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Lo que está en juego en Nicaragua

La nación decide este domingo si sigue apostando al sandinismo. Unos 3,4 millones de electores escogen presidente, vice, 90 diputados a la Asamblea Nacional y 20 para el Parlamento Centroamericano

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La imagen del niño sin camisa, asomado a la carretera con un enorme lagarto vivo y agarrado por la cola que ofrecía, casi conminador, al paso de cada vehículo, puede ser el cuadro más impactante que una visitante foránea conserve de la Nicaragua de fines de los 80.

A pesar de que estaban a punto de cumplirse diez años de Revolución y de sus esfuerzos por la gente —sobre todo por la infancia—, todavía la pobreza podía hacer que muchos quisieran convertir en producto «vendible» un garrobo —así llaman en Nicaragua a esos reptiles—, gordo, apetitoso y pataleando…

El cuadro, aún coloreado en la mente, pugna entre el mosaico de memorias con la del Cachorro —como denominaban a los jóvenes del servicio militar en un país agredido y urgido de defenderse de la «contra»—, que sonreía aunque había perdido una pierna. Cincuenta mil resultaron muertos.

A pesar de que transcurrieron más de 20 años y el contexto es diferente, los recuerdos retornan cuando los nicaragüenses vuelven a las urnas en una contienda que puede seguir dando continuidad a un proyecto interrumpido de modo artero por la agresión no declarada de Estados Unidos, o volver al descalabro neoliberal de los 16 años que mediaron entre la derrota electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en febrero de 1990 y su retorno en enero de 2007, aliado con otras fuerzas y pragmático, aunque sustentado sobre los mismos principios que animaron su surgimiento.

El Gobierno «cristiano, socialista y solidario» que preside Daniel Ortega hace casi cinco años, ha pedido otra oportunidad para seguir cambiando a Nicaragua. Poco más de tres millones de votantes decidirán hoy si se la dan.

Más que las encuestas, cuyos resultados arrojan intenciones de voto abrumadoramente mayoritarias para Daniel, podría ayudar al pronóstico lo hecho durante este período, luego del retroceso social y económico que significó el lapso 1990-2007.

Visto como una segunda etapa de la Revolución, el mandato que culmina arroja un saldo aplastante a favor de los que nada tienen, y va en pos de lo que se implementó en la década siguiente al derrocamiento de la dinastía Somoza.

Si obras son amores, se espera que los votantes puedan aquilatar una labor gubernamental que ha tenido uno de sus principales derroteros en la justicia social, con resultados concretos.

Partiendo de la gratuidad de la salud y la educación —anuladas durante los Gobiernos liberales de Violeta Barrios, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños— los programas sociales puestos en vigor pueden medirse mejor en la vida cotidiana que en índices engrosados de manera despiadada por los ejecutivos de derecha. Falta todavía transitar un buen trecho para revertirlos de modo total. Según expertos, la pobreza aún ronda el 44 por ciento; pero andaba por los 65 puntos porcentuales cuando Daniel Ortega volvió al poder. En realidad, en cinco años apenas puede conseguirse mucho.

Si no resultara suficiente la cuestionada decisión de la Corte Suprema de Justicia que declaró inaplicable el acápite constitucional donde se prohibía gobernar de manera sucesiva ni más de dos mandatos, ese afán de mejorar al país, podría alcanzar para legitimar, al menos en la conciencia, la base que argumenta el porqué de este intento de reelección del sandinismo. En definitiva, una vez más los sufragios serán los que decidan.

Sin máscara

El 25 de febrero de 1990, en la soledad de las urnas se torció la intención de voto que apuntaba en los sondeos a favor del sandinismo: la agresión de Reagan y Bush padre hizo que se homologara la continuación del FSLN en la presidencia, con la guerra. Ahora, sin embargo, en el ejercicio del sufragio deben pesar los hechos tangibles.

Entre ellos se cuentan los títulos de propiedad entregados en estos breves años a 140 000 familias; los más de 267 000 humildísimos hogares que recibieron materiales para adecentar sus casas y dotarlas al menos de un techo de cinc; las más de 8 600 viviendas entregadas y las 156 000 que han sido electrificadas; los créditos que recibieron campesinos, productores urbanos y mujeres cabeza de familia para que la tierra les pueda parir; los bonos de ayuda financiera a los trabajadores con bajos salarios; los microcréditos con bajísimos intereses para echar a andar los negocios familiares.

Programas como Hambre Cero pueden dar una idea de la situación de calamidad heredada por el actual Gobierno y, también, de la sencilla manera en que puede ayudarse cuando existe la voluntad política de hacerlo. Apenas la entrega de una gallina, una vaca y una cerda preñada, ha permitido que miles de familias puedan «producir» a pequeña escala para dar el alimento indispensable a su prole.

A los sandinistas, pues, solo les queda esperar este domingo que se cumplan los razonamientos del secretario de la Comisión de Verificación, Paz y Justicia e integrante de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Eduardo Montenegro: «Los pueblos saben ver y oír».

De cualquier modo, la opinión pública siempre mira a las encuestas, y estas arrojan entre un 48 y hasta un 59 por ciento de votos para la alianza Unida, Nicaragua Triunfa, que encabeza Daniel, en tanto su menos alejado rival, Fabio Gadea, quien se presenta por el fragmentado Partido Liberal Independiente (PLI), recoge de un 18 a un 30, y el ex mandatario Arnoldo Alemán, condenado por fraude y otros delitos a 20 años de prisión que después les fueron conmutados, en ningún caso rebasa el 11 por ciento. Otros dos contendientes, Enrique Quiñones y Roger Guevara, representantes de la Alianza Liberal Nicaragüense y la Alianza por la República, respectivamente, apenas suman entre ambos un uno por ciento.

