Los eventos realizados por los jóvenes creadores han contribuido a legitimar a importantes figuras de todas las manifestaciones. Autor: Juan Pablo Carreras/(AIN) Publicado: 21/09/2017 | 05:26 pm
Establecidas sus líneas fundamentales a partir del encuentro sostenido en junio de 1961 entre Fidel y un grupo de notables escritores y artistas cubanos, la política cultural de la Revolución ha otorgado un lugar central a la participación de los creadores. Preservar el patrimonio, apoyar y potenciar la creación artística y literaria, y propiciar en el público la capacidad de dialogar con lo creado, han sido desde entonces tareas principales de esa política, que se ha ido actualizando con los años, sin renunciar a sus principios fundacionales. Con el paso del tiempo nuevas generaciones se han incorporado al quehacer cultural del país, y han contribuido con su accionar cotidiano, en diálogo permanente con lo mejor de nuestra intelectualidad y con las instituciones del sistema de la cultura, a perfilar nuevos derroteros.
Expresión concreta de la participación de los más jóvenes en el diseño de la política cultural cubana, la Asociación Hermanos Saíz, cuando ha transcurrido un cuarto de siglo de su constitución, se reconoce hoy, en su misión esencial de promover el arte joven, como un espacio natural de encuentro, intercambio y confrontación que ha permitido canalizar las principales inquietudes y necesidades de los noveles creadores. Ejercido desde el compromiso, el activismo de la organización nace del trabajo colectivo y se extiende hoy a lo largo y ancho de toda la Isla, visibilizado a través de un sinnúmero de proyectos.
En un contexto internacional signado por la preponderancia de productos seudoculturales que buscan homogeneizar el gusto de las grandes masas, la defensa de la identidad nacional y la creación de obras que reflejen auténticos valores, a partir de la más absoluta libertad creadora, son más necesarias que nunca. Borrar las jerarquías y aniquilar la expresión de la invididualidad mediante la imposición de creaciones banales, muchas veces finamente hilvanadas, que buscan justificar inaceptables razones imperiales y promover la sociedad de consumo como único modelo, son los principales objetivos de quienes detentan el poder hegemónico. La verdadera cultura, expresada en las diversas y genuinas realizaciones del pueblo y en la obra de sus más notables escritores y artistas, constituye el único antídoto frente a la avalancha desmovilizadora que amplifican los grandes medios.
Los cubanos, aun cuando hemos construido y sostenido, en permanente batalla frente al Imperio, un proyecto contrahegemónico, no escapamos a la influencia de esos procesos neocolonizadores que logran imponer, también entre nosotros, sus patrones deformantes, catalizadores de gestos e ideas que contradicen la ideología humanista propugnada por la Revolución Cubana. Luchar contra esos modelos, sostener la utopía libertaria, y constituirse en espacio de afirmación y resistencia, son tareas de primer orden de nuestra cultura.
Cuando el país, como resultado de un amplio y democrático debate popular bajo la guía del Partido, lleva a cabo el proceso de actualización de su modelo económico, que necesariamente trae consigo sustanciales cambios en la economía y en otros ámbitos de la vida nacional, toca a los escritores y artistas velar por que se mantengan las conquistas de la política cultural, exigir a las instituciones del sector mayor eficacia en el cumplimiento de sus misiones e impedir distorsiones que pudieran resultar de una mirada estrechamente economicista. También en esta coyuntura, la cultura ha de ser entendida como «espada y escudo de la nación».
Como expresara recientemente la Maestra de Juventudes, Graziella Pogolotti: «La cultura nutre el espíritu de la nación, hace brotar valores y formas de comportamientos, favorece el crecimiento del sujeto, ese protagonista del socialismo. Su creación y su distribución no pueden abandonarse a la anarquía mercantilista. Aun en las circunstancias económicas más difíciles, la conducción de estos procesos requerirá preservar estrategias de subvención sabiamente administradas».
Especial atención ha de prestarse a las obras y procesos creativos de las más jóvenes generaciones en el momento en que estas surgen y buscan un lugar particular de reconocimiento, más allá de las instituciones formativas. Concentrados solo en lo probado, en lo validado, se corre el riesgo de desatender lo que nace, desconociendo que muchas veces en ese alumbramiento está la única posibilidad de sobrevida.
Las nuevas circunstancias que signan la producción artística de nuestro tiempo —uso de la tecnología, redes alternativas de promoción, emergencia de proyectos independientes— y los cambios que en el orden estructural y económico hoy se están implementando en nuestro país, nos obligan a llamar la atención sobre la necesidad de continuar protegiendo el talento joven, sin que se cultive el paternalismo. Debemos ver como una fortaleza los espacios institucionales creados por la Revolución, los cuales son considerados aún, entre nosotros, como ámbitos de jerarquización y legitimación por excelencia.
