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Late la vida junto a los escombros de Blandín

Las lluvias ininterrumpidas llevan muerte y destrucción a cerros caraqueños, pero la generosa mano cubana se hace presente para aliviar la tragedia. Chávez, en lucha contra  la marginalidad heredada, anuncia 6 450 millones de bolívares para el plan de viviendas dignas

Autor:

Juana Carrasco Martín

CARACAS.— El presidente Hugo Chávez Frías recorría el sábado en la tarde algunos de los albergues de los damnificados por las intensas lluvias. No es la primera vez que lo hace, desde que el 20 de septiembre, en el sector Blandín, de la carretera vieja Caracas-La Guaira, las aguas de las quebradas, cerradas por las humildes edificaciones que crecen caóticamente en los cerros, impusieran su paso natural y arrasaran con no pocas viviendas, entre ellas la de la familia Aguilera, donde siete personas murieron tapiadas por lodo y escombros.

Desde ese día vemos a diario los reportes de la prensa y la reubicación en albergues de quienes allí, en Antímano, Catia, y otros barrios de Vargas, Distrito Capital y Miranda perdieron sus casas o están en situación de riesgo.

Los periodistas cubanos también fuimos a las áreas de emergencia, con el objetivo de conocer la labor de apoyo que realizan los cooperantes de la Isla.

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—Sí, se nos atiende, nos dan la alimentación, tenemos buen trato, hay orden y tranquilidad, están los médicos cubanos por el día y también el consultorio venezolano por la noche, pero necesitamos que se solucione el problema de nuestra vivienda —nos dijo la señora Gladys España, vecina de La Chapa, justo después de que en uno de los cuatro consultorios móviles la atendiera el oftalmólogo Reynaldo Vázquez Pérez, tunero que labora en el Centro de Diagnóstico Integral Gato Negro, y que junto con la pinareña Ivonne Martínez Valdés, licenciada en Optometría, y la artemiseña Yaisel Cruz, técnico medio en Óptica y Optometría, estaban brindando su servicio en la jornada integral.

No para la consulta. Ahora le toca el turno a Mildred Coromoto, quien lleva ya siete días en el campamento junto con su hijo, luego que una parte de su casa colapsara en el sector La Cantina. Allá está todavía su esposo: «No veo casi nada de lejos, de cerca muy borroso y me están dando muchos dolores de cabeza», le dice al oftalmólogo, y recibe la más esmerada atención, la de la profesionalidad que lleva como compañía la solidaridad.

Mientras, varios hombres colocan nuevos baños portátiles, a cierta distancia de las duchas, para dar una mayor satisfacción a las necesidades de las 393 personas que están refugiadas en el área del Núcleo Endógeno de Planta Cantina, en El Limón, precisamente en el barrio Blandín, y un buen número de niños juega en el área cementada. Bajo los árboles hay vida en las grandes carpas militares donde pernoctan en colectivo, y también en las pequeñitas casas de campaña destinadas cada una a una familia.

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En toda Caracas hay 1 200 familias censadas que perdieron todo. Pero quedan muchas más en zonas de riesgo, y unas 8 000 familias están censadas en zonas de muy alto riesgo, le informan al Presidente. «Hay que incluirlas en la solución de inmediato», dice Chávez. En los Valles del Tuy serán reubicadas en nuevas viviendas, dentro de dos semanas, unas 1 500 personas, le amplían la información, pero el Presidente insiste: «Hay que apurar el paso».

No son pocos quienes viven en los cerros del valle de Caracas y llegaron a esta gran urbe desde lugares bien distantes del país. Unos llevan 30 o 40 años, otros son más recientes.

«Necesitamos que el país eche raíces en el propio país; este es un país portátil, como decía una novela», comenta el Presidente mientras señala la necesidad de crear condiciones en esos otros estados para evitar este peregrinar de los pobres.

Chávez da órdenes a cada ministro que lo acompaña. Todo hay que solucionarlo, hay que hacer una escuela, un centro de salud, aquí levantaremos la ciudad socialista, dice.

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Volvemos a nuestra libreta de notas. En el campamento de emergencia de La Cantina los otros módulos móviles están destinados a un consultorio de medicina general integral, otro a citología, la farmacia y a odontología. Hasta ellos llega un refuerzo, y entre los médicos y enfermeras cubanos está el interno Juan Manuel Aldana quien, con una sonrisa amplia, nos dice: «Periodista, yo soy Don nadie».

