Con la reelección de Evo Morales como presidente de Bolivia acaba de comenzar otro fin de ciclo de la derecha represora y el neoliberalismo salvaje imperante en la Patria Grande desde hace varios años. Autor: ABI Publicado: 21/09/2017 | 06:51 pm
Entreguistas en América Latina, aunque no son los más, pueden hallarse en muchas partes; y algunos están cayendo bajo, como comentara en un mensaje en Twitter el expresidente ecuatoriano Rafael Correa, al aludir al lacayuno pedido que formularon representantes parlamentarios de la oposición de Bolivia, a EE. UU.: su intervención para impedir que Evo concurra a las urnas en octubre.
Estamos ante los coletazos de la derecha política boliviana tras la decisión de noviembre de 2017 del Tribunal Constitucional Plurinacional, al dictaminar que es posible la aspirantura de Morales a otro mandato, en atención a la «aplicación preferente» de los «derechos políticos» de los ciudadanos, por encima de los artículos de la Constitución que limitan el número de mandatos que una persona puede desempeñar en cualquier cargo, a dos.
Tal dictamen fue respaldado por la Convención de los Derechos Humanos, en virtud de la cual se toma, y cuyos actuales representantes la avalaron.
La restricción, por demás, no es aceptada por las numerosas organizaciones sociales que solicitaron mediante movilizaciones la postulación de Evo, ni por las organizaciones políticas que interpusieron el recurso de inconstitucionalidad al artículo que la establece.
Tomar las calles y presentar el recurso ante la máxima instancia judicial fue el camino escogido por esas bases para hacerse escuchar luego de que, en febrero de 2016, un referendo, convocado para que la población se pronunciase en torno a la repostulación, fue saldado con un bombardeo de fake news sobre el electorado para desacreditar la figura de Evo y torcer el voto que, finalmente se movió contra la reelección, y le dio el triunfo al No por el estrecho margen de 51,3 por ciento frente al 48,7.
Ahora, con las elecciones a las puertas dentro de seis meses, quienes se oponen a la refundación y los cambios que Evo lidera, no vacilan en aprovechar los vientos de tormenta injerencista que soplan en la región, y piden que las rachas batan sobre su propio país.
Se ha revelado que la carta, firmada por 12 parlamentarios opositores, fue enviada al mismísimo Senado en Washington y que excede, incluso, a esa instancia estadounidense. Según el sitio web Eju, la misiva —que fue recibida por una mujer a la que se identifica como «boliviana residente en EE. UU.» y nombrada Eva Sara Landau— llama a «la comunidad internacional» a que tome cartas en el asunto, pone trampolín a la OEA para que se lance al estanque y certifique que las elecciones serán limpias y advierte, además, que el texto «ha sido enviado a través de correo certificado a varios oficiales en el Gobierno de Estados Unidos, incluso al presidente de la Organización de los Estados Americanos, al Gobierno brasileño, al Gobierno argentino, al Gobierno chileno y a la Unión Europea», según Landau, quien también la firmó.
En Bolivia, el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintanilla, dio a conocer este lunes en una entrevista que Landau es vicepresidenta de la consultora y organización no gubernamental Dark Horse Political y que, detrás de sus «gestiones», están los mismos que impulsaron el fallido golpe apoyado en el separatismo que pretendió incendiar a Bolivia entre los años 2006 y 2008.
Quintanilla denunció que la carta fue «escrita deliberadamente; además, pensada deliberadamente, se supone desde Estados Unidos… La idea viene de Estados Unidos: les hacen firmar la carta, se gestiona con una consultora, y detrás de esto están los mismos personajes» que lideraron el fallido golpe, entre los cuales destacó los nombres del excandidato presidencial Samuel Doria Medina y del expresidente Jorge «Tuto» Quiroga.
Como temen la reelección de Evo, todavía deben esperarse otras jugadas sucias.
Pero antes de que estas lleguen, una nota al pie que seguro interesa: la misiva se conoce después de que el famoso columnista de derecha Andrés Oppenheimer, publicara en El Nuevo Herald una observación con aires de reclamo en la cual apuntó que, durante su último recorrido latinoamericano, el secretario de Estado, Mike Pompeo, «denunció repetidamente las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Pero, lamentablemente, no dijo ni una palabra sobre Bolivia»; algo que tampoco —apuntó— ha hecho Donald Trump». E ironizó con la hipótesis de la estrategia electoral en Florida y el hecho de que «hay pocos votantes boliviano-estadounidenses (en ese estado), y muchos nacidos en Cuba, Venezuela y Nicaragua».
«También —agregó mentiroso y desfachatado— puede tener que ver con el hecho de que ha habido menos asesinatos políticos en Bolivia, que recientemente en Nicaragua y Venezuela, o históricamente en Cuba.
«O, quizá, se debe a que el Gobierno de Trump no quiere abrirse un nuevo frente en América Latina, cuando aún no ha cumplido su meta de ayudar a sacar del poder al dictador de Venezuela, Nicolás Maduro».
Ahora, la carta de los parlamentarios bolivianos vendepatria podría facilitar la respuesta, al abrir la puerta a la intervención extranjera en Bolivia.