En 2016, Yadel se convirtió en el primer árbitro cubano en pitar una Copa América Autor: AP Publicado: 07/03/2020 | 08:10 pm
Otro año más de fútbol ha pasado, y Yadel Martínez Pupo ha vuelto a ser seleccionado como el árbitro más destacado de toda Cuba. La constancia en su trabajo y su encomiable desempeño sobre el césped le han valido al holguinero merecer un premio que funciona para él como un impulso más en su carrera.
Su trayectoria es impresionante, pues además de estar en la Copa América Centenario (2016), en donde debutó en el duelo México-Venezuela, Martínez ha participado en otros torneos importantes del área, como son la Copa Oro, la Liga de Campeones de Concacaf, los Juegos Centroamericanos y del Caribe, y también en eliminatorias mundiales y olímpicas.
A propósito de su más reciente reconocimiento, Juventud Rebelde conversó con este referente de la disciplina en el país en torno a diferentes temas relacionados con el complejo arte de impartir justicia balompédica.
—¿Cómo entrena un árbitro para estar a la par de los atletas?
—La parte física de nosotros, al igual que la de los jugadores, es muy intensa, y para hacerla tenemos un plan riguroso que combina un diseño de nuestro preparador con lo que nos envía la FIFA como parte de su sistema de trabajo.
«La vida en ese sentido no es tan complicada, pero sí dependemos de mucha dedicación para entrenar tres veces a la semana y dar el máximo siempre. Tal vez lo menos agradable es cuando toca hacerlo en solitario, porque se tiene menos motivación, y hay que esforzarse más para terminar bien la sesión».
—¿Cuán importante es la capacidad de posicionarse en el campo?
—Para eso precisamente es toda la preparación, porque lo que hacemos durante ese tiempo se enfoca en la realización de movimientos y recorridos que luego tendremos que hacer por 90 minutos. Aceleración, desaceleración, carrera de espaldas, cambio de ritmo, cambio lateral son cosas de todos los días, y cuando ya uno lo tiene interiorizado, pues en la cancha estamos cerca de la acción sin obstaculizarla.
—A la par de la práctica, ¿cómo se lleva la teoría?
—Nosotros los árbitros aquí solemos organizar diferentes actividades, que incluyen reunirnos en un local a ver materiales audiovisuales y usar la computadora para hacer algunos ejercicios que nos permiten «afinar» los conocimientos.
«Ya en la parte individual, en casa tengo mi colección de videos y textos que constantemente estoy consultando para mantenerme no solo preparado, sino actualizado.
«De mis colegas aprendo mucho también».
—¿Cuál es su fórmula para mantener el control del partido?
—En términos generales, desde el principal hasta el asistente y el cuarto árbitro debemos intentar tener todo bajo control desde el minuto uno hasta el 90. De hecho, hay una directriz en Concacaf que dice que la primera falta del partido hay que hacerla grande, o sea, pitar bien fuerte para que se vea que uno está ahí y no va a permitir que sucedan hechos de ese tipo sin sancionar al infractor.
«Otro ejemplo sucede cuando un jugador comete varias faltas en poco tiempo. Independientemente de la intensidad de estas, lo normal es llamarle primero la atención y dejarle saber que no dejaremos que siga haciendo eso. Ya después, si vemos que continúa, pues hay que hacer uso de las tarjetas».
—Con respecto a los penales, ¿hay algo que incida a la hora de pitarlos o no, más allá de lo meramente futbolístico?
—El reglamento no especifica en ningún punto que un penal sea más «pitable» en el minuto uno que en el 34’ o el 90’. Por eso es que tenemos que usar siempre lo que está establecido para cumplir con el trabajo de la forma más justa. Si en las reglas dice que cierta jugada es sancionable, aunque a los aficionados no les guste, pues se pita el penal y punto.
«Eso sí, tenemos una gran responsabilidad ante la justicia deportiva, y puede pasar que en ciertos pasajes del encuentro, como es el caso del tiempo agregado, a veces un contacto leve no sea lo suficientemente claro como para entenderlo como una penalización máxima. Ante casos como ese, lo que nunca debe pasar es que el colegiado influya en el resultado del juego de forma dudosa».
