Se amarra la raqueta en su mano y la mesa lo ve avanzar sin miedo. La net y una esfera diminuta le han devuelto la vida a este cubano, proclamado campeón paralímpico en la Ciudad de la Luz. Un grave accidente lo llevó a una silla de ruedas tras lanzarse a una piscina con poca agua. Yunier Fernández merece toda mi admiración, todo mi respeto.
Valga el respeto para un logro extraordinario, mas no se trata de tributos de ocasión. El respeto debería ser el pan cotidiano que compartamos en todas las mesas. No hay nadie que no lo merezca.
El tiempo de los demás exige respeto. Nos acortan la vida las reuniones infértiles y catárticas en las que hervimos a cada rato, sin hallar tantas veces, soluciones viables ni caminos duraderos.
El irrespeto se convierte en norma cada vez que nos damos de bruces contra un papel pegado al cristal, ese que esgrime esta o aquella justificación para no cumplir el horario, para no prestar el servicio. Siempre me he preguntado para qué agregan la consabida frase de «perdonen las molestias ocasionadas». Esas palabras han devenido en comodín, en absurdo ritual, en una sentencia hueca, que no deberíamos perdonar en modo alguno, por abusivas y reiteradas.
El repertorio de la desidia es infinito.
Los que en medio de las complejas circunstancias en las que vive Cuba siguen apostando al trabajo honrado; los que siguen defendiendo sus sueños con uñas y dientes, merecen respeto. No importa de qué esfera se trate: no hay entrega pequeña, si la pasión es grande.
Hay que tener sumo cuidado a la hora de seleccionar en manos de quien se deja la misión de justipreciar y estimular los desempeños valederos. La brújula ha de apuntar a una sola dirección, la justicia y el conocimiento. Cada vez que la indiferencia, la ignorancia o la mala fe ganan la partida, se comete un crimen. Cuando la ética falla, todo falla.
En el medioevo, los inquisidores consideraban a los zurdos como hijos del demonio; un tiempo más acá, se les amarraba esa mano en las escuelas para volverlos diestros por obligación. Los que usan la mano izquierda siguen entre nosotros, fue la apertura del pensamiento lo que acabó desamarrando la supuesta malignidad. La construcción de una sociedad inclusiva y contemporánea presupone la transparencia de cada proceso y el respeto a las diferencias, de las que somos parte indisolublemente.
Los procesos económico-sociales llevados a cabo en el país en los últimos tiempos requieren el respeto a las leyes. Los pícaros quieren saltárselas; los oportunistas de ocasión, también. Bienvenido cada emprendimiento serio; mas cualquier proyecto que irrespete a los que debe servir, que escoja caminos torcidos para incrementar sus números, no debería prosperar. No puede ser que pasen delante de todos los ojos, sin que nada suceda. Se pagará caro, muy caro, cada minuto de inacción.
En estas mismas páginas han sido publicadas notas sobre reclamos desoídos, respuestas largamente postergadas, soluciones inconclusas, discursos enmohecidos. Que no se hable a la callada, lo que ha de ventilarse a la luz pública. Es donde Cuba duele, porque detrás de cada angustia, hay responsables que no han dado la cara, hay instituciones que no han cumplido, hay escrutinios fallidos, hay lamentables complicidades.
El respeto es una cultura que demanda atmósfera, preparación y control. El genio de Paula lo definió ya desde 1875, con apenas cuatro palabras: «Quien se respeta, respeta».