WASHINGTON, septiembre 29.— Un fin de semana señalado por la violencia armada volvió a marcar a Estados Unidos, donde ocurrieron tiroteos masivos en una iglesia mormona de Michigan, un bar costero de Carolina del Norte, un casino de Texas y en la turística Bourbon Street, de Nueva Orleans, que en conjunto dejaron más de una decena de muertos y varias decenas de heridos, y que reavivó los reclamos por un mayor control de armas en poder de la población civil.
El más grave de esos tiroteos, en el cual han muerto al menos cuatro personas y ocho resultaron heridas, ocurrió el domingo pasado por la mañana, en una iglesia mormona de Grand Blanc, en las afueras de Flint, Michigan. El templo cristiano también sufrió un incendio de gran magnitud ya controlado.
El atacante, identificado como Thomas Jacob Sanford —veterano del Cuerpo de Marines y estuvo destinado en Irak entre 2004 y 2008— embistió la entrada principal con su camioneta, ingresó al templo con un rifle de asalto y abrió fuego contra los feligreses. Minutos después provocó un incendio que consumió gran parte del edificio. La policía local llegó rápidamente y lo abatió en un intercambio de disparos, dijeron las autoridades.
«Creemos que actuó solo. No hay amenaza para el público en este momento», dijo el jefe policial William Renye. El fuego fue «provocado deliberadamente» por el agresor, oriundo de la vecina ciudad de Burton. El motivo aún no fue esclarecido.
El propio domingo, dijeron medios locales, los mormones estaban de luto por la muerte del presidente más antiguo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Russell Nelson, la noche anterior. Nelson tenía 101 años cuando murió en su casa en Salt Lake City.
En Carolina del Norte, en la noche de sábado para domingo, ocurrió un segundo tiroteo con saldo de tres personas muertas y al menos ocho heridas. El atacante, identificado como Nigel Edge, de 40 años y también veterano del cuerpo de marines, realizó disparos desde un bote hacia el bar costero American Fish Company, en la ciudad portuaria de Southport, contra la multitud allí reunida.
Edge fue detenido poco después cuando la Guardia Costera lo sorprendió sacando su bote en Oak Island. Está acusado de asesinato en primer grado e intento de asesinato, y la policía cree que el ataque fue «altamente premeditado».
La tercera balacera registrada en Estados Unidos, el reciente fin de semana, tuvo lugar en el casino de la tribu Kickapoo, el Kickapoo Lucky Eagle, en Eagle Pass, Texas. Dos personas murieron y cinco resultaron heridas. La policía busca al sospechoso, que logró escapar. «Más que nada, pedimos orar por las familias de las víctimas de este acto atroz», dijo Ramsey English Cantú, funcionario local del condado.
El casino, propiedad de la tribu Kickapoo, es uno de los más grandes de Texas y recibe a miles de visitantes cada fin de semana. La balacera desató un caos en el interior del establecimiento: muchos clientes corrieron hacia las salidas de emergencia, mientras otros quedaron encerrados en las salas de juego hasta que la policía aseguró la zona.
Tambié en la madrugada del domingo 28, la violencia armada marcó a la turística calle Bourbon, en el barrio francés de Nueva Orleans, con saldo de una mujer muerta y tres heridos. Videos difundidos en redes sociales muestran a la gente corriendo despavoridas mientras se escuchaban disparos. Las víctimas fueron trasladadas a hospitales locales y la policía busca identificar al atacante, que logró escapar entre la multitud.
De acuerdo con la organización Gun Violence Archive, hasta el día 271 de 2025 ya se habían registrado más de 320 tiroteos masivos en EE. UU., definidos como aquellos en los que cuatro o más personas resultan baleadas. Precisamente, este fin de semana del 28 de septiembre se inscribe como uno de los más violentos del año, dijo Página 12.
El patrón de violencia encadena tragedias en distintos puntos del país estadounidense y vuelve a poner en debate la facilidad para acceder a armas de asalto, así como la falta de medidas preventivas eficaces en espacios concurridos. Para muchos, la combinación de tiroteos en templos, bares, casinos y calles turísticas refuerza la sensación de que ningún lugar en Estados Unidos está a salvo de la epidemia de violencia armada.