El Canario (derecha) y Tiburón Morales en el Matamoroson. Autor: René Masola Publicado: 21/09/2017 | 05:56 pm
SANTIAGO DE CUBA.— José Alberto «El Canario» no es una persona tímida. Se adueña del escenario de una forma sorprendente. Marca pasillos soneros y, como buen dominicano, es un hombre expresivo y dotado de un buen sentido del humor.
¿Usted es una persona hiperquinética?, quise romper el hielo en los breves 20 minutos que concedió a Juventud Rebelde, luego de dejar todo en el escenario del teatro Heredia y cumplir lo que denominó «el sueño de su vida».
«No soy tímido. Soy un morenito que me dejo llevar por las olas», dijo José Alberto Justiniano y percibí su sonrisa más amplia, que hubiera hecho parar el reloj, como aquella canción que se hizo tan popular en su voz.
Le hago una observación sobre el oleaje y le preciso que si fue intempestivo su gusto por la música. Pero El Canario pone cara seria y de emoción, porque el arte es cosa de mayor razonamiento y le viene en la información genética.
«La música me la trajo mi mamá en el vientre. Desde que nací la siento, y la he hecho desde pequeñito. Primero fui percusionista y luego, pues cantante. Es lo que sé hacer. Si me pones a hacer otra cosa, no sé».
Luego en su rostro se volvió a dibujar ese donaire de picardía y comentó: «Lo que sí soy es tremendo esposo. Mira, yo cocino, lavo, plancho, coso, atiendo a los niños... Lo único que no he aprendido es a dar el peine, a dar el blower, vaya. Es lo único que no sé. Después de eso hago de todo».
—¿Y cuándo comenzó a silbar?
—Eso nació natural, en el escenario. Después, en el show, comencé a improvisar y a silbar. Salieron melodías y la gente se enloqueció. Me dije: «Ahí está mi lanza de batalla». El resto es historia.
—¿Quién lo bautizó como El Canario?
—Un djoker de la ciudad de Nueva York. Él me bautizó así en 1985 porque yo amenizaba fiestas, y cuando estábamos en la rumba, yo «bajaba» la orquesta, me ponía a improvisar y él desde su cabina me decía: «Canta Canario. José Alberto, canta». Y se quedó.
«José Alberto Justiniano está solo para pagar las cuentas, los cheques y cosas así. Porque ya todo el mundo me conoce de otro modo».
Pero era otra esa gran urbe norteamericana de entonces, que trasciende también por ser punto de reunión de la música latina en el país norteño. José Alberto reflexionó, no sin denotar cierta nostalgia, sobre aquella época suya allí y valoró algunos fenómenos que se presentan en la escena sonora:
«Nueva York era muy agitada y llena de nightclubs, discotecas, y en todos (esos espacios) se tocaba en las noches. A veces no te daba ni tiempo a ir a todos los lugares porque eran muchos. Y qué puedo decir, después del 9/11 todo ha ido decayendo, mermando.
«Ha cambiado la temática, ahora es bien diferente. Es poca la radio latina. Todo está en dependencia de los diferentes ritmos que han nacido. Ello le ha robado un poco de espacio a la música nuestra y es muy difícil tener difusión, especialmente en la radio de esa ciudad.
«Entonces, eso se ha convertido en un patrón. En el patrón en muchos casos. Pero tenemos la defensa en Internet. Por ahí nos estamos promoviendo y también con otras radios que dan apoyo a nuestra música».
Actuar en Cuba era un anhelo añorado, amansado por el Canario, quien ha estudiado exhaustivamente a los grandes soneros de la Isla. Visitar Santiago de Cuba e inaugurar el Festival Matamoroson fue pura emoción para él.
«A Santiago lo conozco por historia. Primero, la música que hago la vengo escuchando desde pequeño. Aprendí a cantar con la música de Compay Segundo, (Miguelito) Cuní, Benny Moré, con la de todos ellos. ¿Cuál es la raíz? ¿Cuál es la mata? Santiago de Cuba. Y ella se paseó por toda Cuba. Aquí surgió el son, que es lo que me gusta, que es lo que hago».
Como buen conocedor de la sonoridad cubana, el Canario tiene una percepción honda del género e identifica las diferencias en las formas de interpretarlo en los distintos puntos de la geografía insular.
«El auténtico son, tengo entendido que nació en Santiago de Cuba y es de aquí. Es de donde salieron todos los grandes soneros. Es como decir cómo se hace el merengue. En Santo Domingo está el merengue moderno, el perico ripiao y el perico moderno, el merengue tradicional de salón... Así mismo es Cuba, en diferentes partes se interpreta el son de distintas maneras. Es la misma música. Si tiene la clave, un tambor, un cencerro y un negro, ¡olvídate!».
