Los 12 paquidermos de acero fundido se encuentran allí desde que concluyó la X Bienal de La Habana, cuando se mostraron en varios sitios de la urbe
Marzo-abril de 2009. Transcurre la décima edición de la Bienal Internacional de La Habana. Doce paquidermos se desplazan por diversos lugares de la ciudad, en todos los casos de relevancia histórica o sociocultural: Plaza Vieja, Capitolio Nacional, Tribuna Antiimperialista José Martí, Universidad de La Habana, 31 y 60 (donde tuvo lugar la «masacre de Orfila», el 15 de septiembre de 1947), Plaza de la Revolución y el Centro de Negocios de Miramar, donde permanecen desde que culminó el evento más importante de las artes visuales que se desarrolla en Cuba. El traslado de una locación a otra, ocurre en el silencio cómplice de la noche, de modo que muy pocos se percatan de la acción.
Planchas de acero fundido de 0.8 milímetros de grosor fueron soldadas entre sí, hasta conformar las figuras en cuestión. Luego, toneladas de aire a presión concedieron la apariencia de objeto inflable, el simulacro lúdico que remeda esa suerte de salvavidas que invaden nuestra urbe. Dicha técnica del metal inflado no conoce antecedentes en el contexto artístico del patio, y ello le confiere un atractivo adicional. Entretanto, se habla con insistencia en las calles, guaguas, paradas, taxis, bares... En cuanto sitio de concurrencia pública existe el tema se convierte en motivo de debate y discusión constantes, con la sola emulación de las también célebres «cucarachas humanoides de Fabelo». Y es que, al igual que en estas, en el conjunto de los 12 elefantes llama poderosamente la atención el contraste entre la naturaleza del animal y el lugar escogido para su emplazamiento. ¿Qué hacen estos mamíferos en una isla cuya fauna no los contempla de manera originaria? ¿Por qué elefantes en Cuba, y no otro animal más nuestro, más cercano? ¿Y por qué 12? (¿Los apóstoles? ¿Los meses del año? ¿Las doce puertas de Jerusalén? ¿Los doce frutos del árbol de la vida? ¿Las doce tribus de Israel? Se trata de un número cuyo simbolismo resulta abrumador). ¿Por qué escoger esos espacios de connotación simbólica? ¿Cómo emprenden la marcha, si no poseen ojos? ¿Por qué la apariencia de juguetes, de salvavidas? La pieza nos enfrenta a un sinnúmero de interrogantes que desafían nuestra capacidad intelectiva y nuestro poder de asociación.
La bibliografía apunta, entre sus características básicas, que el elefante es el animal sobre tierra más grande del planeta. Herbívoro, de escaso dormir (la mayor parte del tiempo lo emplean recorriendo enormes distancias en busca de alimento y agua). Un ejemplar adulto no posee enemigos o depredadores naturales, como no sea el ser humano. ¿Qué busca entonces este rebaño entre tantos hombres y mujeres (transeúntes de paso o visitantes intencionados), en medio de esta «civilización» abrumadora?
Pero más allá de los aspectos referidos, hay un elemento muy arraigado en el imaginario popular en relación con estos mamíferos, y tiene que ver con su memoria, presuntamente vasta. Tenga o no tal afirmación un basamento científico, sea más o menos mito, lo cierto es que mucho se ha comentado siempre sobre la supuesta inteligencia y facultad de aprendizaje de estos animales. Y justamente por ahí anda el título de la obra: Memoria & Memory. Pareciera que estos gigantes se acercan a «beber» de la memoria histórica de los emblemáticos centros escogidos. Lucharán así contra la amnesia; serán testigos presenciales en un futuro que intentará salvaguardar el legado cultural de la nación. Al igual que ocurría con los sitios empaquetados por el artista búlgaro Christo Javacheff, las siete áreas elegidas para el posicionamiento de los paquidermos nunca más serán vistas con los mismos ojos por parte del público; jamás pasarán inadvertidas, indiferentes. En lo adelante no podrán despojarse del paréntesis «ellos estuvieron allí». Serán por siempre los siete puntos nodales de «los elefantes inflables».
El itinerario pensado por el artista no es nada gratuito. El hecho de comenzar en la Plaza Vieja del Centro Histórico, y finalizar en una edificación moderna como el Centro de Negocios de Miramar —orientado hacia la estabilidad económica del mañana—, pudiera entenderse como una metáfora del devenir del tiempo y el progreso de la civilización humana.
Desde el año 2006 José Emilio Fuentes Fonseca (JEFF) viene explotando las múltiples posibilidades y riquezas morfológicas del metal inflado. Caballos, cerditos, muñecas —los guiños al universo infantil tienen también marcas muy notables en la producción pictórica del autor, sobre todo en lo que concierne al orden estilístico— y muchas otras figuras han sido llevadas con talento y audacia a sus creaciones escultóricas e instalativas. Sin embargo, no cabe duda de que Memoria & Memory constituye hasta la fecha la obra cumbre del artista en esta dirección. Como también es innegable que se erigió en una de las propuestas más provocadoras y agudas de la excelsa cita de la plástica cubana e internacional.
Con ese humor tan peculiar que lo distingue, en una ocasión JEFF me confesó, con total transparencia, durante una conversación que sostuvimos en el contexto de las más recientes Romerías de Mayo de Holguín: «Mi mayor aspiración en la vida es que después de mi muerte no se pueda hablar de la cultura cubana sin mencionar mi nombre. Sé que me falta mucho todavía para llegar a ello, y que tengo que trabajar muy duro para lograrlo, pero esa es mi meta». Si me hubiera lanzado semejante sentencia antes de la aparición pública de Memoria & Memory, la hubiera asumido como una actitud petulante, egocéntrica, en extremo presuntuosa. Hoy solo me resta responderle: «ya puedes morir en paz, JEFF. La suerte está echada».