GEORGINA Arias, mi querida amiga, me envía algo que leyó recientemente. Lo transcribo porque me parece magnífico: «… haga todos los días una poquedad escrituraria, pero no mortifique, no esté con esa poquedad fastidiando a sus mejores amigos, no les lea por teléfono a esas pobres gentes que lo acompañan en la vida, no se desate, no sea una terribilia con los pobres seres que vienen a acompañarlo en la vida de todos los días». (J. Lezama Lima, en Asedio a LL y otras entrevistas, de Ciro Bianchi, Letras Cubanas, 2009).
A veces es así: los escritores —salvando distancias, por supuesto— padecemos diariamente del ataque de esa plaga que nos agobia. Es pesadísimo revisar lo que hemos escrito, pasamos una y otra vez sobre lo que creíamos ya terminado; leemos, cambiamos, corregimos. Es una tarea insoportable, pero nada comparable con la de arreglar lo hecho por otro. Una se siente utilizada; es como si te robaran, impunemente, el poco tiempo que, en casos como el mío, ya queda. Parece que nos dijeran: «Léetelo varias veces, tómate el trabajo de hacer lo que no tengo yo ganas, busca reiteraciones, cambia vocablos, unifica el tiempo en las formas verbales, quita o pon tildes, consulta el diccionario, a ver si ya esa palabra se ha aceptado en nuestra lengua, para no fallar en cómo se escribe ahora; que mientras tanto yo, el autor, voy a ver la televisión o quizá a disfrutar de ese libro que tú no has tenido tiempo de leer. ¡Ah!, y que no se te escape un disparate, ni aunque estés acabada de operar de la vista, ni aunque la sacrolumbalgia te arrebate, y andes loca por soltar la carga ajena, que no te ocurra semejante cosa, porque si encuentro un mínimo error sin subsanar, se lo enseñaré a todo el mundo con la peor intención. ¿Quién te manda a ser escritor?».
La respuesta de hoy
Chabacano o chabacana es sin arte, o grosero y de mal gusto. Con esta acepción lo usamos en nuestro país. Se llama también de ese modo a la lengua mixta de español y dialectos indígenas, hablada en Mindanao y otras islas filipinas; y en México, al albaricoque y al albaricoquero. Chabacanada o chabacanería es la falta de arte, gusto y mérito estimable. También es dicho bajo o insustancial. Tenga presente que no debe decir: «chabacán».