La tarde del miércoles el cuerpo sin vida de un niño hondureño de ocho años que murió ahogado al intentar cruzar el río Bravo hacia Texas (EE.UU.) se convirtió en otra bandera humana que recordó el drama de la migración a esa nación norteña.
El hecho ocurrió en la localidad mexicana de Piedras Negras y según un comunicado del Instituto Nacional de Migración (INM) «el menor permanecía en compañía de varias personas adultas sobre una pequeña isleta ubicada entre las fronteras de México y EE.UU., pero no soportó el golpeteo del agua, la cual lo envolvió y mantuvo sumergido».
Cuando se recuperó su cuerpo, fue imposible hacer nada por salvar su vida, a pesar de que se le aplicaron maniobras de reanimación cardiopulmonar en repetidas ocasiones.
Los padres y la hermana del pequeño, que sí habían alcanzado la orilla estadounidense, fueron sin embargo detenidos por la Patrulla Fronteriza y devueltos a suelo mexicano, concretamente al puente fronterizo de Piedras Negras, para efectuar el reconocimiento del cadáver.
El suceso tuvo lugar el miércoles, el mismo día que la agencia migratoria mexicana informó la muerte de una mujer venezolana en similares circunstancias.
En esa ocasión la migrante se adentró en el río con otras tres personas, dos de las cuales lograron cruzar y fueron detenidas por la Patrulla Fronteriza. La cuarta pudo regresar a suelo mexicano y fue atendida por hipotermia.
En otros puntos de la frontera mexicano-estadounidense como Ciudad Juárez, vecina de El Paso, ha sido habitual ver a migrantes lanzarse al río pese a la tormenta de frío y nieve que azota a la región.
El viernes pasado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció la próxima reanudación de algunos acuerdos migratorios que fueron interrumpidos por el mandato de Trump.