Xiomara Fernández recibió tres de las más grandes condecoraciones artísticas de la radio y la televisión. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:24 pm
De la mujer que vamos a hablarle se enamoró Agustín Lara, quien le compuso dos números musicales en 1939, hace 73 años. Fue la Graciela del Busto de la novela El derecho de nacer, de Félix B. Caignet. Es Xiomara Fernández, ya fallecida.
Josefa Bracero la menciona en sus libros Rostros que se escuchan, de 2007; y Mujeres locutoras en Cuba, de 2011. Mereció la Distinción por la Cultura Nacional, la condición de Artista de Mérito de la Radio y la Televisión y por último (antes de morir de cáncer en el estómago, el 14 de agosto de 2004) el Premio Nacional de Radio.
Fue la primera mujer del patio que animó un programa radial y una de las fundadoras de la Televisión Cubana.
Fue la esposa del carismático locutor y animador José Antonio Alonso (creador y conductor del más importante programa de aficionados de la historia de la radiodifusión en Cuba hasta 1959): la Corte Suprema del Arte.
Antes de conocerlo, se enamoró de ella el célebre compositor mexicano Agustín Lara, quien le hizo dos números musicales que aún se conservan en fonotecas cubanas.
Xiomara nació —hija de una blanca y de un mestizo nieto de chino— el 16 de abril de 1917, en La Habana Vieja. Desde muy joven actuó como animadora, declamadora y locutora radial en la capital cubana. Luego fue una de las primeras féminas que animó la pequeña pantalla en nuestro archipiélago.
Con una suave belleza que competía, por ejemplo, con mujeres tan lindas como la norteamericana Ava Gardner (a quien presentó en el escenario), pasó a ser una de las preferidas de los televidentes por sus cualidades histriónicas y también de las distintas firmas comerciales para anunciar sus productos en la radio y la televisión.
Esta es la última entrevista que se le hizo, hasta hoy inédita.
—Háblenos de sus pininos artísticos.
—Empecé con nueve años, actuando y recitando en el colegio. Primero en la Escuela Primaria de Hoyos y Junco, de la Sociedad Económica de Amigos del País, donde era mi maestra Judith Martínez Villena, esposa del insigne José Zacarías Tallet y hermana del gran revolucionario Rubén Martínez Villena.
—¿Resultó ser esa su primera presentación pública?
—No, fue en la Iglesia de San Francisco, en Compostela y Amargura, donde recité el Día de las Flores de Mayo. Después, estando en el Instituto de La Habana, me presenté en una emisora radial, la CMW, y en otra de la calle Galiano, la CMCA, en espacios de aficionados.
—¿Y la actuación que la llevó a la fama?
—En La Corte Suprema del Arte, donde me seleccionaron como Estrella Naciente. Mi nombre verdadero era Julia Guerra Fernández, pero al presentarme dije que me llamaba Ziomara Fernández (así, con Z), para que mi padre no se enterara.
—Cuéntenos, cuéntenos…
—Le hablo de uno de los más relevantes programas de aficionados de la pantalla chica que ha conocido este país. Creado en 1937 para la radio, y luego extensivo a la pantalla hogareña. Lo dirigió el animador y locutor José Antonio Alonso —el conocido Galán de las Mil Novias— quien me puso como nombre artístico Xiomara, con X. Con él me casé en diciembre de 1940. Siempre lo amé.
«Yo no lo conocía aún. Al año siguiente me presenté y declamé allí el poema La plegaria del huérfano pobre, del cubano Juan Francisco López, poesía sentimental de una niña que oraba por su mamá que se había muerto. ¡Impactó! Gané ese día y después en la semanal, en la mensual, en la trimestral y al final obtuve el premio anual.
—¿Al verla se le cayó la baba al célebre Galán?
—¡No lo creo!
—¿Qué impresión le causó José Antonio Alonso?
—Era muy agradable, porque propiciaba diálogos muy simpáticos con los aficionados. ¡No era un hombre del otro mundo, ni un gran tipo, pero tenía cierto atractivo para las mujeres, por eso le llamaban El Galán de las Mil Novias, un piropo popular, un elogio femenino.
—¿No se fijó en él entonces?
—¿Como hombre? no. Como animador sí. Era ¡estupendo! ante los micrófonos y las cámaras televisivas.
—¿Recuerda el diálogo con usted?
—Al decirle que me llamaba Julia Guerra, me preguntó, sonriente, si yo no daba mucha «guerra». Pero lo importante es que ese espacio se oía bastante en Cuba y en el extranjero, y los que ganábamos nos hacíamos muy populares casi de la noche a la mañana.
«En mi caso llegué a la anual, gané el Premio RCA Víctor, pasé a ser Estrella Naciente y de inmediato me contrataron para programas dominicales de gran audiencia».
—¿El primer programa como actriz?
