David, junto a su hermano Ernesto y el grupo Síntesis. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 06:00 pm
A veces uno como espectador suele mirar a un músico sin pensar que detrás de su obra hay concepciones claras de la estética que defiende. En una misma propuesta, el artista junta esas inquietudes innatas de creador con aquellos conceptos establecidos por la academia o por la propia vertiente que enarbola, y le agrega ese sabor de lo nacional que también lleva en los genes.
De ese modo se dibujó Año 13, el concierto que David Blanco ofreció el sábado último en el teatro Karl Marx, sitio en el que dos años antes, por esas mismas fechas, propuso El nuevo mundo, espectáculo en el que sacó provecho de aquella profecía maya que predecía el fin del mundo, para dedicar una velada mágica y esperanzadora en la que el ser humano era centro de su atención.
Por su parte, Año 13 llevó otras motivaciones, según comentó el propio David días antes de su presentación en el Karl Marx. El cantante celebró esa noche más de una década de trabajo, y para ello regaló obras suyas pertenecientes a Vida libre, su más reciente compacto que en 2015 pondrá a consideración de sus seguidores, al tiempo que presentó el DVD del mencionado show de 2012, facturado por Bis Music.
Más de una veintena de canciones dejaron entusiasmado al público. Blanco tiene una carrera que ya se consolida y se mueve cómodamente en géneros como el pop rock, que cultiva siempre con una buena dosis de cubanía, algo de lo que he hablado en estas páginas al comentar sus discos y actuaciones.
Primero destaco algunos de los temas de Vida libre escuchados en la noche sabatina. Con un toque mucho más romántico resultaron I belong to you y Alucinado. En esta última sobresalió la intervención de Mayito Rivera, quien se desdobló y asumió un género en el que poco ha incursionado, probando su gran potencialidad como intérprete.
Como el avestruz me pareció una canción muy lograda por su texto crítico contra lastres como la hipocresía y la mentira. El sencillo también se distingue por su melodía. Allí el artista revistió junto con el pop rock, géneros como el jazz —hizo un solo de trompeta formidable—, y una de sus vertientes más movidas, el swing, lo cual fue bien recibido por el auditorio.
Mientras, en Sueño de ángeles, escrita entre David y su hermano Ernesto Blanco, hay una exhortación a todos a creer en sus proyectos personales y profesionales. El tema también formará parte de Vida libre y estará interpretada por David y la cantante Tanya, quien estuvo presente en el concierto.
Otras piezas, ya conocidas por la platea e imposibles de dejar fuera de sus actuaciones, tuvieron esta vez un acercamiento diferente y no precisamente por estar acompañadas de nuevas orquestaciones, sino porque Blanco decidió invitar a amigos entrañables para compartir el escenario. Fueron estos los casos de La tierra prometida, con Adrián Berazaín en la armónica; Parar el tiempo, junto a X Alfonso, y La Pachanga, con los chicos de Qva Libre.
Como reverencia a los aportes de Síntesis en el panorama sonoro criollo, sobre todo por su manera de llevar el sincretismo afrocubano al rock, Blanco invitó a Carlos Alfonso y Ele Valdés para que lo acompañaran en La evolución, de su autoría; en tanto que se escucharon los acordes del clásico Obataleo, del grupo que lidera Alfonso. Con la complicidad de estos artistas, David cerró con La conga loca, en la que tuvo una participación sorpresiva de Paulito FG, quien mostró también sus dotes de cantante de rumba.
Sin dudas, el concierto Año 13 fue una muestra de que David Blanco hace música porque constituye una necesidad biológica para él. Sus palabras así lo evidencian: «Me gusta estar encima de un escenario y hago discos para continuar actuando». Y así seguirá.