Que George W. Bush, junto al primer ministro británico, Tony Blair, y el ex presidente del gobierno español, José María Aznar, desoyendo a las Naciones Unidas, intervinieron en Iraq trayendo una ola de sangre y muerte bajo la embustera excusa de unas supuestas armas de destrucción masiva, es una aseveración que todo el mundo conoce y condena.
Que la guerra le ha costado al contribuyente norteamericano más de 500 000 millones de dólares y más de 3 200 vidas de jóvenes que salieron a «luchar contra el terrorismo» y solo encontraron una prematura e injusta muerte, es una verdad dolorosa, pero simplemente eso: verdad.
Que todo ha sido un fracaso más grande que Vietnam, no le cabe duda a nadie. Pero lo que la comunidad internacional ignora son algunos puntos claves del drama humanitario provocado por esa invasión.
Al costo humano de esta guerra habría que sumarle la cantidad de iraquíes que han sido desplazados de sus hogares y viven en campos de refugiados sin tener la menor idea de cuando podrán regresar a sus lugares de origen.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) denunció recientemente el olvido internacional que sufren los miles de refugiados que ha provocado la guerra. Las últimas cifras de este organismo aseguran que, solo el año pasado, 730 000 personas huyeron del país. La ONU estima que cada mes, más de 50 000 personas se ven forzadas a dejar su hogar.
Un portavoz del ACNUR aseguró que la organización está desbordada tratando de ayudar a países como Siria y Jordania para que puedan atender a los refugiados iraquíes. Se estima que el primero alberga ya a más de 1 200 000 iraquíes, mientras que el gobierno jordano da cobijo a otros 800 000.
Casi dos millones de iraquíes abandonaron sus casas y nunca volvieron después del derrocamiento de Sadam Hussein, dijo Peter Kessler, portavoz del ACNUR. A ese par de millones de refugiados hay que sumar igual número de desplazados internos. Personas que huyeron de su hogar, pero no al extranjero, sino a algún otro lugar en Iraq. Por lo general, son gente que vivían en zonas mixtas de sunnitas y chiitas, y tras el estallido de la guerra, marcharon a otras provincias donde su grupo es mayoritario.
Este éxodo es el mayor movimiento de población a largo plazo desde el desalojo de los palestinos, tras la creación de Israel, en 1948. Es la crisis mundial de refugiados que más rápidamente crece, ha constatado la ACNUR.
Pero también en el exilio la situación de cualquier refugiado es doblemente difícil.
Hussain es un iraquí que tuvo que salir de Bagdad porque su situación era horrible. Trabajaba —cuenta— de guía para los periodistas extranjeros que cubrían la contienda y esto generaba que le enviaran amenazas de muerte. «Tuve que salir con mi familia para Siria, donde no tengo trabajo.
Kessler, reafirmó que es necesario proveer cuando antes con salud, educación y ayuda alimentaria a estas personas, porque están cada vez más empobrecidas.
Cabe preguntarse si poniendo en práctica aquel lemita de que con la ocupación de Iraq los yanquis llevarían «paz y democracia al pueblo», Washington recibirá en su casa a algunos de estos iraquíes. ¿Alguien lo cree...?