José Arroyo, junto a uno de los niños de la orquesta. Autor: Kaloian Santos Cabrera Publicado: 21/09/2017 | 05:15 pm
Con tan solo escucharlo, el sonido del violín atrapó al maestro colombiano José Francisco Arroyo Sanabria, a pesar de que «no había tradición musical ninguna a nivel sinfónico. Mas, como pasa en los países latinoamericanos es muy difícil que haya una casa sin una guitarra, o el tiple en nuestro caso (instrumento típico de cuerda). Y eso se daba en mi familia por la vía paterna y la materna.
«Tuve la suerte de que en Colombia existe Ibagué, conocida como la ciudad musical, donde radica un conservatorio que apoya a niños de muy escasos recursos. Allá fui a parar. Desde ese momento mi vida se centró solo en el violín».
Luego Arroyo Sanabria se incorporó a la orquesta juvenil del Conservatorio de Ibagué, y a los 19 años viajó a la capital para continuar estudios. Doce meses después ya estaba vinculado a la Orquesta Filarmónica de Bogotá, donde ha permanecido hasta hoy. «Para mí resultó extraordinario encontrarme con unos maestros rusos que llegaron para tocar y hacer instrucción. Ellos no solo terminaron mi formación, sino que también me contagiaron la devoción de enseñar.
«Así, a la par que estaba en la Filarmónica, continuaba formando nuevos músicos que ahora integran otras agrupaciones o son mis colegas en la orquesta. Así he estado desde entonces: Haciendo semilleros, lo cual me llena de orgullo».
—Por eso fundó la Orquesta Infanto-Juvenil de San Cristóbal, Bogotá, ¿verdad?
—Efectivamente. Este proyecto nació en la localidad Cuarta de San Cristóbal, en el Distrito Capital de Bogotá —una de las 20 que lo conforman. Allí me dieron la posibilidad de crear esta orquesta para niños con bajos recursos económicos, gracias al patrocinio de la alcaldía local. Y el impacto ha sido increíble en todas partes.
«Este era un sueño de toda la vida, pero tan costoso, que me parecía una quimera, sobre todo porque en nuestros países la cultura es lo primero que se recorta. Solo que esta vez el alcalde William Herrera firmó un convenio e hizo un aporte económico importante para poder desarrollar este proyecto con todas las condiciones, y propiciar que estos niños y adolescentes les den otro sentido a sus vidas, se transformen en hombres y mujeres de bien, inspirados por la música. Nadie podía creerse que en dos años y medio la Orquesta Infanto-Juvenil de San Cristóbal, Bogotá, pudiera convertirse en lo que es.
«Cuando circulamos el anuncio llegaron 500 niños entre los siete y 17 años. Como no daba el presupuesto, se seleccionaron finalmente 250, 65 de los cuales están ahora en Cuba para estas dos presentaciones de La Cucarachita Martina con La Colmenita de Cuba, en el Karl Marx.
«Los estudiantes reciben clases del instrumento, de Gramática musical, Solfeo, Teoría..., en 17 sitios ubicados en la localidad. Los reunimos luego en el lugar de ensayo, donde trabajamos con el coro y la orquesta, así como también la parte teatral, que es el aporte que nos ha hecho Cuba por medio de los instructores de La Colmenita. Porque, como dice "Tin" Cremata, la nuestra es una Colmenita, pero musical».
—Este jueves y viernes se presentarán en el coliseo de Miramar (6:00 p.m.)...
—Así es. Amaury Ramírez Malberti y su esposa llegaron para explorar el camino, y encontraron a niños muy talentosos. Y como Amaury es un excelente músico comenzó a hacer arreglos y a transcribir para la orquesta la banda sonora de La Cucarachita... Al mismo tiempo, mientras unos tocaban, otros iban actuando e incorporando los personajes. Cuando vinimos a ver, teníamos el montaje completo del espectáculo con la música en vivo (como ya tenemos a Meñique). Algo verdaderamente sorprendente, como apreciará el público que asista hoy y mañana en la tarde al Karl Marx.