Manuel, un gaditano de 50 años, no dio importancia a las discusiones hasta que su mujer abandonó la casa. Cansada de las quejas del marido cada noche por los platos que ella preparaba, Emilia hizo las maletas. Pero eso no es lo que más le ha dolido al exigente marido sino la despedida, que lo convirtió en el hazmerreír del barrio. «Ahora los purecitos te los haces tú solo. ¡Y a ver si al fin te arreglan los postizos!», dice el mensaje que la mujer dejó escrito, con tinta roja y letras enormes, en la fachada.