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Ángel bailarín

Hace tan solo ocho años era una promesa de la danza contemporánea en Cuba. Hoy el guantanamero Esteban Santiago Aguilar Domínguez es un bailarín y coreógrafo de sutilezas tremendas

Autor:

Haydée León Moya

Efectivamente: el ángel que lleva dentro hizo alas hacia la grandeza. Hace tan solo ocho años era una promesa de la danza contemporánea en Cuba. Hoy el guantanamero Esteban Santiago Aguilar Domínguez es un bailarín y coreógrafo de sutilezas tremendas, según ha dicho una voz autorizada de la crítica danzaria en Cuba, Noel Bonilla-Chongo.

Tiene solo 24 años de edad y a su ya larga lista de éxitos, el integrante de la compañía Danza Fragmentada acaba de sumar el Premio de Interpretación Masculina en la edición correspondiente a 2010 del Concurso Nacional de Coreografía e Interpretación Danzan-Dos.

Trabajador incansable, siempre activo y presente en cada evento de la danza dentro y fuera de su Guantánamo, a Estaban no se le ha subido la fama para la cabeza: «De ninguna manera, soy un bailarín todavía en formación, que a pesar de haber logrado varios premios por mi trabajo, me consagro a la danza y eso permite que continúe estudiando, investigando, superándome. Los premios, ciertamente son importantes, en primer lugar porque te proporcionan felicidad, y eso a todos nos hace bien, pero son significativos porque ayudan a darte cuenta de que no andas lejos de lo que pretendes», opinó.

«Aspiro a ser un bailarín consagrado; llegar a fundar una compañía y, como coreógrafo, que una obra mía se convierta con el tiempo en pieza clave de la danza. Como ves, soy bien ambicioso. De todo eso no estoy tan lejos ni tan cerca, sencillamente trabajo para lograrlo. Tampoco sé si lo podré conseguir, pero son mis sueños», confesó.

Aunque a lo mejor la modestia no le posibilita hacer otras afirmaciones, mi vecino bailarín desde niño se ha esforzado duramente porque «esta es una carrera de mucho sacrificio y responsabilidad para formarse integralmente. Si no sales de una escuela, es mayor la entrega».

Con su madre Esther, profesora de ballet, y la abuela Beba, por varias décadas pianista acompañante de Danza Fragmentada, como máximas inspiradoras y retaguardia, el joven que ya logró la categoría de primer solista, valida que sin tener una preparación completamente académica, la vocación practicada con persistencia y disciplina hace también al artista.

«No fui formado en una escuela de arte. Estudiaba en la primaria Alfredo Miguel Agüayo cuando en Danza Fragmentaba se creó un taller al cual me integré por mediación de mi madre y de mi abuela; luego en la propia agrupación se fundó la Academia Infantil donde me incorporé hasta que me evalué como bailarín. De ese modo inicié mi vida laboral», recordó el ahora profesor del mencionado plantel y de la Escuela Vocacional de Arte Regino Eladio Boti.

Esteban se encuentra entre aquellos que no desdeñan para nada la academia, al contrario, «hubiese querido estudiar en ese tipo de centro, porque no todo se aprende en la calle. Para un bailarín no solo es importante aprender una determinada posición, un paso de ballet, sino desarrollar el amor por el estudio, por la investigación, y la escuela te da en eso una base envidiable, que la necesitas. No tuve la posibilidad de entrar a la Escuela Nacional de Arte (ENA), por ejemplo; sin embargo, Danza Fragmentada fue esa escuela, mi gran escuela; como Ladislao Navarro, nuestro director, mi mejor profesor».

Esteban se siente también muy afortunado: tiene el tercer nivel como coreógrafo, una vocación que se remonta, incluso, a sus inicios. «Desde que estaba en la Academia Infantil comencé a incursionar en la coreografía a través de los concursos para niños convocados por la propia escuela; pasé por todas las etapas de ese tipo de competencias y por ahí se fue apoderando el coreógrafo del bailarín. Siempre que me presenté obtuve Gran Premio, y sinceramente me sorprendía. Mas me sirvió para saber que no estaba equivocado el camino que había escogido».

Mi entrevistado, miembro de la Asociación Hermanos Saíz desde el año 2004 y con una presencia constante en el quehacer de esta agrupación de jóvenes creadores, es un guantanamero sencillo que en el barrio solo se hace notar por su «rara» preferencia musical, pues desde su casa de la calle Luz Caballero casi esquina a Prado, lo mismo se puede suspirar con las melodías de Paul Anka, Frank Sinatra o Celine Dion, que disfrutar a plenitud lo mejor que nos dejó Michael Jackson, las emblemáticas canciones de Bob Marley; puedes moverte sabroso al compás de la Charanga Habanera...

Danza Fragmentada ya disfruta de una sede, ubicada en Los Maceo, entre Aguilera y Crombet, en el corazón de la ciudad. Esteban considera que es un premio a la constancia. «La compañía ahora cumplió 18 años y tiene un camino recorrido, con premios, misiones de sus bailarines en otros países, contratos de trabajo en el exterior, y un día a día de mucha consagración. Por eso creo que es un bello regalo del Gobierno en la provincia, una manera de agradecer por la labor de tantos años.

Junto al primer premio obtenido a nivel nacional,  Esteban tiene frescos aún sus aprendizajes como integrante de la Misión Cultura en la República Bolivariana de Venezuela. «Resultó una experiencia importante, valora, cuando fui incluido en esa colaboración, desde 2008 hasta 2010. Conocí nuevas personas, una cultura diferente, otras costumbres. Aprendí mucho más a dominar la metodología de cómo impartir un taller, una clase; cómo agrupar a una determinada cantidad de personas de diferentes edades y mantenerlas enamoradas de un proyecto. Es un aprendizaje inagotable. Y un nuevo horizonte».

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