Vocal Sampling impecable el viernes último, en el Teatro Mella. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 06:20 pm
Sigo insistiendo en que hay una pasión desatada por asistir a buenos conciertos. La última semana fue de esas que casi no dejaban tiempo en La Habana. Melómana desenfrenada, me hice una ruta lo mejor que pude, ya que contradictoriamente esta fue una ocasión donde la demanda era menor que la buena oferta.
Mientras la mexicana Jaramar, la brasileña Badi Assad, la española Mayte Martín y el grupo cubano Vocal Sampling, se sucedían en el escenario del Teatro Mella como parte del Festival Les Voix Humaines, a Chucho Valdés se le ocurrió el jueves último adueñarse del Nacional, nada menos que para reverenciar a Irakere, agrupación cimera de la música popular de la Isla y del denominado jazz latino.
Aunque de las «manías», la melomanía no es considerada un trastorno psicológico o una enfermedad porque «no implica un riesgo para la persona ni para su entorno» —según reza en el portal www .definicion.de—, a veces las buenas opciones nos encrespan el temperamento. Para desacelerarlo y concentrarme en el disfrute, me hice un periplo casi imposible para esos siete días.
Seleccioné a Chucho Valdés precisamente porque siempre he querido regresar a ese momento en que el destacado pianista lideraba uno de los puntales de la sonoridad popular cubana. Grupo eternamente renovador, Irakere fue más que una formación de paso en el pentagrama nacional. Amén de sus lauros Isla adentro y allende los mares, su huella ha quedado por esa osada combinación de la música clásica, del jazz, del rock y otras técnicas de la composición que hacía que su ubicación en escena fuera multifuncional, muy cercana al bailador y al que gustara de escuchar simplemente.
Hace cuatro años, Valdés confesó a estas páginas que Irakere era inmortal. «Es más, pienso que es irrepetible», dijo resuelto. Quizá por ello quiso tomar la celebración del aniversario 70 de la FAO para homenajearlo. Esa noche se trajo a dos integrantes de aquel team para que los Mensajeros Afrocubanos —la agrupación que lo acompaña en la actualidad—, sonara a Irakere. Con el baterista Enrique Plá, Estella va a estallar —basado en el standard Stella by starlight— tuvo su color natural y ese diálogo del drums con las tumbadoras (Yaroldy Abreu) fue sencillamente memorable. Al guitarrista Jorge Luis Chicoy, Valdés le encomendó la retadora tarea de seguir las pautas de Carlos Emilio Morales en Mambo influenciado y para cerrar quiso hacerlo nada menos que con Bacalao con pan.
Hay quien sentía curiosidad por apreciar lo más reciente de Sampling, tras el paso por La Habana del grupo vocal norteamericano Take 6. Son dos estéticas y entornos diferentes, cuyo análisis daría para otro artículo. No obstante, si se decidieron por la agrupación cubana en su concierto del viernes pasado en el Mella, recibieron una actualización de los nuevos desafíos vocales de Sampling.
En hora y media, los muchachos de René Baños obsequiaron algunos de los sencillos de un inminente compacto del grupo y otros de una complejidad interpretativa que ya forman parte de su repertorio actual, como Paisaje cubano con rumba, de Leo Brouwer; Five minutes more (dedicado a Frank Sinatra), de Jule Styne, y el tercer movimiento de la Sinfonía no. 3, de Henry Górecki —este último está incluido en la banda sonora del filme italiano La grande bellezza).
No dejaron fuera de su programa esas canciones con sabor criollo que siempre han incluido en sus actuaciones, entre ellas la sabrosa guaracha Apretaíto, pero relajao, del propio René Baños, y el instrumental En la aldea, de José María Vitier, que identifica al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Sampling propuso esa noche un espectáculo con un diseño impecable de su dramaturgia. Esos seis hombres impregnaron sus interpretaciones con una pincelada de histrionismo, que enriqueció una velada que quisieron dedicar, tanto ellos como el Festival Les Voix Humaines, a los 50 años de Juventud Rebelde.
Mayte Martín se arropó el sábado de la intimidad de los boleros y la canción en Cosas de dos. A su segunda cita con el público de la capital antillana acudió sin rastros del feroz y acoplado Flamenco Clásico con que se le vio vestida el jueves. La cantante dio un giro de 180 grados para desembarcar en una velada sabatina sensible, trayéndose piezas de una valía exquisita.
La Martín fue apropiándose de las piezas de autores que la han marcado de un modo especial, entre ellos Armando Manzanero (No sé tú y No), Consuelo Velázquez (Verdad amarga), Francisco López Vidal (Espérame en el cielo), José María Cano (Lía) y Roberto Cantoral (Regálame esta noche). Fueron Hacia dónde y Palabras, un reto para Marín esa noche, pues las interpretó frente a su compositora, Marta Valdés, quien acudió al concierto.
Con un feeling muy propio, Mayte Martín regaló casi dos horas de música íntima, cercana, que se enriqueció con los aportes de su banda: Nelsa Baró (piano), Gabriel Graells (violín), Guillermo Prats (contrabajo), y los percusionistas Chico Fargas y Vicens Soler. Cuando el aplauso fue cerrado y a la Martín se le vio nuevamente en el escenario para desgarrar un personal Piensa en mí, de Agustín Lara, se evidenció esa intensidad que la música puede regalar. Se llama melomanía, así de simple.