El río Yumurí, con su impresionante cañón, rodeado de la más verde vegetación. Autor: Rubén Aja Publicado: 14/08/2021 | 09:08 pm
Escribo estas líneas de reverencia a «una ciudad que ocupa un lugar cimero en la historia cubana», como insiste una y otra vez su historiador, el apasionado e incansable Alejandro Hartmann Matos, y todavía no sé con cuánta intensidad bañará Fred a la primera villa y capital que tuvo la Mayor de las Antillas, y que continúa sin estar tranquila con la preocupación de que la COVID-19 no termina de inquietar a sus moradores. Desarticulado antes de que pudiera avanzar muy próximo a la región del extremo oriente del territorio nacional, el fenómeno meteorológico no llevará más tristeza, para tranquilidad de todo un país, a una celebración que se soñaba en grande, como merece un acontecimiento extraordinario como la fundación, el 15 de agosto de 1511, hace 510 años, de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, «la más hermosa cosa del mundo...».
Debieron llenarse los ojos del Almirante del verde inmenso de aquellas montañas generosas y del azul infinito de ese mar con destellos de sol o de luna sobre el océano que tanto abundan en esta tierra y que lo condujeron a traducir en palabras, tamaño deslumbramiento. En su diario, la fecha indicaba que estaba viviendo el 27 de noviembre de 1492.
«Cristóbal Colón quedó encantado y entusiasmado al descubrir las posibilidades que le ofrecía esta región para levantar la que con el tiempo se convertiría en Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa. Pasaron años de su arribo hasta que la corona española decidiera el proceso de conquista y colonización de Cuba.
«Cuando Diego Colón fue designado como Virrey de La Española en 1509, entre las instrucciones que recibió estaba averiguar si había oro. El nuevo gobernador, luego de valorar el resultado del bojeo que había hecho Sebastián de Ocampo, enviado por su antecesor, Nicolás de Ovando, determinó emprender la ocupación de la Isla para lo cual eligió a Diego Velázquez, hombre experimentado en la construcción de villas, como había demostrado en Santo Domingo.
«Al llegar a Cuba, el Adelantado y sus 300 expedicionarios tuvieron primero que batallar contra la oposición indígena liderada por el cacique dominicano Hatuey, quemado en la hoguera, en Yara, Bayamo, antes de que se fundara Baracoa (nombre indígena que ha prevalecido hasta nuestros tiempos), haciéndola villa y capital.
«Hasta 1986, algunos historiadores, investigadores y maestros habían tomado 1512 como fecha de instauración, pero la prestigiosa Doctora Hortensia Pichardo, tras un análisis exhaustivo y manejar nuevas fuentes documentales, nos aclaró que no era posible admitir que Diego Velázquez permaneciera más de año y medio en Cuba sin establecer población donde asentarse y organizar su gobierno.
«Tal fundamentación nos condujo a fijar la fecha del 15 de agosto de 1511 como la exacta, dada la tradición de los conquistadores españoles y portugueses de ponerles el nombre del día del Santoral Católico a las villas o fuertes que fundaban, así como a las minas y lugares geográficos que localizaban, una teoría que pudimos corroborar ampliamente», comenta Hartmann Matos.
La iglesia, muy sencilla en su arquitectura, está ubicada en el centro de Baracoa. Fotos: Antonio Ernesto Planos Samón
«Baracoa reforzó su posición primigenia cuando Velázquez preparó las condiciones para la ocupación total de la Isla. En el período 1511-1515 se produciría el contacto más dilatado entre los españoles y nuestros antecesores aborígenes. Desde este territorio partieron las tres expediciones que, dirigidas por Pánfilo de Narváez, Francisco de Morales y el mismo Adelantado, posibilitaron el nacimiento del resto de las primeras villas cubanas, por tanto, los elementos hispánicos de la economía, la cultura, la religión, la arquitectura, la forma de gobierno, entre otros, arribaron antes por aquí. No obstante, en 1515, se transmudó la categoría de capital a Santiago de Cuba, considerando que el lugar donde aquella se encontraba era el más céntrico de los que existían entonces.
«El 11 de febrero de 1517, el Papa León X (Juan de Medicis) con la Bula Super Specula, erigió la primera diócesis en Cuba, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción y le dio el rango de ciudad a la sede primada», rememora el reconocido estudioso, quien asimismo recuerda el momento en que, 461 años después, Baracoa fue declarada Monumento Nacional, «para alegría y regocijo de los 15 000 baracoanos reunidos en la Plaza Cacique Hatuey.
«Ese día el Doctor Antonio Núñez Jiménez, viceministro de Cultura, dio lectura a la Resolución No. 3 de la Comisión Nacional de Monumentos que él presidía, en la que se confirió, con total justicia, tan merecido título».
