Vitrales con las obras de Pedro Pablo Oliva muestran que más que intención decorativa,poseen un indudable valor artístico. Autor: Cortesía del autor Publicado: 21/09/2017 | 05:49 pm
PINAR DEL RÍO.— Sería injusto solo nominarlas como objetos ornamentales, sería irrespetuoso definirlas como proyecto decorativo. Las piezas elaboradas por el Estudio Esteban, uno de los pocos de su tipo en el país, son más que vitrales, obras de arte.
Mamparas, ventanas, puertas, arcos o biombos adornados exquisitamente por vitrales, en un rejuego de luces y colores, produce el taller, entre los contados de la nación dedicados a la ancestral técnica artística.
El proyecto, radicado en la provincia vueltabajera y bajo el liderazgo de Félix Esteban Rodríguez Castro, intenta rescatar estos recursos incorporados a la arquitectura como elemento artístico y solución constructiva ideal para las condiciones del trópico húmedo: tamizan la fuerte luz solar, aprovechan el sentimiento estético y sirven para detener el viento y la lluvia en época de tormentas.
«Los vitrales coloreados filtran la luz hasta su máxima expresión: la claridad. Es en estos que el colorista encuentra el medio más poderoso para mostrar su arte», detalla su profesión Rodríguez Castro.
Aunque esta tendencia decorativa ya existía desde siglos remotos, en la actualidad no cuenta, especialmente en Cuba, con muchos cultores, que además empleen técnicas precisas y antiguas como las del artista pinareño y sus colegas.
Iniciada en el 2009, la iniciativa vueltabajera, que ahora cuenta con cuatro miembros incluido su principal gestor, probablemente sea la única exponente en la Isla que trabaja el esmalte sobre el vidrio formado, modalidad compleja y difícil.
«Necesita doble técnica: concebir el vitral con la figura a crear, recortar los pedazos de vidrio y empastarlos y, además, pintar sobre estos. El último proceso es complicado, se hace a ciegas, solo sabes si queda bien, cuando se somete a cocción la pieza. A veces se tiene que repetir el mismo trabajo hasta que quede de forma correcta. Lo más difícil son las caras y las manos. La incorporación de estas técnicas en el trabajo permite caracterizarlo y darle un sello de distinción», explicó Rodríguez Castro, creador y diseñador de la mayoría de las propuestas.
A su vez, aclara que si armar las piezas con los vidrios de colores es bello, enriquecerlo con los esmaltes lo es aun más.
Si con asiduidad estas obras se han concebido un lujo de decoración, desde esta las proposiciones del grupo pinareño adquieren la connotación de un medio de expresión artística.
Las entregas se distinguen por la libertad de las figuras desligadas de patrones o plantillas, a tal punto que algunas son perfectas copias de pinturas al óleo de destacados artistas de la plástica como Pedro Pablo Oliva y Ulises Bretaña. En otras, aparecen estilizadas representaciones de figuras femeninas, flores y motivos de ramas y hojas envolventes.
Obras por encargo, exposiciones, ferias internacionales de artesanía; restauraciones institucionales, especialmente de índole religiosa, constituyen algunos de los destinos de las elaboraciones del Estudio.
Pero Esteban alerta: «La manifestación está subvalorada, se ha abandonado. En otros países se halla a la orden del día, se enseña en las escuelas; aquí no hay ningún programa en los centros de arte que lo inculque. Quizá tiene que ver con los materiales, pero se ha dejado a un lado este arte», especifica.
La manifestación halla amplio resguardo en el Estudio Esteban que también se extiende a ceniceros y lámparas, entre otros objetos utilitarios.
Ya lo aclara el artista artesano: «Es más que simple decoración, es un camino propio de expresión estética, específico e independiente, lleno de posibilidades y con un enorme lirismo».