Quintana (derecha) junto al ministro Andrés Izarra en la Conferencia Internacional Revolución e Intervención en América Latina. Foto: Luis Laya CARACAS.— «Bolivia ha desmontado y sigue desmontando un intento de golpe de Estado que ha contado con el apoyo de organismos no gubernamentales financiados por la USAID (la mal llamada Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), la DEA y la propia CIA», denunció aquí el ministro de la Presidencia de Bolivia, Juan Ramón Quintana.
Las revelaciones que dan cuenta de la sucia política injerencista de Estados Unidos contra nuestros países, dieron la tónica a la Conferencia Internacional Revolución e Intervención en América Latina, clausurada este sábado aquí con una Declaración Final que llama a respetar las decisiones populares y a que se rechace la intromisión foránea: un reclamo oportuno en vísperas del proceso electoral que tendrá lugar en Venezuela el próximo día 23.
Este país, como Bolivia y tantos otros son testigos de la sucia manera con que el imperio intenta frustrar, desde «adentro», sus procesos revolucionarios.
En diálogo con la prensa acerca de ese accionar, Quintana identificó la masacre sangrienta del pasado 11 de septiembre en el departamento boliviano de Pando como «el corolario de una escalada de complot, conspiración y sedición cívico-prefectural» organizada con el apoyo yanqui, y frustrada «gracias a una enorme movilización social, a las decisiones del poder ejecutivo y, fundamentalmente, a la detención del prefecto de Pando, Leopoldo Fernández».
Estamos asistiendo, dijo, «al mismo libreto» urdido cada vez que en nuestros países «se pretende instalar procesos de transformación profunda que tratan de recuperar la soberanía, la dignidad, los recursos naturales...».
«Consecuentemente, el intento de golpe en Bolivia ha estado orientado a descabezar al Gobierno nacional, liquidar el proceso de recuperación del patrimonio de los bolivianos y las bolivianas, y desmantelar un proceso de transformaciones y cambios que hoy beneficia a millones de ciudadanos», aseveró.
Interrogado acerca de si La Paz aceptará a un nuevo embajador estadounidense, Quintana dijo que tal decisión hay que estudiarla con detenimiento.
«Tenemos que establecer una nueva agenda, nuevas reglas del juego para definir nuestra relación con los Estados Unidos; una relación que ha estado empañada fundamentalmente por las acciones sediciosas del propio ex embajador Philip Goldberg, a quien declaramos persona non grata porque hemos advertido con la mayor objetividad que estuvo alentando esta espiral de violencia en Bolivia».
Viajes de agentes de la CIA y de la DEA de una a otra ciudad del país y el apoyo financiero de la USAID a prefectos y entidades «cívicas» como la violenta Juventud Cruceñista, prueban que aquellas entidades participaban en la articulación del proceso desestabilizador.
Todo ello, aderezado con la manipulación mediática y la distorsión de la realidad, explicó Quintana.
El caso boliviano es apenas botón de muestra de esos arteros modos con que, a lo largo de décadas y desde el mismo triunfo de la Revolución Cubana, sucesivas administraciones norteamericanas han tratado de impedir la instalación y avance de procesos liberadores como los que hoy se abren en Bolivia, Venezuela, Ecuador o Nicaragua. Precisamente, el desconocimiento del Departamento norteamericano de Estado de los resultados de los recientes comicios para alcaldes en la nación centroamericana, es el ejemplo de injerencismo imperial más reciente.
Tales hechos fueron argumentados en la Conferencia que acaba de concluir aquí, con la contribución de intelectuales e investigadores de una decena de países de la región, de Canadá, EE.UU. y España.
El uso de entidades estadounidenses pantalla como la USAID y la NED y su millonario financiamiento para fo-mentar la desestabilización; la «fabricación» de «líderes» opositores artificiales escogidos preferentemente entre los jóvenes, y la «exportación» de las llamadas «revoluciones de colores» fueron condenados por los participantes.
A tenor con ello, fue acuerdo de la Conferencia la creación de un Centro de Alerta para la Defensa de la Soberanía (CADES), que constituirá una red continental «en alerta» contra todas las formas de complot, desestabilización, fomento de la subversión, y todo lo que atente contra nuestros procesos revolucionarios, afirma la Declaración Final de la cita. El próximo encuentro se realizará el año que viene, en Bolivia.