—Me forjé como declamadora y locutora sobre la marcha, no por estudio. Aprendí mucho de numerosas artistas, directores y escritores radiales valiosos, como Arturo Liendo. Me hice actriz en la práctica en el espacio El suceso del día, un programa donde Joseíto Fernández cantaba La Guantanamera. Lo dirigía un español, Guillermo de Mancha. Allí trabajaban Miguel Llao, Otto Sirgo y otros; un elenco muy bueno.
«Con Sol Pinelli, gran actriz, de la que fui amiga y hermana hasta su muerte, aprendí muchísimo. Después una famosa firma me contrató para sus anuncios. Mi voz gustaba y grababa bien. Así me hice locutora, y no hubo comercial donde no estuviera. Después me examiné como tal, pero nunca fui de una firma exclusiva; siempre pertenecí a la CMQ. Empecé allí en junio de 1939, en la radio, y terminé en la pantalla chica, en 1970. Mi esposo falleció el 9 de junio de 1973».
—Dicen que su boda fue muy original…
—Por lo civil se hizo en la celebración del tercer aniversario de La Corte Suprema del Arte, en el Teatro Nacional, hoy García Lorca. Después en la Catedral de La Habana. Con pena le digo que por ser nosotros tan populares, los radioyentes abarrotaron las calles.
«Y, ¡cosas de aquella época!, cuando exhibieron mi traje de boda en la tienda Fin de Siglo, los curiosos en masa, sin querer, rompieron las vidrieras para verlo. Hoy a eso le llaman kitsch, pero la historia no se puede falsear ni borrar. ¿No?».
—¿Y la emoción más fuerte de su vida artística?
—Fue la boda. Pero también estar en el programa radial De fiesta con Bacardí, durante siete años, donde debutaron glorias de Cuba como Luis Carbonell. Yo fui la primera mujer animadora que actuó junto a dos voces masculinas, las de Eusebio Valls y José Alberto Íñiguez, en 1940.
«En ese espacio conocí a grandes actores y cantantes como Pedro Vargas, Jorge Negrete, Pedro Infante, Jorge Mistral, el trío Los Panchos y muchos otros de renombre internacional que me dedicaron fotos suyas. Tuve esos privilegios que me honraron. A todos yo los presentaba, turnándome con Valls e Íñiguez».
—¿Ninguno de esos grandes artistas se enamoró de usted?
—No, el «grande» que se enamoró de mí no vino a ese programa, fue Agustín Lara.
—¡Cuéntelo!
—Al inicio de 1939. Vino a trabajar a La Habana. Me escuchó en un anuncio y preguntó enseguida quién era yo. Me lo presentaron y él me dijo que iba a componer un bolero para que yo lo interpretara con su acompañamiento al piano. Y así fue. Se titulaba: Cuando me miraste tú. Lo canté en el Teatro Nacional; en el Sauto, de Matanzas; y en el Zaidén, de Pinar del Río. Él en el piano. Después me hizo un son, Sueño guajiro.
—¿Cómo usted lo vio?
—Fino, agradable, con un don de gente increíble, encantador. Uno hablaba con él y no se fijaba si era feo o bonito. Me impresionó mucho su caballerosidad. Es el hombre más exquisito, correcto y delicado que he conocido.
—¿Se enamoró de usted?
—Sí, y me propuso matrimonio. Me quería llevar para México a trabajar, pero no acepté. Preferí mi Cuba; también porque no me interesaba como hombre; solo su trato como persona. Lo admiraba mucho como autor. ¡Me enviaba a la CMQ diariamente un ramo de flores! Le pedí que no lo siguiera haciendo, pues iban a pensar lo que no era. Entonces me mandaba todos los días una flor. ¡Qué detalle!
—¿Cómo era Sueño guajiro?
—Algo grato. Decía: «Y sueña en un amor que nace en Veracruz / y muere en Yumurí (…) Morena linda que inspiró este son, guajira que robó mi corazón».
—¿Otro programa?
—Sí, Xiomara canta, patrocinado por la Joyería Riviera, con los pianistas Felo Bergaza y Juan Bruno Tarraza. Aprovecho para decir que antes de que la CMQ abriera su pantalla casera, hice programas de prueba en circuito cerrado. Así que fui también pionera de la Televisión Cubana. Además participé junto a Aníbal de Mar en una película, la primera comedia cubana, La aventura peligrosa.
—¿Lo último que hizo?
—El programa de Mirta de Perales.
—¿Artistas cubanos amigos?
—Bola de Nieve y Luis Carbonell, entre otros grandes.
—¿Cómo recuerda a su esposo?
—Un hombre extraordinario, un animador fuera de serie, carismático, respetuoso y sincero, generoso con la gente.
—¿Cómo califica a La Corte Suprema del Arte?
—¡Un espacio de talla grande! Lo que le dio auge fue la personalidad de José Antonio. Allí surgieron Rosita Fornés, Raquel Revuelta, Manolo Fernández, Estrellita Díaz y ¡tantos!
—¿Alguna dedicatoria de Agustín Lara?
—Sí, en una foto: «A ti, Xiomara, por el color canela de tu piel; el fuego de tu voz; y la lumbre de tus ojos, 26/7/1939».