Un paraíso «Aparte»
El 10 de octubre de 1978 está señalado como la histórica efeméride a partir del instante en que, junto a las demás villas fundacionales de Cuba, se le otorgó dicho privilegio al Centro Histórico Urbano de Baracoa. Exactamente, a «22 manzanas y 23 medias manzanas que ocupan un área aproximada de 24,8 hectáreas, que limita al norte con Avenida de los Mártires, al noreste con calle Martí, al noroeste con la Calixto García y al sureste con Limbano Sánchez», específica el arquitecto José Enrique Floirián Floirián, quien se halla al frente del Plan Maestro de la Oficina del Conservador de la ciudad.
«El vocablo Arauco que desde tiempos lejanos denomina a esta región, resalta el estrecho vínculo de los oriundos con su naturaleza y el lugar que esta ocupaba en el imaginario y en la conciencia colectiva de ese grupo humano. Se traduce como “existencia de mar” o “abundancia de aguas”, elemento que permitió la comunicación entre las diferentes islas antillanas a través de las cuales se pobló Cuba.
La posterior instauración de la capital en Santiago de Cuba, con mejores condiciones de amplitud y calado en su puerto, y una posición más favorable en el Caribe, incidió en que la nuestra dejara de ser el centro político y administrativo, que comenzara para ella un lento y largo período de inflexión, que terminó sumiéndola en una especie de amodorramiento.
Prácticamente aislada por tierra firme hasta la década del 60 del siglo pasado, cuando se concluyó el viaducto La Farola, se convirtió en un paraíso prácticamente separado del mundo real. Pero en ese fatalismo geográfico, ese aislamiento de siglos, solo resuelto después del triunfo de la Revolución en 1959, está la base del notable encanto que posee la Villa Primada, la cual continúa ofreciendo la imagen de que allí todo es más auténtico y puro.
¿Qué no debería dejar de admirar quien visite a esta maravilla terrenal? Por ejemplo, el Museo Municipal, que ocupa los predios del antiguo Fuerte Matachín, una de las cuatro fortalezas que hizo construir España en esta plaza; el malecón de cara al océano Atlántico, punto de encuentro y lugar de solaz, donde llama la atención la enorme estatua de Cristóbal Colón; o la iglesia, enclavada en el centro, cuyo mayor tesoro es la Cruz de la Parra, la única que se conserva de las 29 que se asegura hincó el navegante genovés en suelo del Nuevo Mundo para dejar constancia de la presencia del cristianismo y que, para más paradoja, sobrevive en una de las pocas villas que no adoptó para sí la designación española, sino que lleva con orgullo el nombre que le dieron para siempre los aborígenes indocubanos.
Es el parque, donde se levanta la iglesia, el centro de la vida de una urbe que no ha establecido claros límites con el monte. Tanto es así, que una y otro parecen formar parte indisoluble del mismo paisaje: de donde quiera se distingue el Atlántico, pero también el Yunque y las montañas del macizo Sagua-Baracoa.
El 95 por ciento de la superficie es tierra de montañas, con una enorme riqueza forestal. Con cerca de 20 km de playas, la parte oeste del municipio alberga una considerable porción del parque natural más importante del Caribe, el Alejandro de Humboldt, Patrimonio Mundial de la Humanidad, dentro del cual se hallan las Cuchillas del Toa, Reserva de la Biosfera.
Joya ecológica del mundo y área protegida más importante de nuestro país, el Parque Nacional Alejandro de Humboldt atesora el 24 por ciento de las especies de la flora planetaria y la mayor densidad de endémicos en el país.
Se trata de una zona verdaderamente impresionante, de naturaleza virgen, bañada por el río más caudaloso de Cuba, el Toa, y que cuenta con un símbolo indiscutible: el Yunque, montaña con forma de meseta que tiene cerca de 560 metros de altura. Faro natural y Monumento Nacional, resguarda una exuberante vegetación, con representantes como la Coccothrinax yunquensis, una palma única de casi ocho metros de altura.
Pero hay mucho más que admirar: el abra del Yumurí, el Paso de los Alemanes, la bahía de Mata; la playa cerca de la desembocadura del río Duaba —lugar histórico donde desembarcaron Antonio Maceo y Flor Crombet, el 1ro. de abril de 1895—, con sus cocales y los característicos tibaracones: esas islas de arena intermedias entre el curso fluvial y el océano que vienen a ser el modo más práctico de bañarse en el mar y enjuagarse con agua dulce inmediatamente después...
Baracoa es apacible, única y seductora. Encontrarse con ella es descubrir en cualquiera de sus parajes, el esplendor y vitalidad natural de un universo que jamás deja indiferente.