Es la referencia al trabajo que la colega Ana María Domínguez publicara en nuestro diario el pasado abril bajo el título De Don nadie a Don alguien (6 de abril), haciendo la historia de este muchacho del Consejo Popular Siboney, en Bayamo, cuya vida andaba por caminos perdidos y encontró la vía en su inserción social y en los estudios de Medicina. «Dígale a Ana María que estoy en Venezuela, en el consultorio de La Pedrera, cumpliendo con mi deber, y aprendiendo de las doctoras Yoama Gil y Raisa Garcés. Sigo siendo Don alguien», y nos muestra la página ya amarilla de Juventud Rebelde que lleva doblada en el bolsillo junto al corazón.

En otro vehículo llega un nuevo grupo de cubanos y venezolanos. Vienen todos los días desde el comienzo del campamento. Un par de guitarras habla de su quehacer, pero aclaran la nueva misión de Cultura Corazón Adentro: «Venimos para aliviar un poco las penas de las familias, alegrar a los niños, darles recreación, levantar el ánimo», explican los instructores de arte Yanet, Yanlier y Luis, el trío de Blandín, que se completa con los animadores culturales venezolanos, otro trío en el que está Carmen Guevara, de artes plásticas.

Lo hacen también con la danza y la música, y anuncian que el domingo vendrá otra vez el circo —«que ayudó no solo a los niños, mucho más a los padres para que al menos en ese momento se abstrajeran de su tragedia», afirma Yanlier— y la Guerrilla Teatral. Es su entrega solidaria para apoyar los refugios de los damnificados. En este caso, los niños de La Cantina son los alumnos habituales de los talleres de estos instructores y animadores en «jornada bonita», como la calificara Carmen.

Luis rasga la guitarra y lo rodea la muchachada. «Los niños son el diablo aquí, ¡cómo cantan!»… Brandely, mirada luminosa y pícara sonrisa, lleva la voz cantante, lo hace bien y con gusto y sobresale en el improvisado coro infantil que desgrana su inocencia en canciones que forman parte de la tradición cultural de raíz común: «La manzana se pasea de la sala al comedor… no me pinches con cuchillo, pínchame con tenedor…».

El doctor Ángel Casas, coordinador de la brigada cubana integrada por 14 cooperantes de Barrio Adentro, le rinde parte al sargento primero de la Guardia Nacional Cárdenas Tarazona, y este reconoce: «Todo marcha bien en el campamento; falta la carpa para que realicen las comidas aquí. Esto ha sido una calamidad, y agradecemos la colaboración cubana que es excelente, invaluable. Trabajamos juntos, y como siempre, los cubanos no se ponen limitaciones para ayudar a la gente».

Haydee Rojas, enfermera venezolana, lleva siete años trabajando con la Misión Barrio Adentro en la zona de Blandín, donde vive. Su casa no sufrió, pero a las seis de la mañana, cuando ocurrió la tragedia, no lo pensó dos veces, logró subir con ayuda de un mecate (soga) y ayudar a la señora Aguilera, quien perdió nuera, hijos y nietos.

«Esa noche llevé para mi casa a diez familias. En Blandín hubo tragedia en 1999 y muchos fueron reubicados en el interior del país, pero no había cómo vivir, dónde trabajar, y muchos de los que recibieron casa, la vendieron y regresaron a vivir en el mismo lugar. Ahora se repite la tragedia, y ya lleva como 15 días lloviendo…».

Bajamos por la carretera vieja de La Guaira. En un punto, la calle se ve quebrada, las casas destruidas o agrietadas. Parece un terremoto. Ya el lodo y los escombros que obstruyeron la vía han sido retirados desde hace días, pero están ahí las terribles cicatrices.

«Esa vaina se va conmigo, yo de ahí no me salgo. Llevo 20 años ahí», dice un viejo. «Yo no estoy loco, yo estoy en la calle…», y sigue camino arriba.

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En la pantalla del televisor el presidente Hugo Chávez le anuncia a los albergados de Antímano: «Voy a inspeccionar unas viviendas que se están haciendo en la zona de La Rinconada. Yo estoy en emergencia con la vivienda», les asegura, consciente de que esa es una de las mayores problemáticas sociales de Venezuela.

Algunos días atrás, casi en un susurro, les había dicho a corresponsales extranjeros las edades de cada uno de los niños sepultados por el lodo en Blandín, y la voz le creció en un juramento: La vivienda es un tema de Estado, es un asunto de todos.

Nuevamente ha comenzado a llover sobre el valle de Caracas y sus cerros… y el Presidente está reunido con los vecinos de otra comunidad afectada por las precipitaciones, esta vez en la zona de El Bosque, que le cantan: «Somos pregoneros de una nueva idea». Ya están fabricando sus nuevas casitas. Es la confianza de que ellos, con el Gobierno del pueblo, pueden construir su presente y futuro.

Chávez saca cuentas para cemento, cabilla y otros materiales de construcción. «Sepan que en este momento estoy destinando 6 450 millones de bolívares para este plan de vivienda».

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