ciento—, y que muy probablemente solo lo hará hoy si percibe en ello la posibilidad de cambiar el estatus; o si entiende que reiterar su disgusto mediante la abstención solo dejará el camino libre a la derecha.
La situación se ha polarizado, y la nación está ante una elección histórica donde, tal vez como nunca en Ecuador, se les da a escoger a los ciudadanos entre las antípodas. Correa promete «un nuevo país», que después podrá o no ser. Pero Noboa anuncia, directamente, un retroceso.
El aspirante por el Partido Renovación Institucional (PRIAN) actúa con la prepotencia de los millones que hacen de él un hombre de la más rancia oligarquía nacional y latinoamericana, adepto incondicional y confeso del Norte, y enemigo declarado de la verdadera integración, como puede entenderse de su sucio uso de la figura de Hugo Chávez para intentar quitar votos a Correa, y el anuncio reiterado de que, si gana, romperá relaciones con Cuba y con Venezuela.
Solo la extrema pobreza que impide ver más allá de la necesidad perentoria del sustento —y la falta de escrúpulos de los ofrecimientos—, puede explicar que funcionen entre las capas más desposeídas, el señuelo de las 300 000 viviendas anuales que Noboa «va a construir» si gana, los bonos de dinero que «repartirá» y, de hecho, una obsequiosa campaña proselitista durante la cual ha intentado comprar el voto con artículos humanitarios de tanta necesidad como sillas de ruedas... Y con dinero —¡siempre el dinero!
Según se reporta, Noboa tiene su mayor cantidad de seguidores entre los sectores más pobres de la población. Ello también hace que el caso Ecuador resulte, para algunos, una paradoja. Después de las jornadas combativas escenificadas por su gente, pocos se resignan a creer que lo que sus ciudadanos quieren sea lo que Noboa les dará.
En todo caso, si sus ardides manipuladores funcionan, si los anti-oligarquía no lograsen la unidad ni vencer el escepticismo de esa franja que ya no cree, lo más probable es que el aspirante de la derecha gane; aunque es probable que engrose pronto un cada vez menos elitista club: el de los presidentes latinoamericanos desterrados deshonrosamente del gobierno.
FRENTE A FRENTETodo indica que algunas luces rojas encendidas el 15 de octubre fueron tomadas en cuenta. La derecha, dúctil para limar asperezas cuando ve en riesgo el poder, se ha aliado, como lo demuestran reportes que dan cuenta del apoyo expresado por la candidata socialcristiana Cynthia Viteri —ya que quedó fuera— a Noboa.
Pero la voz de «frente amplio unitario» también se echó a rodar del otro lado. Muchas organizaciones sociales, sindicales y políticas, han reaccionado con sentido de urgencia. El Movimiento Popular del ex candidato presidencial Luis Villacís fue de los primeros en expresar su respaldo a Alianza País para el balotaje de hoy, casi junto con el partido Izquierda Democrática. También lo hizo Pashakutik —identificado como brazo político de la CONAIE, aunque según muchos ya no la representa—, así como gremios obreros y la agrupación indígena Ecuarunari.
En tanto, jóvenes universitarios han conformado brigadas para «concientizar el voto de los indecisos y de las personas que aún creen que Noboa es la mejor alternativa», contaba uno de ellos.
Trascendente puede ser el más reciente pronunciamiento de la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) como bloque. Aunque se explicó que la baja puntuación obtenida por el indígena Luis Macas en la primera ronda fue la evidencia de los golpes que le infligió a esa agrupación la política escisionista del Imperio mediante la labor de zapa de Lucio, el mensaje podría ser signo de recuperación unitaria y, sobre todo, de posibilidades para Correa frente a la campaña de descrédito y compra de voluntades desplegada por Noboa.
Con la misma transparencia con que antes lo había hecho Ecuarunari (una de sus asociaciones miembros), la CONAIE identificó a Noboa con «la extrema derecha fascista», y llamó a defender «la patria» y «un futuro mejor para todos los ecuatorianos».
«La CONAIE se dirige a nuestros compatriotas en el país y en España, en los EE.UU., en todo el mundo, para llamarlos a detener a la derecha», apuntó el texto, que expresó su apoyo a Rafael Correa.
«Nuestro llamado es (...) para que seamos conscientes de que estamos en un momento histórico en que podemos construir un futuro para todos, o caer en una trágica noche de violencia de parte de los sectores más reaccionarios del país, apoyados por el Imperio norteamericano».
DOBLE RELIEVESe trata, entonces, de lograr la concreción mediante las urnas, del proyecto por el que ha luchado el pueblo de Ecuador. O, en el peor de los casos, de impedir que ocurra lo contrario.
Pero, a tenor con el alerta de la CONAIE y de distintos sectores sociales y políticos del país, el resultado de hoy tendrá también otras resonancias.
La definición ocurre cuando, empujadas por la lucha social y callejera y sostenidas por la pujanza en el plano institucional de esos propios sujetos sociales y políticos, las fuerzas de vocación nacionalista, soberana y anti-hegemonía, ganan espacio en América Latina.
No por gusto, estos dos años de comicios presidenciales han puesto los ojos del mundo en la región. Abrió la etapa de los «nuevos aires» y el cambio en la inclinación de la balanza con la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1998; su esperada reelección cierra el período eleccionario, el próximo diciembre.
De un hito a otro, median la llegada al gobierno brasileño del primer presidente de extracción obrera con la escogencia de Lula, reelecto hace apenas unas semanas; el triunfo electoral del Frente Amplio-Nueva Mayoría-Encuentro Progresista en Uruguay; la derrota al neoliberalismo que ha significado la presencia de Néstor Kirchner en la Casa Rosada argentina; la irrupción del primer gobierno indígena en Bolivia con Evo Morales en el poder y, más recientemente, la vuelta al gobierno nicaragüense del sandinista Daniel Ortega.
Ecuador podría ser desde hoy, entonces, uno más a favor de la integración real y solidaria que prioriza intereses y necesidades mutuas, u otro eslabón en la cadena que, cada vez más débilmente, ata a América Latina a los designios de la Casa Blanca.
PROPÓSITOS Y AMENAZAS
Rafael Correa ha reiterado su rechazo al TLC con EE.UU. y aspira a recuperar la Base de Manta quitándole su uso al Pentágono cuando venza el convenio temporal que se lo otorgó. De ese modo, dice, impedirá el involucramiento de su país en el Plan Colombia. Tales posturas, unido a su intención de priorizar las relaciones con América Latina sobre la base de la complementariedad, constituyen médula espinal de su anunciada proyección internacional.
Graduado de Economía, fungió como ministro de esa cartera durante breve tiempo junto al presidente saliente, Alfredo Palacio. Desde entonces se pronuncia contra la expoliación de los organismos financieros internacionales mediante la deuda externa. Ha prometido un mandato transparente y lucha contra la corrupción.
Un mandato de Álvaro Noboa se identifica con lo peor del neoliberalismo desde lo social y lo económico. Aunque el «gancho» de su campaña ha sido el falso ofrecimiento de casas y empleos como nunca los ha producido el país, lo cierto es que su reiterada intención de firmar el Tratado de Libre Comercio con Washington, solo augura malos momentos para los productores locales y para los empresarios.
Llamado «el zar bananero», se asegura que es el hombre más poderoso de Ecuador pues posee más de un centenar de empresas, y una fortuna de miles de millones de dólares que lo convierte, también, en uno de los hombres más ricos de Latinoamérica. Acusaciones de que explota el trabajo infantil en sus plantaciones, entre otras, han ayudado a mostrar su verdadera imagen.