Un desafío inobjetable radica en alcanzar una real articulación entre la centralidad que ocupa la institución en Cuba y la emergencia de proyectos alternativos, nacidos fuera de la matriz institucional. El reto está en lograr que esa articulación sea orgánica, original. Para ello habría que conseguir mayor flexibilidad en la dinámica institucional y que esta sea despojada de toda burocracia. Será necesario adoptar las disposiciones jurídicas que permitan que la llamada producción independiente se realice sin trabas legales y que a la vez, las instituciones culturales puedan relacionarse formalmente con esta zona de la creación. También habría que estimular la concepción de nuevos programas de desarrollo con vistas a hacer posible ese diálogo que permita a los más jóvenes tener un espacio cierto, gestado en un intercambio transparente y no necesariamente asistencialista.
En algunos casos, la Asociación Hermanos Saíz ha tenido que suplir, con su gestión, estas dificultades, asumiendo íntegramente la producción de proyectos. Ha sido una manera de preservarlos, de concretar y salvaguardar un grupo de obras.
Enorme importancia han tenido, en tanto espacios imprescindibles para la confrontación y la socialización de la obra de los noveles creadores, un grupo de eventos que han contribuido a legitimar a importantes figuras jóvenes de todas las manifestaciones, y que la Asociación realiza ahora en condiciones distintas y bien complejas. Convertidos en su mayoría en jornadas de programación, en muchos casos no reciben ya el mismo apoyo de las instituciones de los territorios como en otros tiempos, cuando la voluntad política permitía realizarlos con cierta comodidad. Se une a lo anterior la carencia de equipamiento técnico y de otros recursos en un grupo de Casas del Joven Creador, en todo el país, lo cual dificulta el desarrollo cabal de su programa cultural, que constituye una opción, preferida mayoritariamente por los más jóvenes, y el primer eslabón en la estrategia promocional para la obra de cualquier artista que comienza.
Tras 25 años de trabajo le toca a la Asociación Hermanos Saíz mirar hacia adentro y repotenciar sus maneras de obrar frente a los nuevos desafíos. Por ello, aunque todavía sostenemos la importancia del sistema de becas y premios creado por la organización hace más de una década, hemos concebido nuevas estrategias de apoyo a la creación joven, en algunas de las cuales compartimos responsabilidades con las instituciones. No obstante, lo que hoy hacemos aún no es suficiente. Con nuestros recursos no podemos atender a todos los proyectos que solicitan el apoyo de la Asociación, por lo cual estamos en desventaja frente a otros patrocinios que han ido apareciendo, algunos de ellos asociados a entidades que buscan socavar la unidad de la Revolución.
Por otra parte, se hace imprescindible reconfigurar y renovar los espacios de reflexión y pensamiento concebidos al interior de la organización. Es necesario estimular el ejercicio de la crítica y mantener una vigilancia cualitativa sobre los procesos de la cultura en el país. Hay que propiciar un clima de debate cotidiano que contribuya a la expresión de opiniones diversas y a potenciar el trabajo en equipo, elementos que han identificado, desde su creación, a la Asociación.
Estamos llamados a evaluar el trabajo de nuestras filiales en cada territorio, rediseñándolas a partir de las necesidades reales de nuestros más significativos creadores, tratando de evadir esquemas, rutinas estériles, formalismos que nada tienen que ver con una organización integrada por jóvenes.
Tenemos que llegar a todas las zonas donde existan creadores con talento y ponerlos a participar, haciendo un mayor énfasis en las escuelas del Sistema de Enseñanza Artística y en el Instituto Superior de Arte, pero sin descuidar la atención hacia movimientos emergentes, que surgen al margen del cauce institucional, y que ha constituido uno de los aportes más visibles de la organización a la cultura cubana. Lo que no significa, desde luego, que hagamos concesiones ni desatendamos las jerarquías.
Comienza otra etapa en la que será necesario repensar las estrategias de trabajo de la organización. Nos acompañarán en ese empeño, como hasta ahora, el Ministerio de Cultura y sus instituciones y la Unión de Jóvenes Comunistas. Sin embargo la responsabilidad de que la Asociación sea útil para los nuevos tiempos, es esencialmente nuestra, corresponde a cada uno de sus miembros.
Hace justamente un año, Fernando Martínez Heredia, al recibir la condición de Maestro de Juventudes, nos decía: «En la coyuntura cubana estamos viviendo una fuerte lucha de valores entre el socialismo y el capitalismo. En esta situación, los jóvenes llegarán a ser decisivos. La Asociación Hermanos Saíz ha logrado ser una expresión sumamente destacada y prestigiosa de esos jóvenes en el campo cultural. Tengo la convicción de que le es posible ser vehículo de todos, o vínculo entre todos, y ser ejemplo de lo que puede lograrse con organización, conciencia y moral».
La certeza expresada en esas palabras constituye un reto. Los centenares de artistas y escritores que integramos la Asociación Hermanos Saíz estamos llamados a ser, ahora más que nunca, vanguardia convocante, comprometida, responsable, consciente de su misión; beligerante, discutidora y participativa, dispuesta a protagonizar y transformar la realidad allí donde haga falta.
Como en los días fundacionales de 1986, con José Martí decimos: «Crear es pelear, crear es vencer».