¿De quién son esos tristes ojos bañados en lágrimas? ¿Adivinan? Pues del sujeto que ordenó invadir Iraq en 2003. Ahora llora en la ceremonia de condecoración post mortem a un soldado de EE.UU. muerto en aquel avispero. Matemáticamente, si fuera a lagrimear por cada baja norteamericana (más de 4 000), y por cada iraquí asesinado (¡cientos de miles!, según la revista británica The Lancet), la Casa Blanca quedaría anegada. ¡Cocodrilín!. Foto: Reuters