El actor Jorge Enrique Caballero se planteó un desafío con su monólogo. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:39 pm
El actor Jorge Enrique Caballero estaba seguro de que había llegado el momento de desafiarse en su desempeño profesional. Sus pasos lo guiaron —se podría decir que irremediablemente— hasta la mítica figura del boxeador Eligio Sardiñas, conocido en el mundo como Kid Chocolate.
«Ansiaba correr un riesgo mayor como actor y me propuse hacer un monólogo. Me concentré en una larga campaña de adaptaciones disfuncionales, hasta que un amigo me aconsejó que buscara un personaje real», cuenta Jorge Enrique.
Fue en ese momento que el destino jugó algunas de sus cartas. Primero encontró en una librería el título Kid Chocolate: «el boxeo soy yo», de Víctor Joaquín Ortega y Elio Menéndez. Luego, en el mismo lugar se «tropezó» con una obra de teatro acerca de este boxeador, escrita por el dramaturgo Jesús Gregorio. Una semana después llegó a sus manos una revista Carteles con artículos sobre Eligio Sardiñas. «Era como si todo me condujera a él», asegura el integrante del grupo Teatro Buendía, reconocido también por sus actuaciones en la telenovela Bajo el mismo sol y el largometraje Kangamba.
«Empecé a investigar sobre su vida. Descubrí muchas cosas que coincidían con mis intereses. Percibí temas como la importancia de la amistad, la racialidad, la voluntad, el no subvalorarse, el imponerse ante las dificultades y el valor de conservar el talento; el amor —en especial a la madre y a Cuba—, entre otros».
Su labor se inició con anotaciones donde precisaba los puntos a desarrollar en su obra. La frase inicial que escribió fue: «La realización de nuestros sueños está al alcance de nuestros esfuerzos». Esa fue la génesis del unipersonal Kid Chocolate, que por estos días se presentó en la sala Adolfo Llauradó de la Casona de Línea en La Habana.
Para escribir el texto, el artista se apoyó, además, en la poesía Pequeña oda a un negro boxeador cubano, de Nicolás Guillén; y Kid Chocolate, de Roberto Friol, entre otros.
El monólogo gira en torno a la transición del alma del púgil a ese estado de paz donde deben arribar las almas puras. Para ello, se ve obligado a hacer un recuento de su vida y retractarse de los pecados.
—¿Por qué sitúas al personaje en un punto de confrontación íntima desde el arrepentimiento?
—A veces el remordimiento surte un efecto de rechazo, como algo destructivo, y tiende a minimizar a la persona. Situar la historia en esa suerte de purgatorio me sirvió para dar un recorrido por la existencia del boxeador. Me ayudó a arrojar luz sobre aspectos poco conocidos o inadvertidos.
«No obstante, la esencia es que el personaje no se arrepiente de nada, porque fue un hombre que respondió a una época. Su tiempo sobre la tierra lo vivió lo más plenamente que pudo. Reaccionó de acuerdo con las circunstancias. Esa forma de rendir cuentas es un puente que le permite reafirmarse en todo lo que lo definió.
«Personalmente, creo que una de las mejores cosas que hizo fue llevar el nombre de Cuba en su boxeo y hacerlo brillar. Eso tiene valor. En el texto Kid asegura que no se arrepiente de haber sido lo que fue: “Una Isla pequeña de grandes sueños”».
De Eligio Sardiñas a Jorge Enrique Caballero existe una distancia mucho mayor que la de los años y la pertenencia a tiempos muy distintos. Sin embargo, el artista supo ver las conexiones y sujetarse a ellas. «Somos cubanos, negros, del Cerro, profeso un inmenso amor a mi madre, comulgo con algunos de sus valores y principios, también me gusta el deporte; aunque, a diferencia de él, no tengo tanta suerte con las damas», dijo sonriendo.
«En términos actorales Chocolate tiene una sencillez compleja, porque sus cualidades como hombre humilde, diáfano y popular, hacen que a veces seamos víctimas de los clichés, los cuales son perjudiciales para llegar al público; y mi objetivo es que el espectador se identifique.
«Entonces realicé un abordaje del personaje partiendo de la defensa de su tesis de vida. No me circunscribí a imitar su manera de hablar, de vestir, de caminar…, ese no fue el punto de partida. Lo que más me interesaba era mostrar, deconstruir su ideología y psicología. Ese proceso me condujo a formarme mi propio Eligio Sardiñas».
—En el monólogo asumes también otros roles.
—Para construir a Kid tenía mucho material, pero para otros papeles como el de la madre, los referentes estaban más aislados y se perdían. Solo contaba con una foto y los testimonios de Eligio. Entonces trabajé con sustituciones y analogías con mi madre y mi abuela. Creé vínculos emocionales que me permitieran acceder a esas zonas menos conocidas.
—Apuestas por el elemento humano como eje central.
—Estuve leyendo mucho a Peter Brook y la teoría donde él aboga por un escenario vacío y un actor. Eso siempre me resultó chocante. Cuando escribí el monólogo empecé a entender la idea. Me propuse transmitir la esencia de la puesta en escena mediante esa fórmula, con elementos cargados de simbolismo, que permitieran despertar la imaginación del público y me obligaran, en la interpretación, a potenciar el esfuerzo.
Jorge Enrique creó una puesta dividida en 12 «rounds» o episodios, que paulatinamente van descorriendo los velos en torno a la existencia de la reconocida figura del ring. Con este unipersonal fue merecedor del Programa de residencias artísticas para jóvenes de Iberoamérica y Haití, en México, el pasado año.
«Este resultó un proyecto en el que me involucré mucho. En el momento que escribí el texto ya estaba pensando en el montaje y así sucedió con cada detalle. Simplemente soy un actor que por necesidad escribió, dirigió y diseñó, pero no soy dramaturgo, director ni diseñador.
«Es mi primer unipersonal y ha marcado una diferencia. Con esta obra he dejado de ser voz de otros para ser mi propia voz. Estoy empezando a asumir temas y defender posturas desde mi tribuna. Además, ha sido una segunda escuela donde he confirmado que esto es lo que me satisface. He comprobado que me gusta el teatro y la actuación, pero, sobre todo, me ha demostrado que puedo dar mucho más».