Alvaro de la Barra. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 14/12/2017 | 10:28 pm
Álvaro de la Barra tenía apenas un año y medio cuando a una cuadra del jardín infantil donde estaba, asesinaron en una emboscada a sus padres, militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), justo en el momento en que iban a buscarlo. Ya había ocurrido el golpe de Estado de Pinochet.
Creció en el exilio, porque a él también lo querían muerto o darlo en adopción. Para salvarlo, su familia lo envió a Francia con nombre y apellidos falsos, y luego a Venezuela, donde pasó su niñez y adolescencia junto a un tío (Pablo de la Barra), quien lo crió como a un hijo.
En 2006, luego de un proceso judicial que duró más de una década, el cineasta Álvaro de la Barra recuperó su identidad. Con 32 años de edad, pudo tener los apellidos de sus padres (Alejandro de la Barra y Ana María Puga), y reconstruir un pasado que le ha permitido, de algún modo, saber quién es y conocerlos a ellos.
No tiene fotos con sus padres por razones de seguridad. Entre las que ha podido recuperar, solo una se acerca a un retrato de familia: se le ve a él pequeño y dos pedazos de sombras de los cuerpos de sus progenitores. Un diario escrito por su madre en la adolescencia, y leído en el documental, le acompaña como un tesoro.
Su historia es contada por él en Venían a buscarme, exhibido esta semana en la 39 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Antes de traerlo a La Habana estuvo en los festivales de Chile, Uruguay y Argentina.
Álvaro es actualmente un cineasta reconocido. Fue premiado como productor del filme chileno-venezolano La Familia, de Gustavo Rondón (Mejor Película en Sanfic, Mejor realización técnica para película latinoamericana otorgado por SICA en Mar del Plata) y como director de Venían a buscarme (Mejor Ópera Prima en la Competencia Nacional de Fidocs). Con esta última recibió, además, una mención en el Festival de Cine de Derechos Humanos de Buenos Aires.
Venían a buscarme «constituye una búsqueda en la distancia», dijo a Juventud Rebelde poco después de proyectarse el filme que dirige y produce en el Multicine Infanta. «Cuando decidí hacer cine ya quería filmar esta película, de hecho encontré un guion que escribí a los 16 años.
«Mi historia no fue un secreto para mí. Siempre supe quiénes eran mis padres, porque tuve la suerte de crecer con mi familia paterna. Nunca me mintieron. A partir de una película de ficción que realizó mi tío y que no se vio en las salas chilenas (un relato de amor en el MIR), crecí viéndolos como héroes dentro de mi imaginario infantil. Pero al vivir en el exilio tenía una sola fuente de información, y esa visión resultaba poca.
«Este documental representa una recuperación de la memoria porque se cuenta lo que recuerdan amigos y familiares. Hay imágenes inéditas del golpe de Estado que fueron filmadas por mi tío y guardadas. Hacerlo me permitió ir descubriendo no solo a mis padres sino también a Chile, país donde nací, pero que me era desconocido.
«Tenía 17 años la primera vez que vine a Chile. Fue en el año 1990. Llegamos un 5 de octubre para traer los restos de mi abuelo, Pedro de la Barra (padre del teatro universitario chileno). Después de ese viaje empezamos a venir más seguido, eso me permitió conocer a mi familia materna. Nunca tuve el tiempo de vivir con ellos, como he podido hacer a partir de 2010».
—¿Cómo logras contactar con la directora del jardín infantil?
—En los documentos del juicio para recuperar mi identidad estaba el teléfono de ella. La llamé y le dije quién era. Se sorprendió mucho. Le pedí entrevistarla para la película y accedió. Mis padres mueren el 3 de diciembre de 1974, eran muy jóvenes (24 años él y 26 ella). Sus cadáveres aparecieron varios días después. Mi abuelo materno se encargó de enterrarlos. El paterno había tenido que exiliarse en Venezuela después del golpe de Estado.
—Empezaste a filmar antes de recuperar tu identidad. De todo lo que descubriste, ¿qué fue lo más importante para ti?
—Saber que mis padres, a pesar de estar viviendo en una situación difícil en medio de una dictadura militar, involucrados en la lucha clandestina, quisieron tenerme. No fui un hijo que llegó de casualidad, ellos me buscaron. Tenían el deseo de crear una familia.
—Los asesinos de tus padres fueron sentenciados.
—Inicié un juicio contra ellos a mi regreso a Chile y todos están cumpliendo condena, excepto uno que no se sabe su paradero.
—Venían a buscarme fue tu ópera prima como realizador. ¿Qué otros proyectos tienes en mente?
–Sí, soy director de cámara y esta es la primera película que dirijo. Ahora quiero contar la historia de mi abuelo paterno, pero debo apurarme porque los que lo conocieron ya tienen una edad bastante avanzada.