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Filtraciones incómodas

Wikileaks, el sitio web que publicó algunos secretos de la guerra de Afganistán, se enfrenta a la furia del Pentágono, un tema abordado en sus recientes intervenciones por Fidel Castro

Autor:

Nyliam Vázquez García

Desde el destape de las filtraciones sobre la guerra en Afganistán, a Wikileaks, la web que publicó los más de 90 000 folios militares estadounidenses clasificados le crecen detractores y defensores. Más aun, el contenido de esos documentos ha reabierto la polémica en torno a la utilidad de esa guerra que parece no tener fin. Las nuevas revelaciones muestran otra cara del conflicto, por lo menos distinta a esa que le han vendido al pueblo norteamericano.

Las pruebas apuntan a los desmanes de EE.UU. y sus aliados, y, aunque se trata de la certeza sobre lo que muchos han denunciado desde el inicio mismo de la aventura bélica, el impacto de los hechos, en blanco y negro, sobre la opinión pública no ha sido despreciable.

La macabra «radiografía» revelada por Wikileaks incluye matanzas de civiles inocentes, continuas acciones secretas para cazar insurgentes o matarlos sin juicio, los fracasos sucesivos de los bombardeos de los aviones no tripulados, el control que ejercen los talibanes en buena parte del territorio de la nación asiática, y hasta la supuesta colaboración de los servicios secretos paquistaníes con la resistencia afgana. Esto último, rápidamente desmentido por el Gobierno de Islamabad.

La clase política estadounidense hizo pública su posición; primero, restándole importancia a la filtración —la mayor en la historia de la nación y comparable con los papeles del Pentágono develados en 1971 sobre la guerra de Vietnam—, y más tarde, culpando a los responsables de la web que publicó los documentos secretos. Mientras los analistas intentan atrapar los fantasmas puestos en libertad, ha quedado al descubierto lo que ya era un secreto a voces: quedan muchos horrores tras bambalinas. Definitivamente, las cosas no han cambiado mucho en Washington.

¿Más daños colaterales?

Aunque ya se sabía de la pérdida innecesaria de numerosas vidas civiles en esa guerra, los documentos ofresen pruebas de la magnitud de lo que sufre el pueblo afgano desde hace casi una década. Según la organización independiente Afghanistan Rights Monitor (ARM), un total de 1 074 civiles murieron solo en el primer semestre del año, lo que supone un aumento del 1,3 por ciento con respecto al mismo período del año anterior. Los documentos secretos dan cuenta de al menos 20 000 muertes no públicas hasta el momento.

«Algunas de estas bajas se deben a los ataques aéreos que han suscitado protestas del Gobierno afgano en el pasado, pero un gran número de incidentes hasta ahora desconocidos parecen ser el resultado de soldados que abren fuego contra conductores desarmados o motociclistas, para protegerse de terroristas suicidas», dice la web.

Cuando la noticia de la filtración ha dado la vuelta al mundo, y todavía quedan en manos de Wikileaks unos 15 000 folios pendientes de publicación, no pocos coinciden en que lo ocurrido da cuenta de la vulnerabilidad de los «secretos» del Pentágono, pero también del sonado fracaso de EE.UU. con su pretendida ocupación. A estas alturas, las evidencias del sinsentido, únicamente guiado por la voracidad imperial, ocupan el centro del debate. Las consecuencias están por dirimirse.

Paradojas

A pesar de todo, el Congreso estadounidense continúa dando su apoyo a la nueva estrategia impulsada por el jefe de la Casa Blanca. Hace algunos días, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de apoyo de emergencia a la estrategia militar por un monto de 33 000 millones de dólares que se sumarán a los 130 000 millones ya destinados exclusivamente a financias el aumento de tropas dispuesto por la administración de la Casa Blanca.

Por lo menos por ahora, parece que se trata de mantener la línea del discurso, al menos en las más altas instancias, después del varapalo de la filtración. Pero a nivel popular la contienda militar tiene cada vez más detractores. Incluso la popularidad de Barack Obama cayó al 41 por ciento, el peor índice desde que en enero de 2009 asumió su cargo. Y aunque este se ha escudado en que los documentos recogen evidencias anteriores a su cambio de estrategia, la verdad ya le pasa factura.

El estudio de la encuestadora Gallup y el diario USA Today, asegura que la guerra y ocupación de Afganistán es más impopular que nunca entre los norteamericanos. El 43 por ciento de los consultados consideraron que ese país cometió un error al enviar tropas. Por otra parte, asegura que la confianza en Obama sobre la política en la guerra cayó a 36 por ciento, del 48 que registraba en febrero.

Por su parte, Jim Lobbe afirma, en un análisis para IPS, que «una creciente mayoría asegura que la campaña en Afganistán, que en el mes de junio cobró la vida de 103 soldados de la OTAN, no ha valido la pena. Muchos más creen que la guerra está estancada o ya está perdida».

