Los actores Anita, Mary y Wilfre en el ensayo de una revista de variedades Autor: Yoelvis Lázaro Moreno Fernández Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
SANTA CLARA, Villa Clara.— A muchos pequeños la palabra Dripy les resulta pegajosa y hasta fabuladora. Lo cierto es que bajo ese nombre, con el que llamaron a una gotica de agua en un libro de cuentos de 1970, la actriz villaclareña Margot Álvarez Oliva lleva más de 17 años rindiéndole culto al arte de las tablas, al frente de una agrupación que se distingue hoy en Cuba por pensar y repensar de manera diferente el teatro para niños.
Desde aquel 1ro. de junio de 1992 en el que dio los pasos fundacionales, a Margot le place definir al teatro como un simpático susto, algo que no deja morir sus neuronas. «Y cuando se dedica a las primeras edades de la vida ese sobresalto es mayor, porque se necesita acaparar la atención de un auditorio sumamente dinámico.
«Generalmente actuamos en círculos infantiles o para los grados iniciales de la enseñanza primaria, aunque también lo hemos hecho para jóvenes y adultos.
«Apostamos por combinar el teatro humano o teatro en vivo con el teatro de muñecos, pues hoy se percibe un interés en sustituir el retablo tradicional por el actor con el títere en la mano, que es lo que los niños verdaderamente desean descubrir», explicó.
Para quién voy a actuar
Si hubiese que fijar un rasgo que diferencie a Dripy de otras agrupaciones teatrales cubanas, hay que acudir a esa preocupación tan raigal y constante que sienten sus integrantes por el público que los acoge.
«Para nosotros es fundamental la reacción del espectador mientras transcurre la puesta, y al montar determinadas obras también hemos tomado como apoyatura investigaciones científicas que describen las características psicológicas de esos destinatarios.
«Al actuar para niños, nos interesa ser un complemento en su aprendizaje, por lo que no resulta casual que coincidan los personajes de sus libros de lectura con los de los cuentos de nuestras funciones. Para eso hemos tenido que revisar minuciosamente los programas de estudio, mantener una comunicación estable con maestros y educadores, y reparar en las necesidades y motivaciones diferentes de los públicos.
«A Dripy también lo caracteriza el propósito de conjugar el entretenimiento con fines didácticos, y de intentar el desarrollo de un gusto estético por el teatro desde la infancia».
En busca del ritmo
Pero Margot no reduce las pasiones por el teatro a la humilde y acogedora sede de la institución, sino también a su casa, donde se ha fraguado una familia con inquietudes escénicas. Desde hace tiempo su esposo, el actor Wilfredo Rodríguez, y su hijo Wilfre, son parte esencial del conjunto.
Wilfre es quien tiene a su cargo la musicalización de las obras de Dripy, donde se reúnen cerca de 17 actores. Según explicó, cuando trabajan para niños suelen utilizarse melodías sencillas, coherentes con el tema de las historias, y que posean estribillos simples, pegajosos y repetitivos.
«Se trata de un tipo de espectador que exige mucho ritmo y dinamismo. Y eso solo se logra mediante la variedad, el movimiento y la combinación de canciones, poesías y cuentos. Se requiere de un gancho permamente.
«En el teatro no puede regalarse nada. Aquí hasta el más mínimo acorde tiene que poseer una función dramatúrgica. El actor que destina su arte a los infantes necesita capacidad de concentración y mucha versatilidad para no defraudar a ese público tan sincero».