—¿Cómo se gestiona una equivocación durante el trabajo?
—Los errores son parte del juego, igual que un gol o un córner. Lo que nos toca es minimizarlos lo más que se pueda, de forma que no cometamos una pifia en el área de penal o en una jugada que defina el choque.
«Ahora bien, una equivocación no es razón para que uno se venga abajo y luego quiera compensarla perjudicando al otro equipo. Si pasa eso, al final nos van a evaluar y verán que en vez de un error tuvimos dos, y eso es algo que ninguno de nosotros desea».
—¿Qué sucede justo después de un partido?
—La gente piensa que los árbitros somos máquinas que pueden irse tranquilas para su casa nada más terminar el juego, y se equivocan totalmente. Después que suena el pitazo final, todos se quedan viendo a los futbolistas, y se olvidan que nosotros nos vamos igualmente «cargados» para la casa.
«Cuando la mayoría imagina que estamos descansando, en realidad estamos revisando lo que hicimos antes, para ver cuán bien o mal nos desempeñamos sobre la cancha. Hay días en que todo marcha sin dificultades, pero luego hay otros en que fallas y al ver la repetición te preguntas cómo no viste algo que ahí parece tan claro.
«Igual que los atletas, los árbitros también dependen de un resultado exitoso para trascender en su profesión y obtener satisfacciones como la de ir a un mundial. Al final, no estamos tan lejos de la realidad como las personas piensan».
—¿Cómo entra el VAR (videoarbitraje) para asistirlos a ustedes?
—Como todo lo novedoso, tiene muchas cosas que aún deben perfeccionarse, pero la verdad es que se trata de una herramienta muy valiosa. El VAR nos da un margen de error más amplio, y nos permite tomar decisiones sin el temor de condicionar irremediablemente un partido.
«En resumen, la tecnología nos da más confianza, pues nos quita un peso enorme y nos posibilita acertar más y aportar mayor justicia al deporte».
—¿Cómo es la relación entre referís y deportistas?
—Desde mi punto de vista eso es algo que siempre debe tener sus límites. En el terreno, cada quien hace su trabajo en lo que le toca, y la relación que existe allí está condicionada por el deber de cada cual de cumplir con su rol sin desmerecer el de los demás.
«Sí, conversamos mucho en la cancha, pero manteniendo ciertos códigos y expresando las opiniones o decisiones con firmeza y mucho respeto.
«Ya cuando termina todo, me gusta mantener distancia, sobre todo porque en la actualidad los medios de comunicación están atentos a cualquier conducta anormal, y un vínculo demasiado cercano entre árbitros y jugadores puede ser interpretado como conducta impropia, y poner en entredicho la imagen pública de ambos».
—¿Qué se hace cuando un árbitro se lesiona?
—En caso de un problema físico con el principal, el cuarto árbitro puede asumir perfectamente, porque tiene la misma capacitación que su compañero.
«Ya en caso de los linieres, y aunque el cuarto tiene las herramientas para desempeñarse en ese rol, en torneos de mayor envergadura se cuenta con una reserva para ocupar ese puesto, pues se trata de algo muy específico que es mejor dejar en manos más preparadas».
—¿Cuál es su diagnóstico del arbitraje cubano actual?
—En lo que se conoce como fútbol once, tenemos todavía que esforzarnos muchísimo, pues no es un secreto para nadie que el arbitraje no goza de muy buena salud en el país.
«De momento hemos incorporado a nuevos profesionales en todas las provincias, y tenemos la idea de crear una escuela nacional que permita su superación y así poner en alto esta disciplina en todas sus variantes.
«Además de lo anterior, hay que decir que contamos con muy buenos árbitros en otras modalidades, como son los casos de Antonio Álvarez y Sergio Cabrera, quienes han tenido la oportunidad de trabajar en mundiales de fútbol sala, incluso hasta en la final».