Uno de los principales proyectos que ocupan actualmente a la joven agrupación es el CD Un puente hacia La Habana, derivado de la iniciativa de igual nombre. Autor: Cubadebate Publicado: 21/09/2017 | 05:26 pm
Desde el sitio web de Juventud Rebelde, los lectores han manifestado también sus criterios a partir de la publicación de «La Egrem y ARTex responden». Entre ellos un seguidor de nuestro diario que se firma en el ciberespacio como Ramón:
«La respuesta ha sido inmediata, y fuerte... pero eso no quiere decir que ya vayamos a darles la razón. Lo cierto es que el periodista (José Luis Estrada Betancourt) tenía razón en su artículo anterior (¡Creemos espacios de resistencia!). El mal gusto, la falta de estética y la vulgaridad han inundado muchos espacios frecuentados por jóvenes que ahora se identifican con ciertos patrones de comportamientos muy dañinos... Si la Egrem o ARTex están haciendo un trabajo en este sentido, claramente no es suficiente... El Nuevo Modelo de Programación no es motivo para cantar victoria. Habría que trabajar más, darle más espacio al buen gusto, y de alguna manera enseñar sobre buen gusto, sobre todo a jóvenes y adolescentes».
«Tengo el privilegio de vivir en la capital —afirma Rodin— y hay ciertos centros muy buenos como El Sauce y el Bertolt Brecht (los mejores y a los que siempre voy), y les digo que en la capital hay alternativas como estas, donde se escuchan buenas canciones y grupos, aunque hay otros en los que se escucha cada cosa que para qué… No me van a negar ustedes que muchos de esos reguetoneros, cuando los representa una empresa, se creen con el derecho de tocar donde sea —incluyendo principalmente los sitios de la Egrem— y comienzan las vulgaridades otra vez. No hace falta poner nombres, se sabe. Pero en el resto del país, ¿qué se hace?».
Yasser es uno de los que se refiere a lo que sucede fuera de la capital de la Isla, donde la situación que se describe en la respuesta es muy diferente. «Puede ser que en La Habana haya muchos espacios. De hecho los mejores artistas del país se van de su provincia para trabajar allí. Pero en los otros territorios no existe esa diversidad de posibilidades que tiene La Habana y, por tanto, el efecto de las acciones que se comentan en el artículo está bastante disminuido. Que una provincia tenga buenas posibilidades y el resto no —solo algunas—, significa que hay mucha falta de “espacios de resistencia”. En La Habana habitan casi tres millones, pero somos más de 11 millones de cubanos».
Ricardo Martínez, por su parte, se confiesa sorprendido por una carta que considera «justificativa». «¿Es que acaso los directivos más notables de estas empresas no van a las provincias? Solo bastaría una vuelta por el país para saber que entre el dicho y el hecho va un buen trecho. Hay puros jerarcas en la administración de algunos centros que entre col y col cuelan su buena lechuga podrida. Lo que denuncian los artistas cubanos, y no solo los jóvenes, es la pura realidad».
En esta polémica, Hendris Manuel aboga por la diversidad: «que cada cual escuche lo que le guste y respete lo que le guste al otro. Necesitamos unión, no imposición. Los gustos no se imponen. Una buena solución es negarle salida y propaganda a la vulgaridad, es sancionar esta donde se encuentre y en el género que sea».
«elcerro», como firma otro de nuestros lectores, opina que más allá de los centros que administran ARTex y la Egrem, «en la ciudad existen varias instituciones con otra subordinación, donde la programación evidentemente no tiene ese equilibrio. Si la programación cultural de muchas instituciones responde al hecho exclusivamente económico, entonces se va a programar una agrupación o actividad que llene los locales y, por tanto, reporte ingresos. Esa es la única fórmula de autofinanciar la cultura; ello se desprende de la carta que envían. Entonces, si sumamos todos los centros recreativos y culturales de la ciudad, el resultado —estoy convencido de ello— es que se maximiza lo peor y más fácil del producto cultural en aras del negocio».
Rafael Rodríguez ve este intercambio muy bueno a nivel de sociedad, «pero hay un espacio que parece no es terreno de nadie, y por tanto nadie atiende y es presa de los gustos, en muchas ocasiones distorsionados y parciales, de los que ponen la música en los hoteles de turismo. Tanto en sus discotecas como en las actividades nocturnas, el musicalizador arremete con su selección musical donde casi no existe la música cubana. Ahí no manda ni la Egren ni ARTex. Son hoteles y por tanto alguien debería también visitar estos lugares y orientar programaciones que los visitantes puedan disfrutar, también de nuestra música, no solo de reguetón».
Para David la difusión de la música cubana, la auténtica, está en crisis y eso rebasa la responsabilidad de la Egrem o ARTex. «También son responsables, y en gran medida, la radio y la televisión. Hoy existen en las provincias excelentes agrupaciones de música bailable, pero en muchos casos no son difundidas por las emisoras de esos territorios. ¿Por qué? Sencillamente sucede que algunos directores de programas, responsables de promover lo mejor de la música de su provincia, Cuba y el mundo, no tienen ningún sentido de pertenencia y entonces son capaces de programar temas insulsos, especialmente de esas figuras que por Latinoamérica arrasan en sus presentaciones, pero que no están respaldadas por una calidad que justifique tal promoción».
«Es lamentable, a mi modo de ver, enfatiza Sandra, la forma en que arremeten los directivos de la Egrem y ARTex contra el periodista. Queda más un sabor de justificación por lo que no se ha hecho, que opaca los logros del trabajo. Los espacios existen —es cierto—, pero se aboga también por el consumo de una música más elaborada estéticamente, sea del género que sea. No podemos comulgar con algo tan absurdo. Viva la diversidad, claro que sí. Ojalá esta incluya gustos que no empobrezcan la calidad humana».