Continúan las distinciones
Las montañas baracoesas, además de dar abrigo a tantas singularidades, también han sido ideales para la siembra de cacao, el café y el coco, que han aportado ingredientes significativos a la cultura local. Se dice que el primero de estos cultivos fue introducido en Cuba por los españoles a mediados del siglo XVI. La llegada de más de cien familias de colonos franceses a raíz de la revolución haitiana de 1791, supuso un impulso decisivo para su producción, al traer consigo nuevas técnicas y métodos de labranza, lo cual condujo a mayores rendimientos y ganancias que suscitaron cambios en la vida económica, social y cultural de la comarca.
«El cacao ha enraizado en las comunidades manifestaciones culturales que muestran el estrecho vínculo de sus habitantes con las particularidades de las producciones que realizan. Tal es el caso del barrio del Güirito en el Consejo Popular del Jamal, donde tiene su sede el grupo portador Nengón-Kiribá, heredero de expresiones músico-danzarias pertenecientes a células primarias del son. Tanto en los textos de sus canciones como en los pasos y las coreografías de sus danzas reflejan la influencia de tan importante cultivo en la zona», explica Floirián Floirián, presidente, además, de la Uneac en el territorio.
«Los bailadores, mientras avanzan en parejas en una formación circular, reproducen el movimiento curvo que deben hacer ambos pies para remover los montículos depositados en los secaderos. Las memorables fiestas que se realizaban en esa localidad y que podían durar días, tienen su origen asociado al grano, porque se efectuaban fundamentalmente al inicio y al final de la cosecha».
De paso es imperioso decir que en Baracoa confluyen modos de cantar y bailar que la distinguen dentro del contexto nacional, entre las que destacan: kiribá, nengón, aeroplano, pasión, cabaré, carril, bombo-camará y valse; ritmos que mucho tienen que ver con la idiosincrasia, costumbres y tradiciones de esta parte tan peculiar de Cuba.
Es lo mismo que sucede con el cocotero, del cual se puede aprovechar absolutamente todo, lo cual explica que le llamen el árbol de los cien usos. Raíces, tronco, pencas, los frutos y hasta el polvo tienen utilidad en ramas tan diversas como la medicina, la carpintería, la agricultura o la destilería.
Así, quienes arriben a la villa deben saber que podrán degustar más de 20 platos elaborados con el aceite o la leche de coco. Ciertamente, cualquier habitante de la zona puede recitarle la receta del calalú, del pescado carué con leche de coco, o del cucurucho cocinado con frutas y miel: una delicia que va en estuche rústico de hojas de yaguas y tapa de cáscara de plátano. En estas tierras el coco se adora, tanto, que el empleo de su leche les asegura peculiaridad a las mayorías de las recetas típicas de la región. Porque si de algo también puede presumir Baracoa es de haber conformado su exquisita y propia cocina.
En estas tierras el coco se adora. Fotos: Antonio Ernesto Planos Samón
La prueba mayor de que se ha estado en Baracoa es traer consigo, como valioso regalo, uno de sus singulares cucuruchos. Fotos: Antonio Ernesto Planos Samón
Las famosas bolas de cacao conformadas con la mano identifican a esta zona. Fotos: Antonio Ernesto Planos Samón
Grandes razones
Argumentos por los cuales Baracoa fue declarada Monumento Nacional, el 10 de octubre de 1978:
- Ser la primera villa fundada en Cuba en 1511, en el inicio del proceso de conquista y colonización de la Isla.
- Por mantener su trazado original: es la única de las villas fundacionales que no cambió de lugar, la forma adoptada es longitudinal, que no obedece a un diseño intencional; fue resultado de la interacción de las condicionantes naturales del área de enclave y acciones espontáneas que dotaron de singularidad a su estructura física, lo que le dio un valor distintivo a su proceso urbanizador.
- Se mantienen en buen estado las fortalezas de su sistema defensivo: iniciada su construcción entre 1739-1742 para defender a la ciudad de ataques enemigos, está compuesto por un sistema de construcciones militares bien estructurado y que aprovecha las potencialidades geográficas del lugar.
- Presentan gran importancia los yacimientos arqueológicos de los aborígenes indocubanos: los hallazgos encontrados son testimonio de que esta región fue el refugio de numerosa población aborigen, que dejó importante evidencia del desarrollo sociocultural alcanzado.
- Por preservar un paisaje singular de alto valor estético y cultural: la relación que se establece entre el azul del mar, el verde de las montañas y la coloración rojiza de los techos de tejas francesas de las edificaciones de la ciudad crean la armonía paisajística ideal para cualquier entorno citadino.