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Del Portugal más letal a la España barroca

Este lunes despertamos entre las dudas sobre la capacidad de Cristiano Ronaldo y sus compañeros para romper el cerco norcoreano, y resultó que el equipo asiático terminó llevándose la paliza del torneo con los lusos

Autor:

Raiko Martín

Seguir el Mundial es como subirse a una montaña rusa de emociones. A falta de goles y brillo, el balón, las vuvuzelas, el «motín» en la nave francesa y los errores de los porteros se habían robado el protagonismo en esta Sudáfrica donde lo que un día parece, al otro no es.

Y así, despertamos este lunes entre las dudas sobre la capacidad de Cristiano Ronaldo y sus diez compañeros para romper el cerco norcoreano, y nos encontramos con un equipo asiático de corte suicida, que apostó todo su capital a un cambio en el guión. Si contra Brasil habían extremado precauciones, ante los lusos entreabrieron el caparazón y terminaron llevándose la paliza del torneo.

Del primer Portugal atascado y seco, emergió entonces un equipo capaz y contundente. Todo empezó en el banquillo, con la entrada de Tiago por Deco, y la inclusión de Meirelles, cuyo gol comenzó a desnudar la fatal elección del técnico Kim Jong Hun.

Desde entonces, los de Queiroz fueron una hermandad en torno a su gran líder. Aunque nunca dejó de buscar el arco rival, Cristiano Ronaldo nos regaló su versión más solidaria, y con ella recortó algunos metros la distancia que le había sacado el argentino Messi como «vedette» del torneo.

Otra vez el poste le ahogó un grito, pero sus infortunios de cara al gol, cuya cuenta superaba ya los 16 meses, tuvieron punto final de la manera más circense. Y ya más tranquilo, casi con la certeza de saberse entre los actores del siguiente episodio, los espera un Brasil también intermitente, aunque menos presionado tras sus chispazos dominicales.

Este duelo metrópoli-colonia pudiera definir el futuro rumbo del Mundial. Del otro lado navega una España que, al contrario de sus vecinos, sigue sin calibrar su amplia y variada batería de cañones.

El accidente de Durban ante Suiza no cambió los argumentos de «La Furia Roja». Del Bosque se jugó la mano con la carta del «Niño» Torres, pero fue Villa el comodín de su fortuna ante una selección hondureña que no trascendió a su esperado papel de «sparring».

Fue otro recital de toque y dominio, pero que terminó sin gran repercusión. El espectáculo hubiera acaparado los mayores titulares de no ser por los excesos, que esta vez se vieron hasta desde los 11 metros. Les sobran a los españoles las oportunidades de cara al gol, y les ha faltado esa última estocada, ya sea desde la frontal del área rival, o desde la mismísima línea de meta. Y por más que nos guste, la belleza no garantiza el éxito.

Aunque ya soltaron lastre, nada cómodas son las opciones de los españoles para llegar a los octavos de final. Su última bala apunta a un equipo chileno muy intenso, que rueda ligero de mediacancha hacia delante, pero que sufre los mismos males a la hora de sacar partido a sus notables individualidades.

Sufrieron demasiado los australes para derribar el frontón suizo que, si le sirve de consuelo, quebró el récord de imbatibilidad en citas universales. Pero el mérito más grande fue haberlo hecho con inferioridad numérica, desde que el colegiado Khalil Ghamdi se tragó las exageraciones del chileno Vidal tras una manoteada de Behrami.

También algunos árbitros han reclamado su porción de protagonismo en este Mundial tan cambiante.

La hora cero

Después de la huelga dominical, los franceses se entrenaron con normalidad para asumir hoy frente a Sudáfrica lo que sería su última presentación en el torneo.

Solo un milagroso desenlace del México-Uruguay, que se jugará en similar horario, salvaría a este equipo galo que ha escrito una de las páginas más lamentables en la historia de los Mundiales.

También llegó el momento de definiciones en la llave B, donde Grecia lleva las de perder frente a una Argentina pletórica de goleadores. De lo que pueda hacer Corea del Sur ante Nigeria cuelgan las esperanzas de los asiáticos después de la baja de los norcoreanos.

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