Son los representantes de una derecha atomizada que otra vez ha sido incapaz de unirse, mientras la gestión del ejecutivo, que no solo ha gobernado a favor de los pobres, sino que no ha dañado al empresariado nacional, capitaliza por eso diversos sectores.

Un punto adicional a su favor es la manera en que ha logrado armonizar el crecimiento económico con la atención social. Sin doblegarse ante planes de ajustes que aplasten al pueblo, pero sin renunciar a los vínculos con el FMI y contando, sobre todo, con la solidaridad de países hermanos como parte del ALBA (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), Nicaragua, todavía el segundo país más pobre del hemisferio, ha atendido mejor a su gente y además logró hacer crecer el PIB en un modesto pero apreciable rango que va del tres al 4,5 por ciento.

Teniendo enfrente, ahora, a cuatro candidatos de derecha con programas vacíos porque nada tienen que ofrecer, debe suponerse que este domingo no actúe el denominado güegüense, como se identifica al baile donde el indígena mimetiza al amo colocándose una máscara para parecerse a él. Con esa imagen, analistas explicaron el inesperado revés sandinista ocurrido en 1990.

Por demás, dos de los estudios de opinión —todos dan ganador por un margen u otro a Daniel— recogieron los pareceres en boletas similares a las de hoy mediante el método conocido como caja negra o votación simulada, con una privacidad que podría ser garante adicional de la veracidad de los sondeos.

No obstante, siempre queda pendiente lo que decidirán quienes integran los márgenes de indecisos, menos atendidos por los encuestadores.

…Y también sin miedo

Claro que no todo tendría que marchar como debiera, sobre ruedas.

No han faltado en los días previos las declaraciones cuestionadoras y, algunas, injerencistas, que avisan lo que podría ser una salida para desconocer el anunciado triunfo de Ortega: la remota pero siempre probable acusación de «fraude» que ya en 2008 personajes opositores locales echaron a rodar y Estados Unidos «abrazó» cuando, en los comicios municipales, el FSLN desplazó al liberalismo y aumentó las alcaldías en su poder de 87 a 109 del total de las 153 existentes. Aunque nunca se presentaron pruebas ni la oposición asumió el ofrecido reconteo de votos, Washington hizo cortar la ayuda que le entregaba a Managua el programa estadounidense Cuenta del Milenio.

Ahora se trata de la negativa que denominados observadores locales han recibido del Consejo Nacional Electoral para fiscalizar los comicios. A pesar de que casi un centenar de enviados de la Unión Europea ya están repartidos por los 15 departamentos nicaragüenses y las dos zonas autónomas para supervisar el acto electoral, así como 80 de la OEA y unos 500 periodistas nacionales y extranjeros, organizaciones nicaragüenses que —se afirma— están ligadas a la oposición como Ética y Transparencia, el Instituto de Desarrollo para la Democracia y Hagamos Democracia, quieren desplegar a miles de personas como sus veedores, y al parecer lo harán, a pesar de que no tienen autorización para ello.

Su no acreditación oficial ha desatado sugerencias poco apropiadas como las formuladas por el jefe adjunto de la misión europea, José Antonio de Gabriel quien, aunque reconoció que su delegación no ha tenido problemas, se pronunció por la oficialización de los observadores locales.

Si bien el actual encargado de negocios de la Embajada de EE.UU. en Managua, interrogado por un periódico local, se abstuvo de hacer críticas severas, no deben pasarse por alto las transgresoras declaraciones formuladas desde Washington por la portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland, quien habló de «preocupación» por «aparentes irregularidades» a pocos días de los comicios, y dijo que debían garantizarse condiciones para unas elecciones «libres y justas».

Lo que no recordó la vocera es que un pedido de su Embajada para que funcionarios de esa legación también ejercieran como observadores, fue denegada por el Consejo Nacional Electoral (CNE).

Conocida la historia antisandinista de sucesivas administraciones norteamericanas, en verdad, no se sabe para qué harían falta. Además, nunca se ha visto que diplomático extranjero ejerza como veedor.

Por otra parte, la alegada carencia de cédulas de varios miles de electores también era utilizada para enturbiar el ambiente, aunque las autoridades del CNE argumentaron ayer que muchas ya estaban en los puntos de distribución y no habían sido retiradas, y otras se pidieron fuera de tiempo. El presidente de la entidad, Roberto Rivas, también responsabilizó al PLI por obstaculizar la entrega de material electoral a algunos centros.

Ante las manipulaciones que algunos no dudaron en adelantar como «fraude», el llamado de Daniel Ortega ha sido a «votar sin temor, y con la seguridad de que el voto va a ser respetado».

Así se respetó en 1990, cuando los resultados adversos sacaron a la Revolución del poder, pero no de las bases que nutren ese 38 por ciento considerado «voto duro» del sandinismo, y que estará seguro hoy. Por 16 años ellos gobernaron desde abajo, como lo denominó Ortega. Y por el bien de los suyos pretenden seguir haciéndolo desde el Gobierno cinco años más… si se cumplen las expectativas para hoy.

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