El abogado defensor de Luis Posada Carriles, terminó esta tarde su contra-interrogatorio de la periodista —Ann Louise Bardach— y enfurecido atravesó las puertas. Autor: AP Publicado: 21/09/2017 | 05:05 pm
Por José Pertierra
Marzo 23, 2011. El Paso, Texas. Unas puertas batientes dividen la sala judicial de la antecámara donde se sientan los de la prensa y los invitados. Con el impulso, ellas oscilan aproximadamente cuatro o cinco veces cada vez que alguien las atraviesa. Arturo Hernández, el abogado defensor de Luis Posada Carriles, terminó esta tarde su contra-interrogatorio de la periodista —Ann Louise Bardach— y enfurecido atravesó las puertas. Las dejó meciéndose como un ventilador. Doce ciclos. Los conté.
Hernández se dio cuenta de que a pesar de todos sus enfurecidos esfuerzos para desacreditar a la periodista, no lo logró. Bardach dejó establecido que la grabación de la entrevista que le realizó a Posada Carriles en junio de 1998 es auténtica. Bardach también declaró que el fax de Solo fue redactado y firmado por él.
Gracias a esa entrevista, los integrantes del jurado escucharon a Posada Carriles declararse autor intelectual de las bombas en La Habana, y gracias al fax de Solo pudieron comprobar que la ruta del dinero originada de New Jersey llegaba directamente a las manos de Posada Carriles, dondequiera que estaba: Guatemala y El Salvador.
Tomado de Cubadebate.
La última oportunidad
Hoy era la última oportunidad para el abogado defensor abrirle agujeros al testimonio de la periodista. Después de dos meses y medio observándolo, ya sabemos cómo medir el ánimo del abogado Hernández. Sus orejas lo delatan. Mientras más coloradas se ponen, más agrio está su carácter. Esta tarde, parecían tomates.
Comenzó el contra-interrogatorio con una declaración y no con una pregunta. «Sra. Bardach, cada vez que le pregunto sobre la conversación que usted sostuvo —después de haber apagado la grabadora— con el Señor Posada, usted se aprovecha y añade o elimina cualquier cosa que se le ocurre».
La testigo le contestó desafiante: «Usted está haciéndome unas acusaciones salvajes. Es lamentable que lo haga», respondió Bardach.
El orgullo de Posada
Hernández se enfocó en un artículo que Bardach escribió con su colega Larry Rohter para la primer página del New York Times el domingo 12 de julio de 1998, en el cual ella dice: «el Señor Posada orgullosamente admitió ser el autor intelectual de los ataques con bombas el pasado. Los describió como actos de guerra …»
«¿Dónde en la transcripción de su entrevista de junio de 1998 le dijo el Señor Posada que él orgullosamente admitió lo de las bombas?», le preguntó el abogado. «Yo le pregunté y él me dijo que sí», respondió Bardach. «Tomé eso como una respuesta afirmativa de su parte. Nosotros estamos en el negocio de compilar información y ustedes de borrarla».
Cherry Picking
Una manera de tergiversar el sentido de las palabras comprometedoras de Posada Carriles en Aruba, es tratar de descontextualizarlas. Lo que Bardach llamó varias veces cherry picking. Es decir, seleccionar las palabras como se seleccionan las cerezas en el campo. Una aquí y otra allá. Este intercambio entre el abogado y la testigo ilustra muy bien ese fenómeno. Hernández seleccionó esta parte de la entrevista y la leyó en voz alta, con un tono monótono y burlón:
Bardach: Está bien … entonces, esa cosa de Colombia es … verdad. El conspiró para introducir explosivos plásticos de Guatemala a Cuba el otoño pasado, escondiéndolos en pañales, botellas de champú y … tu sabes, guatemaltecos haciendo pasar por turistas.
Posada: Más o menos verdad …
Bardach. Más o menos verdad.
Posada: No es … No es …
Bardach: No completamente.
Refiriéndose a esa parte de la transcripción, Hernández le preguntó a Bardach: “Mister Posada desmiente ahí haber introducido explosivos en Cuba desde Guatemala, pero usted le dice no completamente. ¿No es cierto que usted le está añadiendo palabras a mi cliente en esa entrevista?”
«Wrong!», dijo Bardach con un tono parecido al sonido de una campana. «Es vergonzoso lo que usted está haciendo». Le señaló al abogado defensor que en esa parte de la entrevista, Posada está desmintiendo un artículo que había publicado el Miami Herald el mes anterior —no su papel en la campaña de bombas en La Habana. Bardach se quejó que Hernández había descontextualizado las palabras. «Que los del jurado lean toda la entrevista, incluyendo las partes censuradas. También los tres artículos del New York Times y mis libros (Cuba Confidential y Without Fidel). Sería mucho mejor», le dijo la testigo a Hernández.
Usted no quiere escuchar la verdad
El intercambio entre el abogado de Posada Carriles y la periodista se calentó aún más. Hernández alzó la voz: «¿Cómo puede usted, ante Dios como testigo, decir que mi cliente estaba orgulloso?»
Bardach le exigió respeto al abogado miamense y le pidió que no le gritara y que no siguiera con ese tono. «Usted no quiere escuchar la verdad», le dijo Bardach a Hernández. La periodista terminó su testimonio diciendo: «Posada estaba orgulloso de lo que había hecho. Logró hasta salir en la primera página de la edición dominical del New York Times. That’s as good as it gets!»
El propósito del contra-interrogatorio es sugerirle a los integrantes del jurado que el testigo miente, pero el peligro es que el jurado piense que el abogado es tramposo, abusivo y que tergiversa la evidencia. Si eso pasa, es el abogado —y no el testigo— quien pierde toda credibilidad ante los ojos del jurado.
No hay que olvidarse que el acusado en El Paso es Luis Posada Carriles. No Ann Louise Bardach. El abogado defensor trató de enjuiciar, en vez de interrogar, a la periodista. Perdió la tabla, y le gritó. La insultó y la trató de ridiculizar.
La jueza Kathleen Cardone le preguntó al fiscal y al abogado defensor si le tenían más preguntas a Ann Louise Bardach. Ambos le dijeron que la jueza podía liberarla. Bardach se bajó del estrado. Fue directamente a los brazos de su esposo y comenzó a llorar.
El conejo blanco y la infeliz lagartija
En vez de ayudarlo en una pesquisa hacia la verdad, las preguntas del abogado defensor eran como las galimatías del Conejo Blanco en el juicio de Alicia en el País de las Maravillas. No tenían pies ni cabeza. Tanto así que los integrantes del jurado dejaron de tomar nota. Igual que la infeliz lagartija en aquella fábula de Lewis Carroll, se dieron cuenta que la pizarra no dejaba marca y que el interrogatorio había sido un sencillo juego de palabras.
Un aparte
Esta tarde, mientras se ventilaba el caso de Luis Posada Carriles en El Paso, falleció en Nueva York a los 78 años un gigante de la profesión, Leonard Weinglass. El abogado de los Cinco. El abogado de la Justicia.
Lenny no se hizo jurista para ganar dinero, ni para hacerse senador. Sus clientes no eran los banqueros o los narcotraficantes. Supo escogerlos. Defendió a los pobres de la tierra y a los que luchan por un mundo mejor. La vida de Lenny nos enseña que la justicia no es lo mismo que las leyes. Que contra ellas hay que luchar y que el secreto de la abogacía no es simplemente interpretarlas. Para hacer justicia, hay que cambiarlas.
Tomado de Cubadebate.