Para el actor carioca existe una conexión misteriosa entre cubanos y brasileños. «Me encanta este país, su gente... tengo una admiración muy grande por todos los que aquí viven», confiesa en exclusiva a JR
La noticia corrió de boca en boca: el sábado llegaría a La Habana procedente de Miami el popular Rodrigo Santoro, acompañando a Benicio del Toro, Santiago Cabrera y otros importantes actores y productores, para asistir al estreno de la película sobre el Che Guevara, de Steven Soderbergh —producida en dos partes (El argentino y Guerrilla)—, donde él interpreta a Raúl Castro.
Telenovelas, miniseries, películas, anuncios y hasta la voz del simpático ratoncito en la versión carioca de Stuart Little (primera y segunda parte), validan la temprana, sólida y ascendente carrera de Rodrigo Junqueira dos Reis Santoro, nacido en Petrópolis, Río de Janeiro, Brasil, el 22 de agosto de 1975.
Como profesional, sus inicios se remontan a 1994, cuando consiguió integrar el elenco de la telenovela Patria Minha (Patria mía). Sin embargo, su primer papel verdaderamente relevante en la televisión de su país llegaría al año siguiente con Explode Coração (Explota corazón), donde interpretó a un muchachito que se «enredaba» con una mujer madura, que causó sensación y disparó los índices de audiencia.
Bicho de siete cabezas (2001), donde encarnó brillantemente a un joven que es internado a la fuerza en una institución psiquiátrica por su familia, marcaría la entrada en el séptimo arte, y su actuación sería recompensada con el Premio al Mejor Actor, otorgado por la Academia Brasileña de Artes y Cine.
El año 2003 fue uno de los más intensos en su todavía incipiente carrera cinematográfica, al intervenir, fuera de su país, en las cintas The Roman Spring of Mrs. Stone, con Helen Miren y Anne Bancroft; Los Ángeles de Charlie: al límite, junto a Cameron Díaz, Drew Barrymore, Demi Moore y Lucy Liu; y en la recordada comedia romántica Love Actually, donde compartió roles con Hugh Grant y Emma Thompson, entre otros destacados actores.
Por entonces, Santoro participaba además en el filme brasileño Carandirú, basado en la vida dentro de la Casa de Detención de Sao Paulo (mayor prisión de Latinoamérica), donde hizo de un travesti llamado Lady Di.
Esta película no solo rompería todos los récords de taquilla, sino que significó la entrada de Brasil a los cotizados Oscar, en la categoría de Mejor Película Extranjera.
En el 2007 llegaría 300, donde asumió el papel de Jerjes I —el rey persa que se empeñó en conquistar Grecia en el 480 a.C—, y que le valió una nominación de MTV Move Award como Mejor Villano, galardón que finalmente fue concedido al veterano Jack Nicholson.
Entre las más recientes producciones: el drama de acción Cinturón rojo, la ya mencionada del Che, Leonera y otras por estrenar.
Con semejante currículo, era sabido que conseguir una entrevista con quien es considerado por muchos el actor brasileño de mayor éxito internacional del momento, sería toda una odisea.
Teniendo en cuenta que permanecería menos de 48 horas en Cuba, nos apuramos para capturarlo una hora y media después de su arribo. Luego de intercambiar algunas impresiones, nuestra cita quedó concertada para el mediodía del domingo, cuando terminara una breve rueda de prensa en el salón Taganana, del Hotel Nacional de Cuba. Y Rodrigo Santoro cumplió su palabra.
—Siendo estudiante de Periodismo te inscribiste en la nómina actoral de la Red Globo, y si bien el camino no fue expedito, no desististe de tu empeño...
—Durante tres años estudié Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, y empecé a actuar primero como hobby. Fue algo que me atrapó, pero sin que jamás me pasara por la cabeza dedicarme a ello profesionalmente. Con 17 años comencé a trabajar para los Estudios de Televisión Globo, decisión que marcó el inicio de mi carrera. No fue hasta el 2001 que empecé a hacer cine.
—¿Cuándo se produce tu debut en Hollywood?
—Llega con The Roman Spring of Mrs. Stone (La primavera romana de la señora Stone), nominada a cinco premios Emmy en el 2003.
—¿Cuán difícil te resultó insertarte en el mercado cinematográfico norteamericano?
—Bastante, porque nada de esto había sido previsto. Aquello era un sueño. No me fui a los Estados Unidos para empezar a trabajar, sino como consecuencia de la carrera que venía desarrollando en Brasil.
«Resultó que una película que hice allá, Abril despedazado, de Walter Salles (nominada a un Globo de Oro en el 2002 como Mejor Película Extranjera), fue comprada por un estudio norteamericano. Entonces, durante el estreno surgió la invitación para trabajar en el cine. Pero nunca fue un objetivo. No viajé allá para conquistar una profesión o abrirme camino. Las cosas sucedieron espontáneamente y... bueno, no estoy diciéndote que no esté bien (risas). Me encantan las buenas oportunidades. ¿A quién no? Pero sigo trabajando en mi país, en Puerto Rico, Argentina..., por todos lados».
—Eres un joven y polifacético actor que al parecer no desestima a priori ningún papel. ¿Tienes alguna preferencia a la hora de elegir un personaje?
—No, realmente es un proceso instintivo. No existe una fórmula, ni siquiera algo esbozado con antelación; es sentido. Todo depende del proyecto, del papel que me propongan. No tengo uno en específico que me gustaría poder hacer. Si la historia es buena y el personaje es interesante, para mí es suficiente y entonces lo agarro sin vacilar.
