Pete Buttigieg y Bernie Sanders, en primer y segundo lugar, respectivamente, según datos prelimilares del conteo maual. Autor: Getty Images Publicado: 04/02/2020 | 09:32 pm
Infausto inicio de la carrera demócrata por ver quién se lleva la candidatura presidencial. La que habitualmente es una jornada bien engrasada —de la cual se dice que predecía el personaje principal en la boleta de las elecciones de noviembre próximo y casi nunca se equivocaba—, concluyó el lunes 3 de febrero sin poder dar los resultados de los caucus de Iowa, por problemas técnicos, necesitados de «controles de calidad» adicionales.
Consecuencia: el presidente Donald Trump se burlaba de sus rivales, declarándose «vencedor», y no era para menos, la incógnita llegaba hasta el martes, y controles manuales mediante: aunque es casi insignificante el aporte en delegados para la Convención Nacional —pues Iowa solo elige 41 de los 1 991 delegados necesarios para ser nombrado candidato a la Presidencia por el Partido Demócrata—, siempre marcaba un «norte», una cosecha favorable en ese estado agrícola de la Unión.
Trump tenia casi doble razón. En el Partido Republicano, las elecciones primarias de Iowa le habían dado una victoria abrumadora del 97 por ciento de los votos frente a dos que se atrevieron a enfrentarlo, Joe Walsh (1,4 por ciento) y el gobernador de Massachusetts, Bill Weld (1,2 por ciento).
Mandy McClure, directora de Comunicación del Partido Demócrata en ese estado, explicó que habían detectado «incongruencias» en la transmisión y un problema con la aplicación informática utilizada —aunque descartó cualquier hackeo o intrusión—, de ahí que no pudieran conocerse los numeritos finales el mismo lunes por estar necesitados de una comprobación, dado que garantizar «la integridad de los resultados es primordial».
Cualquier supersticioso lo hubiera previsto, pues la compañía encargada del escrutinio se llama Shadow,Inc., cuya traducción es «sombra», y esta ha sido realmente sombría.
Pero ese no es el caso. La realidad es que la incertidumbre se adueñó de las filas de los aspirantes en una campaña para nada fácil contra un contendiente bien parapetado en la Casa Blanca, a pesar de sus muchos errores y erratas en la administración, pero reflejo de unos seguidores fieles permeados de nacionalismo, xenofobia, racismo, aislacionismo y prepotencia.
El próximo martes llegarán a las primarias de New Hampshire sin que destaquen corredores de primera línea, y, por supuesto, sin que nadie se haya bajado del tren, lo cual era habitual en esa primera parada de Iowa; aunque algunos comentarios de prensa se atrevían a proclamar que el senador Bernie Sanders y el exalcalde de South Bend, Pete Buttigieg, llevaban la delantera, datos solo válidos para la especulación; mientras la senadora Elizabeth Warren se proclamaba «un paso más cerca» de su aspiración.
Quien sí estaba dispuesto a cantar victoria es Donald Trump, seguro ya de su absolución este miércoles por el Senado en el impeachment, y arremetiendo con ganas contra los demócratas, en horas de la noche durante su discurso del Estado de la Nación ante el Congreso en pleno.
El domingo, durante una entrevista, Trump se mostró optimista en extremo, y este martes el vocero de la Casa Blanca, Hogan Gidley, decía a los reporteros: «He leído el discurso y no he visto la palabra impeachment».
Era de prever el énfasis del mandatario en la fortaleza de la economía estadounidense, la «derrota» de los enemigos externos de EE. UU. bajo su administración y, por supuesto, su segura relección en noviembre.
Una verdad prevalece en este panorama confuso. Estados Unidos se muestra como un rompecabezas donde las piezas están tan literalmente desperdigadas sobre el tablero que hacen difícil armarlo.
Tanto es así que Gallup daba estos datos del martes 4 de febrero, aunque eran los mejores para Trump en toda su presidencia: 49 por ciento de los estadounidenses aprobaban su gestión, mientras el 50 por ciento la desaprobaba.