Una obstinada y abundante neblina no dejó ver en todo su esplendor, desde el aire, las maravillas arquitectónicas que guarda la hermosa ciudad rusa de San Petersburgo. Ni la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, ni el basculante puente del palacio que cruza el río Nevá, se avistaban de manera alguna a 4 000 pies de altura.
¡Nada! Absolutamente nada se veía entre tanto color grisáceo. Pero las nubes, diría un buen amigo, deparan sorpresas. Y próximos a aterrizar en el aeropuerto internacional Púlkovo, de San Petersburgo, otra espesa «nata» blanca que cubría cada espacio sobre los árboles desojados, las cubiertas, y las anchas calles de la ciudad, nos regaló a los caribeños un breve, pero feliz encuentro con la nieve.
Antes y después de tocar suelo en la también conocida como «Venecia del Norte», los flashazos no dejaron nunca de insistir tras la ventanilla del avión. Cada instante quedó anclado en el recuerdo y en los móviles de los delegados cubanos mientras hacían su tránsito hasta Sochi, para asistir a este Festival Mundial de la Juventud.
Hasta cierto punto, la nieve de San Petersburgo fue el preámbulo de las frías e intensas jornadas que nos abrazan en Sochi, justo a la orilla del Mar Negro, donde desde hace varios días se reúnen más de 20 000 representantes de unos 180 países como parte del Festival Mundial de la Juventud.
Los cubanos, que muchos nos enfrentamos ahora por primera vez a las bajas temperaturas europeas, hemos tenido que blindarnos con gruesos abrigos, bufandas y, en no pocos casos, hasta con esos típicos gorros rusos que nos sacan sonrisas por su peculiar estilo, y simulan los tradicionales «ushanka» hechos de piel y pelo.
Pero si algo no ha podido quitarle el frío a este festival es el calor humano que desprende cada sonrisa y gesto de los voluntarios rusos, el saludo de quienes admiran y sienten nuestra causa, la energía que dejan los bailes típicos de cada país y la sabrosura contagiosa que llevamos los cubanos a todas partes. En realidad, las bajas temperaturas aquí también son el pretexto perfecto para abrazarnos fuerte al mundo.