—Los cubanos aficionados a las telenovelas cariocas te vimos hasta hace muy poco en Suave Veneno, y actualmente en Mujeres Apasionadas. ¿Te animas a profundizar en alguna de estas experiencias?
—¡Ah!, así que vieron las dos. Qué bueno. El problema es que ambas fueron terminadas hace ya mucho tiempo. De la primera hace casi diez años, y de la última seis. Han pasado tantas cosas desde entonces que preferiría no arriesgarme.
—Pero seguro estás consciente de que tu personaje en Mujeres apasionadas, de típico galán, seductor y conquistador insaciable, ha causado sensación, no solo en el público cubano. ¿Te complace esa imagen?
—No trabajo una imagen; más bien me encargo de construir y pulir mis personajes. No tengo control sobre la imagen. Ella se forma por un punto de vista externo. Tú me ves de una forma y en verdad soy de otra. Creo que de la única cosa que tengo certeza y absoluto control es de quién soy y de cómo me comporto en realidad.
«Diogo es un personaje que no niego que me haya marcado, pero es solo uno más, que tiene esa imagen característica que refieres, pero simplemente es eso: una imagen. El actor es un hombre, un tipo, un ser humano».
—En la inauguración del Festival te vimos, aunque en un pequeño papel, en Leonera, en la piel de Ramiro, también recluso. ¿El mundo de las cárceles te persigue o fue algo casual?
—Fue algo accidental. En ese caso me fui por el proyecto, por la posibilidad de ser dirigido por Pablo Trapero, a quien admiro, y por la oportunidad de trabajar en Argentina. El guión me pareció sumamente interesante, y bien sabes lo fuerte que está el filme, que gira en torno a una protagonista.
«Te confieso que aunque fueron pocas mis apariciones en pantalla, me fascinó integrarme al equipo. Para mí no existen personajes pequeños. Si alguna escena es interesante, si el proyecto me entusiasma, me dice algo, me estimula, no me importa.
«Tengo el mayor respeto por todos los personajes que hago, y por esta razón me entrego a ellos con la misma pasión y dedicación».
—¿Has continuado haciendo comerciales después de la experiencia de Chanel No.5, junto a Nicole Kidman?
—Así es, este asunto de los cortos publicitarios lleva tiempo. ¡Compadre, son ya seis años! El de Chanel No.5 (2004) para mí representa más que un comercial. Es un trailer de una película; una historia bien contada donde tuve la oportunidad de trabajar con Baz Luhrmann, un director que me encanta, y con la Kidman, actriz que admiro y respeto muchísimo. Creo que no dejo escapar ninguna experiencia.
—¿Lo dices por tu aparición en la tercera temporada de la serie Lost (Perdidos)? A propósito, ¿cómo fue el proceso de selección?
—Esa fue una experiencia fantástica, de verdad que la pasé muy bien. ¿Cómo y por qué decidieron elegirme? Pues no lo sé todavía. Esa sería una buena pregunta para el director o los escritores de la teleserie.
—¿En cuántos episodios intervienes?
—Fueron apenas cinco o seis, pero firmé con ellos un contrato. Lo que estaba planeado era que yo me quedara por cinco o seis meses, pero tengo una carrera en Brasil que no podía descuidar, compromisos por cumplir. Era imposible que me quedara anclado ahí por tanto tiempo.
—¿Piensas seguir colaborando en Los Ángeles y mantener tu residencia en Río de Janeiro?
—Ciertamente. Tengo un plan bien interiorizado, voy avanzando poco a poco, día a día. Mi casa está en Río, y uno nunca debe abandonar su hogar, su tierra.
—Sé que acabas de terminar dos películas, una de ellas protagonizada por Jim Carrey, que se presentarán en el 2009. ¿Son los últimos proyectos en marcha?
—En enero próximo I Love You Phillip Morris (Te amo Phillip Morris) va a tener su estreno mundial en el Festival de Sundance, pero ni esta ni la otra película constituyen los únicos planes por estos días. Tengo trabajos en Brasil y hay dos proyectos en España, de los cuales no tengo muchos elementos que aportarte ahora. El panorama es todavía incierto, o mejor, no del todo cierto.
—Tengo entendido que antes de interpretar a Raúl en la película sobre el Che permaneciste casi dos meses en Cuba, estudiando, relacionándote con la historia...
—Eso fue el año pasado, y durante ese período me concentré en investigar, recopilar información, conversar con historiadores y combatientes cercanos a los líderes de la Revolución Cubana.
«Leí bastante, visité museos, me fui a Birán, a Bayamo, llegué a la Sierra Maestra... Fueron momentos inolvidables, que se completan ahora al estar aquí en La Habana para asistir a la presentación de la película. Puedo decirte que para mí es un honor haber participado, y más aún encarnar a una figura tan renombrada y de tanto impacto en la historia».
—Llegaste el sábado en la tarde y te vas el lunes temprano, así que como has tenido muy poco contacto, no te pediría que me contaras algunas impresiones...
—Las horas se van y como dices, ha sido poquísimo el contacto. Me encantaría quedarme aunque fuese una semana (ríe), pero te prometo que voy a volver muy pronto. Me fascina Cuba.
—Tal vez un último mensaje para los cubanos que te siguen.
—Hay una conexión misteriosa entre ustedes y nosotros los brasileños. Me encanta este país, su gente... tengo una admiración muy grande por todos los que aquí viven. Es emocionante saber que me conocen. Gracias.
(Con el agradecimiento a Marta Díaz, Silvia Durán y Camilo Pérez Casal, del ICAIC)