No war Autor: Ares Publicado: 09/04/2022 | 11:11 pm
Manipulación de contenidos y ataques directos a la libertad de expresión en internet, que es decir en el ciberespacio, se exacerban en estos días cuando una guerra de bombazos, destrucción y muertes invade los medios tradicionales o digitales y se hace difícil distinguir lo que de verdad ocurre en Ucrania, el único escenario de confrontación bélica que al parecer interesa, porque Rusia es una de las protagonistas y la rusofobia anda de moda; aunque también hay bombazos, destrucción y muerte en otros puntos de la geografía mundial —y desde hace años— y en el papel principal se destaca Estados Unidos.
El periodista y cineasta estadounidense Dan Cohen escribía en Mint Press News que desde que comenzó la ofensiva rusa en Ucrania, el 24 de febrero, «el ejército ucraniano ha cultivado la imagen de un pequeño ejército valiente que se enfrenta al Goliat ruso», y para ello «ha producido un flujo constante de propaganda sofisticada destinada a despertar el apoyo público y oficial de los países occidentales».
En su descripción de ese proceso señala que la campaña incluye «guías lingüísticas, mensajes clave y cientos de carteles de propaganda, algunos de los cuales contienen imágenes fascistas e incluso elogian a los líderes neonazis».
Ahora bien, no es ese proceso de relaciones públicas en tiempo de guerra un quehacer ucraniano pues detrás —asegura— «hay un ejército de estrategas políticos extranjeros, cabilderos de Washington D.C. y una red de medios de comunicación vinculados a la inteligencia», léase la CIA estadounidense.
Sin embargo, para encubrir la procedencia de esa operación de guerra mediática, un comandante de la OTAN, como es de suponer no identificado, le dijo al diario The Washington Post sobre los ucranianos: «Son realmente excelentes en stratcom: medios, operaciones de información y también operaciones sicológicas», aunque reconoció la existencia de unas 150 empresas de relaciones públicas que se han unido al Ministerio de Relaciones Exteriores de Kiev en ese bombardeo de propaganda, componente esencial de lo que ahora se llama «guerra hibrida» o combinación de los cruentos combates en el terreno bélico con una enorme desinformación y una campaña de falsedades.
Aclaremos que stratcom, un término del argot militar, corresponde a Strategic Communications, y en el caso de la alianza atlantica se considera «al uso apropiado y coordinado de las actividades y capacidades de la OTAN —diplomacia pública, información pública, información pública militar, operaciones de información y operaciones sicológicas— en apoyo de las políticas e intereses de los países miembros.
Sean McFate, autor de Las nuevas reglas de la guerra y miembro principal del Consejo Atlántico, fue categórico en su comentario sobre el actual conflicto: «Rusia puede estar ganando la guerra de disparos, pero Ucrania está ganando la guerra de la información. Esa es la clave para obtener el apoyo y la simpatía de los aliados».
La reciente decisión de suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU es la ratificación del poder ejercido en este otro escenario de guerra, donde la denigración de la gran nación euroasiática ha adquirido matices odiosos y siniestros, con un alcance mayor que la propaganda anticomunista de la Guerra Fría.
Se ha distorsionado el análisis, o peor, ni siquiera se basó en una investigación seria de los hechos, como se solicitaba, dándose por sentado a priori que Rusia y Putin eran culpables de crímenes de guerra. Se aplicó un rasero con el que jamás se ha medido el destructivo quehacer bélico de Estados Unidos, exponencialmente incrementado a partir de la justificación que el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 —sea quien sea el autor intelectual de esa barbarie—, le proporcionó para iniciar sus actuales guerras sin fin.