Como quiera, resulta reveladora la reacción de la Casa Blanca. Aunque reconocen que la filtración es peligrosa (al parecer, mucho más de lo que pretenden hacer ver), también apuntan que se trata de documentos antiguos, anteriores a las nuevas decisiones, como el envío de 30 000 efectivos adicionales o la sustitución del general McChrystal por David Petraeus.

Sin embargo, el consejero nacional de Seguridad, general James Jones, hizo público un comunicado en el que advierte que la revelación de estos datos «pone en peligro la vida de norteamericanos y de sus aliados». Además, emprendieron una cruzada contra el sitio web al que acusaron de irresponsable y de tener «las manos manchadas de sangre».

Al respecto, Julian Assange, fundador y editor de Wikileaks, respondió recientemente: «Uno debe considerar por qué el Pentágono se centra en la hipotética sangre que dice que podría estar manchando nuestras manos, aunque no existe ninguna prueba de ello, si tenemos en cuenta las 20 000 vidas que se han perdido en Afganistán, que se documentan y se exponen en nuestro material».

El sentido de la guerra

A pesar de todos los esfuerzos, en los últimos días Washington ha tenido que recordar una y otra vez las supuestas «razones» que iniciaron la aventura bélica. Recurrir a los atentados del 11 de septiembre y la consiguiente cruzada contra el terrorismo, según algunos analistas, es regodearse en una «necesidad» que a todas luces siempre careció de argumentos, si es que alguna vez los tuvo.

«Estos papeles muestran un mosaico detallado sobre por qué, después que Estados Unidos se ha gastado casi 300 000 millones de dólares en la guerra de Afganistán, los talibanes son más fuertes que nunca», afirmó en un artículo The New York Times, uno de los periódicos a los que la página web Wikileaks entregó para su estudio y publicación el material obtenido, junto al británico The Guardian, y al semanario alemán Der Spiegel.

Sobre la filtración, el Pentágono anunció una investigación criminal por la que está encarcelado Bradley Manning, un joven empleado de los servicios secretos del Ejército, acusado de entregar papeles a Wikileaks. Manning espera que lo juzguen en una base militar de Virginia, adonde fue trasladado desde Kuwait.

Los papeles de Afganistán seguirán dando de que hablar en las próximas semanas. Los escandalosos folios corroboran lo obvio para quien conozca mínimamente la naturaleza del imperio. Lo triste es que el pueblo afgano sigue sin ver la solución a su tragedia diaria, la misma desde hace casi diez años. Mientras, la corrupción campea a sus anchas entre los políticos locales y, para colmo los autoproclamados «salvadores» extranjeros matan sin escrúpulos a civiles que nada tienen que ver con ninguna de las sinrazones usadas para justificar la agresión. Ahí está una parte de las pruebas.

Garganta profunda on line

«Wikileaks es un servicio público internacional (…) nos especializamos en permitir a periodistas o informantes que han sido censurados presentar sus materiales al público», le dijo a la BBC el editor de la página, Julian Assange, en una entrevista realizada en febrero pasado.

En esa ocasión Assange explicó el origen del nombre: ‘‘Wiki’’ significa rápido en hawaiano», así que Wikileaks significa «filtraciones rápidas».

Wikileaks es un sitio web que nació en 2006, su principal cometido es publicar filtraciones anónimas de documentos que de otra manera estarían ocultos a la luz pública, y preservar el anonimato de sus fuentes. Tiene más de un millón de informes y no cuenta con publicidad, ni recibe ayudas de ningún Estado; subsiste gracias a donaciones de asociaciones internacionales de periodistas, grupos empresariales de medios, grandes agencias de noticias y organizaciones de defensa de derechos humanos.

La página está alojada en un servidor de Suecia llamado PeRiQuito (PRQ) cuyo lema de negocio es: «Si es legal en Suecia lo acogeremos y lo mantendremos vivo sin importar las presiones».

De esta forma, la web, creada por periodistas y activistas anónimos al modo de la enciclopedia participativa Wikipedia, ofrece a cualquier usuario la posibilidad de alojar anónimamente, mediante una conexión cifrada, textos, audios o videos confidenciales cuya autenticidad el portal se encarga posteriormente de verificar. Cinco voluntarios a tiempo completo y entre 800 y   1 000 colaboradores (técnicos informáticos, abogados, periodistas...) trabajan en este sitio.

Uno de los casos más relevantes antes de la filtración de los papeles de Afganistán, fue la difusión del video Collateral Murder, en el que un helicóptero Apache estadounidense abatía, el 12 de julio de 2007, a una docena de personas en un barrio de Bagdad. El video dio la vuelta al mundo con más de cuatro millones de visitas en 72 horas en YouTube. Entre las víctimas mortales se hallaba el camarógrafo de Reuters Namir Noor Eldeen, y su chofer Saeed Chmagh.

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