—Sabía que en Cuba hay muy buenos improvisadores como usted...
—Son los maestros. Yo soy un alumno.
—¿No le gustaría echar un «mano a mano» con algunos de esos «profesores»?
—Eso de «mano a mano» lo veo como dos gallos que van a echar a pelear —señaló José Alberto y volvió a sonreír, para luego acotar: Nosotros podemos subir a un escenario, alegrar al público, hacer sones bonitos, halagarnos, halagar a la música, declamar en base a la historia.
—Es que «mano a mano» es una frase bien cubana...
—Sí. Siempre y cuando se respete al público, primeramente, en el escenario, y que hagamos las cosas bonitas.
—Acaba de grabar un disco con el Septeto Santiaguero. ¿Nos puede comentar sobre ese álbum?
—Nació primero hacer un tema, que lo hicimos y fue nominado a los Grammy Latinos, con el disco anterior del Septeto, titulado Vamos pa la fiesta (sello catalán Picap). Y entonces surgió la idea de un disco juntos; y yo: «Con mucho gusto». El Septeto Santiaguero preparó todo y decidimos que fuera un homenaje a Los compadres. Y yo dije: «¡Wow!». Ahí me entregué y traje otros invitados, como Oscar D’ León, Ismael Miranda, Andy Montañez.
«Ellos se integraron aquí a artistas cubanos. No quiero llanto – Tributo a Los Compadres (Canarios Music, 2014) es un disco muy completo. Por eso afirmo que si no nos dan el Grammy, voy a ir a comprar uno y lo voy a traer a Cuba, porque es un disco que no tiene “cojera”».
El cantante dominicano no descarta la idea de reunir a todos los que intervienen en el CD en la Isla. «Es otra “película” que la tenemos que armar de a poquito en poquito. Primero, vamos con los muñequitos y después con las películas. Ahí no te puedo responder porque cada uno de nosotros tiene un itinerario muy agitado. Yo vine hace seis meses, respondí a la invitación. Observé mi calendario para poder venir en estas fechas. Mi manager separó los días y se hizo realidad».
—¿Qué opinión le merece la música popular cubana, sobre todo esta que hacen los septetos?
—De la manera que suena el Septeto Santiaguero es un orquestón. Y son siete músicos. Tú dices: «Y ven acá, ¿qué es esto?». Y es la emoción, el ánimo, la chispa que le ponen ellos mismos, los músicos, que se entregan y eso es buena parte de que una orquesta suene bien. Porque también integra al público. Son un espectáculo.
—Con el Septeto Santiaguero podemos decir que inició la colaboración suya con músicos cubanos, la cual ya se extiende a agrupaciones como La Revé. ¿Es un intento también del Canario de enviar un mensaje al mundo de que aquí en la Isla nuestra sonoridad tiene un valor incalculable?
—Ya lo habían hecho anteriormente y yo también hace muchos años. Si te das cuenta, hice un disco de homenaje a Machito, uno de los grandes que ha dado Cuba. Trabajé por muchos años con Celia Cruz, y en la actualidad he actuado con un sinnúmero de orquestas en varias partes del mundo; y con músicos cubanos que residen en Estados Unidos. No es nada nuevo.
«Lo que yo canto se sabe que es de Cuba. No soy político, soy cantante y lo mío es alegrarle las penas y dolores a la gente; y que las mujeres quieran más a los hombres».
Un intenso cronograma de actuaciones del Canario ha seguido a su actuación del miércoles último en el santiaguero teatro Heredia. El pasado viernes trabajó en Puerto Rico, ayer en Miami y hoy lo esperan en Nueva York. El viernes de esta semana que comienza repetirá en el Madison Square Garden de esa ciudad, en un concierto que rinde tributo a Cheo Feliciano, titulado Viva la salsa. Allí estará junto a Willy Colón, Gilberto Santa Rosa, La India, Oscar D’ León, Tito Nieves y Javier Rosendi, entre otros.
«Al otro día tengo otro concierto donde reúno a la Típica 73 en el Lincoln Center. Luego me voy a la República Dominicana, trabajo, y el 29 de octubre saldré para Colombia. Me quedará regresar a Miami para hacer el Crucero de la salsa, que ya realicé el año pasado. Con nosotros estará Chino y Nacho. Luego me iré a Europa para más tarde regresar a República Dominicana, Puerto Rico y Nueva York...».
—No para...
—Yo no paro. Yo voy a descansar cuando me muera. Es el descanso eterno mío. Mi misión es trabajar.
—Quién sabe si en diciembre, como dijo en el escenario del Heredia, se da un nuevo saltico por aquí para celebrar su cumpleaños.
—Yo ya comencé a celebrarlo aquí.
—Si no, ¿vuelve luego?
—Claro. Está la pista caliente.