Víctima-victimario y viceversa
En enero de 2021, a muy escasos días de concluir el mandato del presidente Donald Trump, su secretario de Estado y exdirector de la CIA, Mike Pompeo, aprobó la creación de una nueva dependencia en el órgano rector de la política exterior y le llamaron Oficina de Seguridad del Ciberespacio y Tecnologías Emergentes (CSET) con el propósito de liderar los esfuerzos diplomáticos en torno a estos temas, y bajo la explicación de que los desafíos a la seguridad nacional de Estados Unidos presentados por China, Rusia, Irán, Corea del Norte y otros competidores y adversarios cibernéticos y de tecnología emergente habían aumentado.
El propósito de este campo de batalla no le correspondía al trumpismo, ya en la administración de Barack Obama se comenzó a organizar ese departamento, y con Biden en la Casa Blanca no se rompió el cordón umbilical cuando en octubre de 2021 el Departamento de Estado planeó los cambios organizativos para enfrentar lo que considera un problema de seguridad nacional de primer nivel: la ciberseguridad, y lo que afirman es una disminución de la libertad digital global, ellos que dominan precisamente la red digital mundial y la administran a su antojo.
Así que en la restructuración crearon una nueva Oficina de Ciberespacio y Política Digital. Valga la redundancia de entidad, para abordar temas como las amenazas cibernéticas, la libertad global de internet, los riesgos de vigilancia y el trabajo con naciones aliadas democráticas para establecer normas y estándares internacionales sobre tecnologías emergentes, como apuntaron esas autoridades.
De esa oficina y de similares en la CIA se expanden no solo las noticias falsas y manipuladoras, sino también las operaciones en los escenarios mediáticos contra naciones soberanas y «adversarias» de EE. UU. para provocar cambios de régimen.
Hacer de Rusia un terrible victimario ocupa todos los espacios planetarios, y la rusofobia que se expande al mismo ritmo, o quizá mayor, que las medidas económicas punitivas y la expulsión de diplomáticos fundamentalmente en los países europeos, toma facetas que pudieran considerarse inconcebibles, pero de un nivel de intolerancia similar a la cacería del régimen hitleriano simbolizada en las hogueras de libros.
El vodka ruso se retiró de los estantes de los supermercados en Estados Unidos. Polonia prohibió la música rusa. Hasta ahora prestigiosas entidades de la cultura como la Metropolitan Opera, la Orquesta Filarmonica de Munich, la Royal Opera House de Londres, el Teatro Real de Madrid, los festivales de cine de Cannes, Glasgow y Estocolmo cerraron puertas a los prestigiosos artistas rusos, e igual hizo el Festival de la Cancion de Eurovision. Hollywood (Disney, Warner Bros, Sony, Paramount Pictures y Universal) no estrenará en Rusia.
Con el objetivo de cegar al mundo entero, los ministros de Cultura de la Unión Europea acordaron suspender «proyectos e iniciativas en curso» con Rusia de carácter deportivo y cultural y la cancelación de los actos programados, y lo hicieron extensivo a Bielorrusia. Entre los colmos, la National Gallery de Londres renombro el cuadro Bailarinas rusas, del pintor impresionista Edgar Degas, y ahora le llama Bailarinas ucranianas.
Este ignaro atentado a la cultura mundial, que se repite en el área deportiva, pudiera hasta considerase mal menor en la actual situación, pero opera precisamente sobre los sentidos y obnubila el razonamiento. Parece un juego de póker con funcionarios de inteligencia, políticos, medios, influencers y demas haciendo bluff o farol, especulaciones y cálculos adelantados de movimientos del enemigo para acobardar o impresionar al oponente y al resto del mundo.
La política exterior estadounidense está basada en enseñar garras y colmillos, amenazas, intimidaciones, provocaciones y actividades criminales. Se debiera pensar en la gran mentira de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein y aplicarse el refrán «Engáñame una vez, vergüenza de ti… Engañadme dos veces, vergüenza mía…». Vergüenza y condena para ambos.
La porción racional de este planeta debe seguir exigiendo que en la mesa de negociaciones sea donde se diriman las diferencias, que cese el espantoso ruido de las armas y que prevalezca la paz. Solo así ganaremos todos y no las arcas repletas de los señores de la industria armamentista.