Y el salón de la fama pá cuando?? Autor: LAZ Publicado: 14/07/2020 | 08:16 pm
Se acerca una Serie Nacional con formato emergente que algunos sugieren pudiera quedarse más de un año, a la espera de una liga cubana invernal que complemente la temporada y conjugue masividad de un lado y concentración de calidad del otro.
Será la serie 60, y en Cuba los números redondos tienen una connotación mayor. Ya van seis décadas con sus altas y bajas, pero sin dejar de ser el campeonato más seguido por los aficionados al deporte. Cada campaña genera expectativas y desde mucho antes, como sucede ahora, comienzan las polémicas, los vaticinios, y hasta los pitchers del día inaugural son anunciados con más de dos meses de anticipación, aun sin ser conformados los equipos. Pero es Cuba, y aquí, cuando de deporte se habla, todo es posible.
La Dirección Nacional de Béisbol, pese a las restricciones impuestas por la situación sanitaria, sigue enfocada en dotar a nuestra serie de organización y regulaciones que corrijan ciertos desatinos e improvisaciones que han marcado justas precedentes.
Es un buen momento para generar alianzas con otros actores que puedan impulsar también un mayor espectáculo, fuera de las dos rayas que determinan el terreno de juego. Pienso, por ejemplo, que es hora de definir la situación del Museo y Salón de la Fama del béisbol cubano, proyecto sociocultural imprescindible para difundir la historia de nuestro deporte nacional y que lleva demasiado tiempo en el círculo de espera.
Como parte de la cultura y la identidad cubanas, el béisbol necesita de una estrategia pensada y bien articulada para que no sea orgullo solo de quienes vivieron los años esplendorosos de nuestro equipo nacional.
Sin embargo, la historia de nuestra pelota desborda un espacio nacional. Cada provincia podría disponer de un proyecto semejante que exalte y pondere a sus glorias. La experiencia del Palmar de Junco podría ser multiplicada por todo el país.
Si los matanceros pueden, ¿por qué el resto no? Ahora que existen presupuestos para iniciativas de desarrollo local, se podrían presentar proyectos innovadores, sustentables, creativos. Que inviten a los padres y abuelos a llevar a sus hijos y nietos para contarles allí, delante de imágenes o ante los propios protagonistas, aquellos batazos que recuerdan con memoria cinematográfica. O los ponches telúricos en estadios abarrotados.
El béisbol en Cuba se remonta al siglo XIX y son unos cuantos terabytes de historias que no caben en la memoria de un grupo de personas, por muy pródiga que sea. Además, no todos los jugadores tienen méritos para un Salón de la Fama nacional, pero muchos sí podrían integrar el de sus provincias y sería un homenaje a su entrega, su pasión y resultados, y una posibilidad para poner a muchos de ellos en diálogo con las nuevas generaciones.
Hay que hablar de las ligas anteriores a 1960, sean profesionales o amateurs: azucareras, industriales, independientes y otras que configuran el amplio circuito beisbolero de Cuba junto a los campeonatos posteriores al triunfo de la Revolución.
Que el béisbol nuestro se salga de los estadios, vaya a las escuelas, los parques; que las peñas puedan integrarse al espectáculo masivo y las mascotas, cada vez más originales, animen fiestas infantiles y populares. Que una foto con el cocodrilo matancero, el toro camagüeyano, el león habanero o la avispa santiaguera, por mencionar algunas, sea orgullo familiar.
Por suerte, se está pensando en la producción industrial de artículos deportivos alegóricos a los equipos cubanos. Y por suerte también, el proyecto inicial de venderlos solo en dólares estadounidenses y para compradores radicados fuera del país, fue detenido, a la espera de otras opciones más asequibles para quienes sí van todos los días a los estadios y no tienen un pariente o amigo en el exterior.
La temporada 60 no debe quedarse solo en el juego, aunque el coronavirus impida desplegar todas las potencialidades creativas. El béisbol no se salva solo jugándolo.