Chucho Valdés y Leo Brouwer en su memorable actuación del domingo último. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:56 pm
Filosofía aparte, la posmodernidad es una estética con disímiles miradas. En la música también encuentra eco esta corriente de pensamiento y sumergirse en todo un entramado de partituras que nos conectan a ese tan cotidiano mundo nuestro constituye un reto a vernos frente al espejo.
Jenny Q. Chai se sumergió en obras con un corte vanguardista y propuso su Piano postmoderno, primero de cuatro conciertos que quiero comentarles del recién concluido VI Festival Leo Brouwer de Música de Cámara.
La pianista estadounidense quiso que su actuación recordara en la Isla el medio siglo del fallecimiento de Colin McPhee, el gran compositor y musicólogo canadiense, autor precisamente de Nocturne para orquesta de cámara, que disfrutamos el pasado martes en el teatro Martí con el maestro Brouwer al frente de la flautista Niurka González y la Orquesta de Cámara de La Habana.
Chai recorrió senderos de una melodía innovadora, con piezas pertenecientes a György Kurtág, Victoria Jordanova y Jaroslaw Kapuscinski. Igualmente nos adentró en Ondine, de Claude Debussy, considerado uno de los compositores más notorios del impresionismo francés. Jenny Q. se despidió ese día del Martí con Balinese ceremonial music, de McPhee, acompañada de Ana Gabriela en los teclados y la camagüeyana Orquesta de Angklung.
Tomando como cartas credenciales a la romántica Julieta de William Shakespeare, el Cuarteto Latinoamericano (México) y Augusto Enríquez se presentaron en el Martí con una selección de Cartas a Julieta (The Juliet letters), pieza musical escrita por el cantante Elvis Costello y que grabó con el cuarteto Brodsky.
El Cuarteto Latinoamericano —integrado por tres virtuosos violinistas (Saúl Bitrán, Aron Bitrán y Fracisco Montiel) y el cellista Álvaro Bitrán— había iniciado su programa con un repertorio básicamente de la región, en el que sobresalieron ejecuciones de partituras esenciales de Silvestre Revueltas, Alberto Ginastera y el español Julián Orbón, autor que dejó una huella en la cultura cubana.
Dos conciertos pusieron un ojal de plata al Leo Brouwer, en esta su edición final. Quizá empeñados en clausurar un festival esencial en la escena musical de la Isla, sus organizadores previeron actuaciones memorables de instrumentistas de fama mundial como Yo-Yo Ma y Chucho Valdés.
Al cellista franco-norteamericano lo tuvimos el sábado en el Martí. Aunque muchos nos quedamos con los deseos de disfrutarlo aún más, Yo-Yo se ganó al público con su emotiva manera de interpretar El arco y la lira para dos cellos y dos guitarras, de Brouwer. Acompañado por otro versátil músico, su colega mexicano Carlos Prieto, y por el dúo Brasil Guitar, apreciar a Yo-Yo fue como recibir una clase práctica formidable. Su impronta en el panorama sonoro universal también fue reconocida esa noche con dos importantes galardones: los premios de Honor Cubadisco y el Harold Gramatges, de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
El binomio Ma-Prieto había hecho una antesala con la Suite para dos violoncellos, de Samuel Zynman; precedidos de una de las gratas sorpresas del festival: el Brasil Guitar (Joao Luiz Rezende y Douglas Lora), en la Sonata de los viajeros para dos guitarras, de Brouwer; y el español Ricardo Gallén, con una sensible interpretación de la Sonata del pensador No. 4 para guitarra, también escrita por Leo.
Un Chucho Valdés «arropado» con sus acordes más clásicos fue protagonista y motivo del Concierto de los ancestros para piano y orquesta, que concibió este mismo año Brouwer para su amigo entrañable. Esa razón animó a ambos a estrenarlo el domingo último en el teatro Karl Marx.
En dos movimientos impactantes —La memoria escondida y Final—, se explotan en un formato sinfónico las potencialidades que aporta a nuestra melodía la herencia africana, tan bien tratada igualmente por clásicos insulares como Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla. Chucho enriqueció la pieza con ejecuciones impecables, que hicieron sonrojar al mismo Leo, quien dirigió la orquesta. (Esta actuación estuvo precedida esa tarde-noche por las de Ricardo Gallén y el cuarteto Presto).
Valdés cerró con altura junto a sus Mensajeros Afrocubanos un evento que ha trascendido en sus seis ediciones por contar con una atinada selección del repertorio, algo que ya he dicho en comentarios anteriores, como también que los melómanos y los oídos sensibles a la buena música se resisten a perderlo de sus carteleras culturales de otoño.