Al parecer los ratones no solo aman el queso. Científicos han descubierto que, además, tienen un innato amor por el canto. Para cortejar a su pareja, el macho lanza una serie de chiflidos, chasquidos y chillidos no perceptibles por los humanos. Estas «canciones de amor» son las que definen a quién elegirá la hembra. La preocupación que tienen ahora los estudiosos es si esas complejas rutinas de vocalización son innatas o si los ratoncitos las aprenden de sus padres. En un «mundo perfecto» como este ¿a qué más se puede dedicar un científico?